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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
—Vos que te rascarías y peliarías. Miren la alfiñicosa en los inguandos que<br />
anda... Todas juntas, ya sabés, todas juntas cuando volvamos a la casa, contá<br />
con tu pela almártaga.<br />
esto diciendo, la india tomó de la mano a Andrea y a los empellones la<br />
llevó otra vez a la casa de su comadre Asunción, quien le prestó algo que en<br />
otro tiempo fue pañolón y ya por entonces viejo guiñapo, que con trabajo pudo<br />
acomodarse la emparamada criatura, roto y sucio harapo que, además <strong>del</strong> mal<br />
olor que despedía, dio a Andrea mucho con qué llenar su <strong>del</strong>icado cutis de<br />
ronchas que le produjeron un terrible escozor por largo tiempo.<br />
XII<br />
entre tanto la fiesta a medida que el sol avanzaba, avanzaba ella y crecía<br />
y se extendía por todas partes, con las engalanadas gentes que allí acudían,<br />
desde la más encopetada señora de la crema, hasta la más sencilla labradora de<br />
nuestros campos; desde el más levantado cachaco y prensado artesano, hasta el<br />
más rústico labriego, travieso estudiante y desharrapado mendigo, con gritos<br />
de entusiasmo, con cantos bravos y menos bravos, con carreras a caballo, con<br />
finezas, regalos y cortejos...<br />
Y qué muchachas tan hermosas las que así con tan afilado garabato van<br />
en grupos, con sus limpios trajes alzaditos para dejar ver la bordada enagua,<br />
armadijo para cazar hombres, unas calzando botas, otras, finos alpargatitos,<br />
y las más a piesecitos desnudos, como carnada de la trampa aquella, con la<br />
picaresca pedrada en el sombrero que, válganos Dios! y en la mano canastillos<br />
y cofres atestados de confites y cigarritos y frutas y espejos y peinillas... en fin,<br />
toda esa porción de fruslerías que acompañan a las mujeres en un caso de estos<br />
para atildar sus personas y poner en jaque a los rendidos amadores que piensan<br />
atrapar en la fiesta.<br />
A la diez <strong>del</strong> día viene la misa y el sermón alusivo a los méritos <strong>del</strong> santo<br />
Patrón, por el orador forastero, pues este es necesario traerlo de lejos, como los<br />
vinos y los novios, para que tengan el gusto y sabor de la novedad.<br />
Terminada la misa, a la procesión <strong>del</strong> santo, tan grande en méritos y tan<br />
pequeño en figura, llevado a hombro de indios, presidiendo aquel acto de guión<br />
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