Lejos del nido

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09.05.2013 Views

* Lejos del nido —No le digo, volvió Mateo a Luisa, que la vieja está pa morir más que potra cosa. —Y ña Tomasa, comadre, ¿por qué no se la trujo? argulló Romana. —eh!, no pude figurarse lo mal que está mi madrecita del reumatismo. —Aunque juera arrastrando... es que ya nó... gu verdá, siempre será que está muy rematisienta. —si no sólo el reumatismo, que ahora ha dado en arrojar sangre por la nariz. —Tabardillo enconao comadre, ¿no ha desaminao la sangre?, dijo el indio con énfasis, poniendo un cadejo a la trenza que tejía. —¡Yooo!, replicó Luisa, ¿qué voy a saber de eso? —Pues mire que por esa himorragia salen los achaques, y no dejante de aquello, que si no salen se puede conocer la enfermedá que ni viéndola y hasta saber cuándo se muere el enjermo. —sólo que ud. pasara a casa. —Y, busté no puede desaminarla que es tan facultosa? —¡Mi compadre si está loco! —entonces cójale la enjermedá con lo que le endique. Romana, trete el libro de las estruciones y un tabaco pa mi comadre. esto dicho, entró la india a la casa, trajo un viejo y grasiento libraco manuscrito y forrado en badana, pero legible, y además un cigarro que le dio a Luisa. el viejo tomó el libro en sus callosas manos y dándose la mayor importancia comenzó a hojearle y entre tanto le decía a la comadre que, por un oído le entraba y por el otro le salía: —Mire comadre, este es el libro de artícolos de secretos de la naturaleza, que da cencia pa uno apersevise de los males que se ocultan en los cristianos, u como quien dice, en la caja del cuerpo... Y aquí lo incontré y oiga lo que dice el capítolo. Mateo titubeando y con gran trabajo leyó: “Articolo del cono... no... cimiento de ache… cheques... chaques... por condu...duso... duto de sangre. si la sanguer… gre está en… cenda… dida y al derramala gier… ve; es frío y po… poco calor en esto… mogo… gomo… estómago. si aparé… aparencias…de estrellas u… gu… unos garní… granitos… es complicación dígado, o acheques… chaques en riñones, gu dicipela… echele * 36

* Juan José Botero agua… agua caliente pa conocer el güelor; si no guale… guele a riñón y sólo… güele a tierra, es de murte… muerte y morirá el paciente. si el en jermo es de mur…te... muerte, sobarle las plantas con unto… to…caliente sin sal y dáselo a comer y si lo gomita morirá y si no lo gomita vivirá”. Mateo siguió su titubeada e insulsa lectura por largo rato, haciendo, Luisa, que le oía con atención, pero ésta poco se fijaba en las necedades del compadre. Cuando el indio dejó de leer, dio por su cuenta receta para ña Tomasa, y en estas y las otras a tiempo que la comadre se despedía, para ella que no tenía noticia de que en la casa de ‘el Arenal” hubiera otra persona fuera de los dos esposos, cuál fue el asombro cuando vio llegar de la quebrada a una pequeña niña desaseada y haraposa, pero linda como un sol. —Hiiiiii! ¡Compadres!, por el amor de Dios!, ¿de quién es esta bendición del Cielo? ¿de quién es esta criaturita tan preciosa? dijo Luisa juntando las palmas de las manos, abriendo los ojos y estirando hocicos. —esta muchacha, comadre,… esta muchachita... contestó el indio atragantado, esta…pues, no recuerda de Candeladria? —¿La hija de uds?, si, compadre. —Pues, Candeladria se fue por allá a otra tierra (aquí echó el cuento del francés o inglés de Bogotá). —Y hace días está con uds.? —siempre hace sus diítas. —Y ¿porqué no me lo habían dicho? —Cosas que se le pasan a uno por alto. —¡Bendito sea Dios! ¡qué niña tan linda! Compadres: aunque me llamen entremetida, yo siempre se los digo que no es justo se manejen así con ella; una criaturita tan preciosa casi desnudita!, y volviéndose a la niña: —¡Pobre mi vida! Venga acá mijita, ¿cómo es su nombre? —Andrea, contestó ella muy paso y turbada. —Andrea?, y cómo no te habla visto antes, belleza?... Vení acá mi amorcito. Los indios a todas estas recelosos. Luisa acercó a Andrea, le hizo algunos cariños, y ésta viéndose, agasajada, dejó asomar dos lágrimas a sus azules ojos, lágrimas que corrieron por sus sonrosadas mejillas como lluvia de afectos dormidos y que Luisa enjugó con un canto de su delantal. * 37

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Juan José Botero<br />

agua… agua caliente pa conocer el güelor; si no guale… guele a riñón y sólo…<br />

güele a tierra, es de murte… muerte y morirá el paciente. si el en jermo es de<br />

mur…te... muerte, sobarle las plantas con unto… to…caliente sin sal y dáselo<br />

a comer y si lo gomita morirá y si no lo gomita vivirá”.<br />

Mateo siguió su titubeada e insulsa lectura por largo rato, haciendo, Luisa,<br />

que le oía con atención, pero ésta poco se fijaba en las necedades <strong>del</strong> compadre.<br />

Cuando el indio dejó de leer, dio por su cuenta receta para ña Tomasa, y<br />

en estas y las otras a tiempo que la comadre se despedía, para ella que no tenía<br />

noticia de que en la casa de ‘el Arenal” hubiera otra persona fuera de los dos<br />

esposos, cuál fue el asombro cuando vio llegar de la quebrada a una pequeña<br />

niña desaseada y haraposa, pero linda como un sol.<br />

—Hiiiiii! ¡Compadres!, por el amor de Dios!, ¿de quién es esta bendición <strong>del</strong><br />

Cielo? ¿de quién es esta criaturita tan preciosa? dijo Luisa juntando las palmas<br />

de las manos, abriendo los ojos y estirando hocicos.<br />

—esta muchacha, comadre,… esta muchachita... contestó el indio atragantado,<br />

esta…pues, no recuerda de Can<strong>del</strong>adria?<br />

—¿La hija de uds?, si, compadre.<br />

—Pues, Can<strong>del</strong>adria se fue por allá a otra tierra (aquí echó el cuento <strong>del</strong><br />

francés o inglés de Bogotá).<br />

—Y hace días está con uds.?<br />

—siempre hace sus diítas.<br />

—Y ¿porqué no me lo habían dicho?<br />

—Cosas que se le pasan a uno por alto.<br />

—¡Bendito sea Dios! ¡qué niña tan linda! Compadres: aunque me llamen<br />

entremetida, yo siempre se los digo que no es justo se manejen así con ella; una<br />

criaturita tan preciosa casi desnudita!, y volviéndose a la niña:<br />

—¡Pobre mi vida! Venga acá mijita, ¿cómo es su nombre?<br />

—Andrea, contestó ella muy paso y turbada.<br />

—Andrea?, y cómo no te habla visto antes, belleza?... Vení acá mi amorcito.<br />

Los indios a todas estas recelosos.<br />

Luisa acercó a Andrea, le hizo algunos cariños, y ésta viéndose, agasajada,<br />

dejó asomar dos lágrimas a sus azules ojos, lágrimas que corrieron por sus sonrosadas<br />

mejillas como lluvia de afectos dormidos y que Luisa enjugó con un<br />

canto de su <strong>del</strong>antal.<br />

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