Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido —De padres conocidos? —Oiga con calma: parece que nó. —Y... ¿cómo está aquí?, perdone la impaciencia. —Quien la trajo a la escuela es una mujer llamada… María Luisa Jurado de Villada, un apellido así… —Y, ¿esa mujer? —No es la madre. —es decir que... de... esa señorita... articuló Antonio con voz anhelosa... —sólo se sabe el nombre: Andrea, y que ella, en sí, revela talento, cultura e instrucción y mejor origen del que se le atribuía antes... —¡Doctor!... —Pues hoy se dice, creo que referente a la persona que la crió... —¡Acabe por Dios, padre! —Que esta niña es huérfana y quizás mal habida por los que se consideraron de ella padres o abuelos. —¿Qué más?, qué más, señor?, decía el atribulado Antonio, pálido, tembloroso y en el colmo de la angustia. —Pues hasta aquí sé yo, parece que nada más ha llegado a mi conocimiento, y si más supiere acaso por lo pronto no lo recuerdo. —¡Doctor!, ¡Doctor! ¡Por Dios!, hágale fuerza a la memoria, que ya veo alguna luz en esta oscura noche de martirio; ya presiento que llega el día de la felicidad a mi casa... ¡Vea, Doctor, vea si recuerda algo más!... —Pues... nó.... nada más... Pero si a usted le parece, amigo don Antonio, ahora mismo enviamos por la señora de quien le hablo, que bien nos puede aclarar el punto, para ponernos en buen camino. sí le advierto, que tenga paciencia. No desespere, “el que aguanta lo más, aguanta lo menos”, dice el adagio. —Ahora mismo, señor, yo voy, le interrumpió Antonio, y ya se disponía para salir, cuando el sacerdote le contuvo diciéndole: —Nada, esto queda de mi cuenta. Yo llamo a la señora, y de tal manera que nadie se entere de lo que pase. Así sucedió: el señor Cura envió a llamar a Luisa muy en reserva y al siguiente día, en casa del ilustrado sacerdote, hubo la conferencia en la cual ésta refirió a Antonio, punto por punto, todo lo que sabía de la historia de Andrea, por lo cual quedó él casi persuadido de que aquella señorita de la sorpresa era su hija. * 238
* Juan José Botero el pobre hombre estaba fuera de sí y en una continua agitación nerviosa, se paseaba por el cuarto de la casa cural a largas andadas. Y palidecía a ratos. Y temblaba otras veces. Y volvía, y tornaba con preguntas a Luisa, que admirada de aquella extraña aventura, se había quedado como clavada a la silla que le servía de asiento. encontrando Antonio a cada momento y a cada nueva noticia que le diera la viuda, más y más fundamentos para creer que había hallado, lo que hacia tantos años perdieran y buscaran con tanto anhelo... Antonio, al pensar en Matilde, lloraba de tristeza, de alegría, de miedo, de temor, de felicidad.... ni él mismo pudiera explicar lo que en aquellos momentos sentía. Y recordaba a Rosa y a Jaime. Y volvía sus pensares a Andrea, encontrándola entonces más semejante, muchísimo más a aquéllos y en particular a Rosa. Y viéndola con la imaginación hermosa, sumamente hermosa. Aquél hombre estaba loco de dicha. Al señor Cura le dio varios abrazos, y abrazó a Luisa, y por largo rato se vió en una especie de perturbación mental, hasta que al fin cayó de rodillas ante el pequeño altar donde el sacerdote hacía oración, y mudo, inmutado y trémulo, alzó a Dios una plegaria que alivió aquel cansado ánimo, porque de allí se levantó recobrado, el desgraciado y al mismo tiempo venturoso padre. sinembargo, faltaba lo principal: la prueba con Andrea y comunicarle a la familia lo ocurrido, del modo más atinado posible. Para lo primero se convino en que Luisa, con toda prudencia y reserva, se llevara a Andrea a “Los Alticos”, en son de paseo. Que estando allí la previniera sobre el motivo del viaje. Que en seguida iría Antonio para que tratando el asunto de lleno, quedara persuadido de una u otra cosa: si esa era su hija para correr con aquel tesoro a devolverlo a su inconsolable madre, o de nó, tornar a la casa con una nueva y más honda espina en el alma. Terminada la conferencia, se despidieron amistosamente Luisa y Antonio: aquélla para ir a prevenir a Andrea, y éste, después de besar respetuosamente la mano del venerable sacerdote, y darle los agradecimientos, por el interés tomado en el asunto, a hacer llegar a su esposa estos dos telegramas: “Matilde: Nuevo encuentro señorita salida iglesia. sorpréndeme más y más aire familia. entraré averiguaciones. Antonio” * 239
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Juan José Botero<br />
el pobre hombre estaba fuera de sí y en una continua agitación nerviosa,<br />
se paseaba por el cuarto de la casa cural a largas andadas. Y palidecía a ratos. Y<br />
temblaba otras veces. Y volvía, y tornaba con preguntas a Luisa, que admirada de<br />
aquella extraña aventura, se había quedado como clavada a la silla que le servía<br />
de asiento. encontrando Antonio a cada momento y a cada nueva noticia que<br />
le diera la viuda, más y más fundamentos para creer que había hallado, lo que<br />
hacia tantos años perdieran y buscaran con tanto anhelo...<br />
Antonio, al pensar en Matilde, lloraba de tristeza, de alegría, de miedo, de<br />
temor, de felicidad.... ni él mismo pudiera explicar lo que en aquellos momentos<br />
sentía.<br />
Y recordaba a Rosa y a Jaime.<br />
Y volvía sus pensares a Andrea, encontrándola entonces más semejante,<br />
muchísimo más a aquéllos y en particular a Rosa. Y viéndola con la imaginación<br />
hermosa, sumamente hermosa.<br />
Aquél hombre estaba loco de dicha.<br />
Al señor Cura le dio varios abrazos, y abrazó a Luisa, y por largo rato se vió<br />
en una especie de perturbación mental, hasta que al fin cayó de rodillas ante el<br />
pequeño altar donde el sacerdote hacía oración, y mudo, inmutado y trémulo,<br />
alzó a Dios una plegaria que alivió aquel cansado ánimo, porque de allí se levantó<br />
recobrado, el desgraciado y al mismo tiempo venturoso padre.<br />
sinembargo, faltaba lo principal: la prueba con Andrea y comunicarle a la<br />
familia lo ocurrido, <strong>del</strong> modo más atinado posible.<br />
Para lo primero se convino en que Luisa, con toda prudencia y reserva, se<br />
llevara a Andrea a “Los Alticos”, en son de paseo. Que estando allí la previniera<br />
sobre el motivo <strong>del</strong> viaje. Que en seguida iría Antonio para que tratando el<br />
asunto de lleno, quedara persuadido de una u otra cosa:<br />
si esa era su hija para correr con aquel tesoro a devolverlo a su inconsolable<br />
madre, o de nó, tornar a la casa con una nueva y más honda espina en el alma.<br />
Terminada la conferencia, se despidieron amistosamente Luisa y Antonio:<br />
aquélla para ir a prevenir a Andrea, y éste, después de besar respetuosamente la<br />
mano <strong>del</strong> venerable sacerdote, y darle los agradecimientos, por el interés tomado<br />
en el asunto, a hacer llegar a su esposa estos dos telegramas:<br />
“Matilde:<br />
Nuevo encuentro señorita salida iglesia. sorpréndeme más y más aire<br />
familia. entraré averiguaciones.<br />
Antonio”<br />
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