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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
Lo que pasó por ella en tan terrible trance, sólo puede ser comparado a los<br />
sufrimientos de la que es la salud y el consuelo; de aquella bendita mujer que<br />
derramó lágrimas de sangre al pie de la cruz, viendo las lentas agonías de su<br />
Hijo para salvar la humanidad…!<br />
Al fin amaneció.<br />
el sol alzándose risueño, alumbraba lentamente aquella escena de luto y<br />
desolación, en “san Pablo”.<br />
La luz <strong>del</strong> día y el frescor de la mañana vinieron a sacar a Matilde de la<br />
amargura de la noche, de aquél desvío de la razón que le había como embotado<br />
los sentidos a ponerle bien de manifiesto toda la magnitud de su desgracia.<br />
entonces volvió a oír las mirlas que alzaban su dulce plegaria como antes,<br />
y a los traviesos azulejos que jugueteaban en los naranjos, y el sonar de las<br />
aguas <strong>del</strong> río “san Pablo”, y el llamado que hacían las vacas a sus hijos, y la<br />
contestación de los becerritos correteando y saltando para desentumecer los<br />
ateridos miembros…<br />
Pero si en otro tiempo le alegraba este concierto de la naturaleza, en aquella<br />
mañana le servía de martirio.<br />
Para un corazón de luto, como el de Matilde, todo es triste y sombrío.<br />
en el canto de las aves parecía que le llegaban las súplicas de su hija.<br />
en el viento de la montaña creía oír sus gemidos.<br />
en el ruido de las aguas, sus quejas.<br />
Y en la luz de la mañana pretendía mirar la luz de aquellos ojos de cielo que<br />
había perdido… ¡acaso para siempre!<br />
Las más asiduas pesquisas, las más minuciosas averiguaciones, todo era en<br />
balde.<br />
Conjeturas, suposiciones, y nada más.<br />
Todos corrían, iban, venían, buscaban, llamaban a toda voz… mas sólo el<br />
eco imponente de la montaña contestaba a tanto grito de dolor...<br />
Del informativo <strong>del</strong> Alcalde, resultó, además <strong>del</strong> reconocimiento de las<br />
huellas que partían de la portada, vía <strong>del</strong> Norte, y el dicho <strong>del</strong> sirviente, la declaración<br />
de una mujer de la vecindad que a la letra decía:<br />
“…a l ’ oración me incontré con dos personas indiadas, un viejo y una vieja<br />
muy feos, y así que ni asustaos, que iban camino rial abajo, muy atoíto escape; la<br />
vieja con un corotico de palmicho a la espalda, y el viejo con otro, a lo mesmi-<br />
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