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Lejos del nido

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Juan José Botero<br />

—Cómo no los he de querer, vida mía, si son tan bellos, dijo la viuda con<br />

los ojos aguados por el llanto y besándolos...<br />

Luego, dándoles alguna golosina, los chicos salieron contentos para el patio<br />

a jugar al torito, juego que era casi de todos los días, pero en el cual siempre<br />

salía mal librada Rita, a pesar de ser mayor y más acuerpadita que Cipriano, lo<br />

que prueba que la mujer no nació para torear y mucho menos para embestir.<br />

imbuída en sus pensares, Luisa se puso en pie en la puerta de la cocina, con<br />

José su hijo menor, al cuadril, a ver jugar a los otros y a cerrarle el paso a To masita,<br />

para evitar un golpe con las carreras que tenían los toreadores.<br />

entrete<strong>nido</strong> el, chico con el juego quedóse dormido y su madre con suma<br />

<strong>del</strong>icadeza le llevó a la cama, se lo recomendó a ña Tomasa, y poniendo sobre<br />

la cabeza una batea lavandera, con ropa, se preparaba para salir a la quebrada y<br />

mientras encendía un cigarro le dijo a la vieja:<br />

—¡eh! se me olvidaba madre, decirle, que mi compadre me dio esta receta<br />

para sus dolores reumáticos y la novedad de la nariz.<br />

—Dios me libre de hacerme medecinas de ese brujo; “viva la gallina y viva<br />

con su pipita”.<br />

—ud. verá, madrecita, yo tampoco le tengo confianza, pero aquí queda por<br />

sí, o por no.<br />

Luisa arregló bien el rodete, colocó la batea con tal equilibrio que parecía<br />

clavada en la cabeza, tomando camino de la quebrada, remangada hasta el<br />

hombro, enseñando un brazo divino, alzado el traje ligeramente, dejando ver<br />

como una tentación el pie pequeño y limpio…Y así caminaba por la cañadita<br />

abajo, arrebatadora con su aire simpático y su belleza que conserva casi intacta, a<br />

pesar de ser madre de cuatro hijos, de los sufrimientos por su prematura viudez<br />

y <strong>del</strong> recio trabajo para el sostenimiento de su casa.<br />

IX<br />

Han pasado no pocos días después de aquel en que Luisa hizo encuentro<br />

con Andrea y nada hemos sabido de ésta, durante tan largo tiempo.<br />

Pero, qué se hace si es tan triste asistir a sus duras faenas; ver que le obligan<br />

a dejar la cama cuando comienzan a cantar los pajaritos, para ocuparla en los<br />

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