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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
y el casamiento de Andrea con el indio y la revelación de Romana, esto era<br />
lo que más les preocupaba y la convalecencia de Luciano, y el “quiero morir<br />
y descansar <strong>del</strong> mundo”, por lo cual le daba Daniel a este tales zumbas, y el<br />
“nergúmen, nergúmen” de la vieja Rufina, y... tantas cosas que tenían para<br />
glosar y a las cuales les sacaban mucho jugo.<br />
fuera de estas visitas a “Los Alticos”, para Andrea corría la vida casi uniforme,<br />
sin ocuparse en otra cosa que en el estudio y sin que accidente alguno<br />
alterara aquel vivir, hasta que un día saliendo ella de la iglesia con la señora<br />
Directora, a poco de haber andado, divisaron a unos viajeros: un hombre de buen<br />
porte, algo entrado en edad y dos jóvenes, una señorita y un imberbe mozo, muy<br />
bien trajeados, cabalgando en buenas caballerías y que a paso de camino venían<br />
subiendo la calle en dirección opuesta a las nombradas y dos condíscipulas de<br />
Andrea, Carmen y Rosario Ruiz que las acompañaban.<br />
Como siempre inspira curiosidad un forastero que va de viaje, con mayor<br />
razón aquellos tan bien puestos y que iban a hacer encuentro con Andrea. Así<br />
que, ésta, de natural vivo y además curiosa, desde lejos les clavó la vista, fijándose<br />
en ellos con ahinco y más a medida que se le acercaban.<br />
De pronto, y cuando ya próximos pudieron mirarse bien, hubo un choque<br />
tan extraño entre los viajeros y la niña, que aquéllos inconscientemente pararon<br />
las caballerías y ella retrocedió algo, palideciendo y temblando, en una especie<br />
de agitación nerviosa que le hizo recostar a una de sus compañeras.<br />
este encuentro fué corto, pero lo suficiente para que los que llegaban se<br />
fijaran bien en Andrea y ésta, la Directora y sus compañeras en aquéllos, particularmente<br />
en la joven, que siguiendo calle arriba, volvía la mirada a cada<br />
momento sobre el grupo formado por la maestra y sus tres discípulas.<br />
Andrea, notablemente emocionada, prosiguió con sus compañeras, apoyada<br />
en Carmen Ruiz, las tres en silencio y pensativas; puesto que en aquel choque<br />
habían encontrado un caso curioso: la suprema semejanza de la viajera con<br />
Andrea.<br />
Al entrar a la casa, ésta, impresionada y descaecida, se dejó caer en una<br />
silla, dándose a pensar sobre lo ocurrido, tratando de poner algo en limpio,<br />
de penetrar un enigma, una cosa extraña, un algo que ella presentía en lo que<br />
acababa de pasar.<br />
—¿Por qué se ha impresionado tanto, niña?, le dijo la Directora<br />
acer cán dosele.<br />
—No sé, señora, contestó Andrea, con aire de preocupación.<br />
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