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Juan José Botero<br />
colos de secretos de naturaleza y <strong>del</strong> conocimiento de achaques...”. 1 Aprendió<br />
a <strong>del</strong>etrear de chiripa, habiendo entrado de niño a servir en la casa de un<br />
sacerdote, quien a fuerza de coscorrones y de rejo le hizo conocer la lectura,<br />
aunque bien titubeada.<br />
Romana Grisales, un poco menor que su cónyuge, <strong>del</strong>gada, asmática, de<br />
frente achatada, brazos y cara descarnados, ojos en viaje, cráneo adentro, para<br />
la nuca, voz chillona, india de la cepa como Mateo, el pelo apelmazado y en<br />
mechones, lo que le daba el aspecto de bruja.<br />
Ambos, Mateo y Romana, sin pizca de educación, de trato grosero y más<br />
negras intenciones que un gato.<br />
Cuando por allá en el año de 1833 se lizo el repartimiento de los terrenos<br />
de indígenas, de “santa Bárbara”, “Zabaletas” y el “Chuscal”, les cupo en suerte a<br />
estos malvados, un lote de tierra situado en el “Chuscal” y en un paraje llamado<br />
“el Arenal”, donde construyeron su vivienda o mejor, la miserable choza que<br />
acababan de dar a… Andrea, (será llamarla así), por morada, en cambio de la<br />
hermosa y cómoda casa de “san Pablo”.<br />
De aquella corta heredad, sólo tenían en cultivo la huerta que rodeaba la<br />
desdichada habitación, sembrada de maíz, viéndose crecer a inmediaciones de la<br />
casa, en profusión y sin orden alguno, el apio, la achicoria, verdolaga, manzanilla<br />
y demás plantas que emplea la medicina casera.<br />
Daban sombra a la cocina unas matas de higuereta, a cuyos troncos mantenían<br />
atado un cerdo, que vivía en paz y quietud con las gallinas que allí se<br />
llegaban a dormir la siesta, en los días de calor, al abrigo de las cuevas que en<br />
un barranco formaba con el hocico aquel animal.<br />
La casa pajiza, cercada con palos redondos, por cuyas junturas irregulares<br />
entraban libremente la luz, el aire y la lluvia.<br />
Toscas bancas de madera camas sin otros tendidos que miserables harapos,<br />
bajo las cuales se oía el cló cló cló de las gallinas crianderas que por allí anidaban,<br />
soltando unos insectos…<br />
en zarzos, vigas y soleras, costales viejos, mochilas de cabuya idem, gas tados<br />
instrumentos de labranza, un agujereado cuero de res, sin poderse distinguir<br />
la especie de cuadrúpedo que abrigó; un viejo vihuelón de cedro sin cuerdas<br />
1 Conservo el libro en mi poder.<br />
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