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Juan José Botero<br />
de que venimos hablando, que le regaló golosinas, porque Andrea casi se caía<br />
de hambre!<br />
en el rancho <strong>del</strong> indio Juan Colorado ni siquiera encontró el duro suelo<br />
desocupado para que le sirviera de cama, que de pie, ella veía pasar aquellas fachas<br />
patibularias enlazadas en infernales guabinas, como vemos en sueños danzas de<br />
trasgos y endriagos, hasta que ya Mateo y Romana borrachos, caídos, pisados<br />
por los bailadores, la dejaron sola; dándose por bien servida el poder salir de<br />
aquella infernal barahúnda al alar de la casucha y sobre unos leños tirarse como<br />
un cuerpo muerto, para despertar antes de amanecer a los empellones dados por<br />
Romana, yerta de frío y sin pañolón, porque se lo habían quitado de encima y<br />
con más de un chichón sobre la frente, contusión ésta que le fue causada por<br />
recovecos; cuando pasada media noche se armó la pelotera de ordenanza en el<br />
tugurio de Juan Colorado; seguir con ella aporreada, tras de una destemplada<br />
banda de música y la mucho más destemplada chirimía, que el alférez Arenas<br />
había contratado para recorrer el pueblo desde antes de amanecer y alzar el<br />
entusiasmo a grande altura con una nunca oída alborada.<br />
Llovía. Andrea caminaba medio dormida a oscuras y dando tropezones como<br />
un autómata, siguiendo la dirección que llevaban banda y chirimía, calada de<br />
agua hasta los huesos y sin darse cuenta de lo que le pasaba.<br />
—Ah! perra descuidada!, le gritó Romana cuando amaneció y que a la luz<br />
<strong>del</strong> día notó que andaba sin pañolón.<br />
—Onde dejates el pañuelón, grandísima esguachilindrada?... Poro mirá...<br />
—No sé, señora, contestó con voz angelical la niña.<br />
—Que no sabís ?.... so demonio, aguá mismo me las vas a pagar todas tus<br />
magamunderías... dejáte estar...<br />
—Pero madrina, por Dios, yo no tengo la culpa, si anoche caí como muerta<br />
<strong>del</strong> sueño en el alar.<br />
—Como muerta! y tenés cara de icirlo… como ya vos no servis si no pa dar<br />
guerra, langaruta... allá lo verémos so entelerida... ¿y qué tabas haciendo que<br />
estás toda escalabrada?<br />
—Yo no supe, señora, cómo sería esto. Anoche entre dormida, oía mucha<br />
bulla de gente como en pelea y yo sentí un golpe en la cara muy fuerte y eso<br />
será lo que tengo.<br />
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