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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

Y habiendo durado la permanencia allí por algunos días, todo fue para<br />

nuestros viajeros, sorpresas agradables: diversiones; entretenimientos; paseos;<br />

teatro; baños en el poético Bermejal; correrías por carreteras, quintas y aldeas<br />

circunvecinas; invitaciones a casas particulares, tertulias, etc., hasta que satisfechos<br />

de la estancia en la privilegiada Villa, tomaron la vuelta para el sur, por<br />

envigado, y luégo al pueblo <strong>del</strong> Retiro, de donde, después de visitar algunos<br />

miembros de familia, se pusieron en marcha, caballeros en sus hermosas mulas,<br />

aquella mañana que accidentalmente hicieron encuentro con Andrea, su<br />

Directora y condiscípulas, encuentro en el cual hubo el violento choque que a<br />

los de caballería hizo sofrenar las mulas, y a Andrea dar aquel desfallecimiento<br />

que casi le lleva al suelo...<br />

Ahora, bien, si Andrea estuvo tan preocupada en los días que se sucedieron<br />

al casual encuentro, hasta el punto de tenerle que llevar al campo en busca de<br />

distracción y de aire libre, no menos preocupados siguieron el viaje Antonio y<br />

sus hijos.<br />

Todo por el camino fué recalcar sobre lo ocurrido en el Retiro, tal que hasta<br />

los demás comentarios y recuerdos que venían haciendo <strong>del</strong> paseo, los pusieron<br />

a un lado.<br />

—Papá, decía Jaime, a poco que se alejaron de aquel grupo de devotas que<br />

salían <strong>del</strong> templo, ¿qué le pareció a usted esa señorita más alta y rubia y de los<br />

claros ojos?<br />

Antonio que marchaba embelesado con una idea, bajo la misma impresión<br />

de sus hijos, hizo un ligero movimiento sobre la montura, y fingiéndose, el<br />

indiferente, le contestó:<br />

—Célebre, hijo.<br />

—Pues... no, papá, no le quiero hablar en ese sentido... quiero explicarle…<br />

el aire de ella… es decir que... si usted no le encuentra alguna semejanza...<br />

—A mí?, dijo cándidamente Rosa.<br />

—esto es, contestó Jaime, yo me sorprendí con tu parecido a ella tanto, que<br />

maquinalmente contuve la mula.<br />

—Pues... yo hice lo mismo, volvió Rosa.<br />

Antonio callaba aferrándose más y más en sus pensares, con la conversación<br />

que oía.<br />

—Y ¿notaste Rosa, siguió Jaime, cómo esa señorita se desconcertó tanto,<br />

que hasta trataba de esconderse tras las otras?<br />

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