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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
Y ya daban por hecho, que la niña era alguna señorita muy cercana en<br />
parentezco a su mamá: aventurándose a lanzar la ó disyuntiva, con un, ¡quién<br />
sabe!, seguido de puntos suspensivos, con palabras de enigma, de cosa oscura,<br />
de misterio... pero sin decirse, sin atreverse a confesar o a comunicar unos a<br />
otros lo que en realidad conjeturaban, pensaban y aun creían de la hermosa y<br />
asustadiza desconocida.<br />
Hay sucesos que se nos antojan ciertos; pero muy difíciles de creer como<br />
trabajosos de explicar.<br />
esto parecerá un contrasentido, pero no hallamos a la mano otro modo de<br />
exponer la idea, que con tan descabellada paradoja.<br />
Antonio, que sí andaba bien ofuscado, con lo ocurrido, viendo el empeño<br />
de los hijos, y aquel recalcar sobre lo <strong>del</strong> Retiro, entraba de pronto en serios<br />
cuidados, mirando allá, en lejanías dudosas, alguna remota esperanza, vislumbre<br />
aquel que luégo echaba por tierra emprendiendo este mudo soliloquio:<br />
“una niña bien tratada: que va con su madre, porque esta debe de ser la<br />
señora que la acompañaba; en un pueblo, o mejor, ciudad de consideración:<br />
públicamente por la calle... ¿sería?... ¿podría ser?... nó, de ninguna manera.<br />
De seguro que a ella se la llevaron muy lejos... muy lejos de nosotros, y hoy:<br />
¿en dónde estará, si aun vive, sustraída a todo riesgo, fuera <strong>del</strong> alcance de<br />
pesquisas y solicitudes? Además, que ¿con quién se averigua?... ¿con ella?... y<br />
¿qué se le dice?, ¿cómo se le habla?, ¿qué se le pregunta?, ¿cómo se interroga<br />
a una niña que está con su madre sobre… Y ¿a la madre?, ¿a la señora que<br />
está con la ñiña… nó, señor”.<br />
Bien, muy bien está por este lado la cosa, para Antonio, más la vuelve por<br />
el reverso y sigue así:<br />
“Pero... ¿el extremado parecido de la desconocida con mi hija?, aquellos<br />
accidentes e impresiones tan fuera de lo natural, que sobrevinieron en el ánimo<br />
de todos cuando el encuentro: inmutando los semblantes, alterando el orden<br />
regular que cada cual llevaba y produciendo un pasmo general? Y la edad que<br />
ella manifiesta tan en armonía con los años que debe tener filomena?”<br />
Y Antonio seguía haciéndose reflexiones, sin que de la imaginación pudiera<br />
borrar el recuerdo de la escena que nos ocupa, como no se borraba de la de los<br />
hijos.<br />
Y así llegaron a la casa los tres viajeros: alicaídos, cabizbajos y absortos en<br />
un punto <strong>del</strong> cual no podían separarse.<br />
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