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Lejos del nido

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*<br />

Juan José Botero<br />

esta muda escena se prolongaba, hasta que al fin Luisa, rompió el silencio<br />

y dirigiéndose a Antonio:<br />

—Aquí tiene usted, señor, a la niña huérfana, a la joven desamparada que<br />

un día hallé en mi camino, en una vida de abandono y que la traje a mi lado<br />

para salvarla de la miseria, de la degradación quizás... Y esto, señor… esto que<br />

he hecho con ella, no ha sido dictado por otro interés que por el de hacer una<br />

buena obra, devolviéndola algún día a su dueño, a sus padres, libre de toda culpa,<br />

de toda mancha, pura y hermosa como usted la ve aquí...<br />

—señor, siguió la viuda, ojalá se vean cumplidos mis deseos y haya encontrado<br />

en usted a la persona que le corresponda tan valioso tesoro...<br />

—señora... dijo Antonio a Luisa, yo creo que... en esta señorita, en esta<br />

niña... he ve<strong>nido</strong> al fin a hallar lo que hace tiempo perdimos, dejando enlutado<br />

nuestro hogar.<br />

—Ojalá… siguió él mismo, ella... ella… hablara...<br />

—señor... balbuceó Andrea con voz ahogada, y tornó, al silencio, en una<br />

agitación tal que inspiraba compasión.<br />

—A usted, le interrogó Antonio, ¿no le dice nada el encuentro conmigo?...<br />

reconoce en mí algo así que haya visto u oído allá en un lejano tiempo?... ¿en<br />

mi voz?...<br />

—señor, dijo Andrea, sacando ánimo de tanto desfallecimiento, desde que<br />

por primera vez vi a usted en compañía de dos jóvenes, pasó por mí algo desconocido...<br />

una voz secreta me habla... me grita... me empuja a usted, señor...<br />

Pero... yo no sé... yo no puedo saber qué es...<br />

—Recuerde usted, tornó Antonio, vuelva con la memoria atrás... allá.... allá<br />

lejos... lejos, sí, muy lejos... fuércela usted... ¿no recuerda?... ¿no ve usted a una<br />

madre cariñosa que la mima, que la besa, que la arrulla para hacerla dormir,<br />

en una pequeña cama?... ¿no distingue a unos niños rubios, blancos y risueños,<br />

que corren con usted en un llanito limpio bajo el arbolado, frente a una casa<br />

de campo?<br />

—¡Ay!, ¡Dios mío!, exclamó Andrea comprimiéndose el pecho con las<br />

manos.<br />

—¿Vé algo en el corredor de esa espaciosa casa?, no alcanza a divisar a una<br />

hermosa mujer a quien usted en otro tiempo, en tiempo bien remoto, muy pequeña<br />

aún, balbuciente, le daba el dulce nombre de madre?<br />

*<br />

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