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Lejos del nido

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Juan José Botero<br />

filomena, esbelta y hermosa, tomando a su madre de la mano, siguió<br />

a<strong>del</strong>ante, sin vacilación, entrando a un salón que servía de cuarto de costura<br />

y allí parándose y dirigiéndose a Matilde, le señaló a un punto, diciéndole:<br />

—Allí, mamacita querida, allí mismo parece que la vuelvo a ver a usted<br />

como entonces, dulce y cariñosa, en sus oficios de costura… y, yo pequeñita y<br />

traviesa, enredando hilo que sacaba de un pequeño cofre: ¿es verdad, señora?...<br />

esto que decía filomena, causaba la admiración general de todo el gentío<br />

que la rodeaba.<br />

Y aquí no terminó la perla de “san Pablo”, que tomando otra vez a<strong>del</strong>ante,<br />

entró al dormitorio y sin vacilar se dirigió al punto donde pendía el cuadro de<br />

la Dolorosa, ante el cual cayó de rodillas hablándole así, a la que es la salud<br />

y el consuelo:<br />

—¡Mamá, linda!... ¡Bendita una y mil veces, madre mía por que al fin has<br />

traído a su casa, a ésta en otro tiempo desdichada criatura, y hoy tan feliz y<br />

venturosa.<br />

De allí se alzó y siguió a la camita que se hallaba en el mismo puesto y<br />

tal como la había dejado en el lejano día de su partida, asiéndose con fuerza<br />

a ella y de la manera más tierna...<br />

¡Ay!, el ave que implume y tan pequeña, había dejado aquellos sitios en<br />

donde se le oyó piar por primera vez, volvía a ellos, y no hallando dispersas<br />

las pajas que en otro tiempo le dieran calor y abrigo, abrió las alas y con ellas<br />

cobijó cariñosamente el <strong>nido</strong>.<br />

fin<br />

*<br />

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