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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
—Pues…yo...<br />
—Nada, sin reticencias, volvió Matilde.<br />
—Creo... que no la veremos más. Han pasado tantos años y tanto es lo que<br />
se ha inquirido por ella, que al fin no veo resorte que mover.<br />
¿Yo mismo no he recorrido tanto, averiguando por nuestra hija?... ¿qué nos<br />
resta por hacer?...<br />
Matilde oía a su esposo, pensativa y con la vista fija en el suelo; pero de<br />
pronto, animándose, paróse de la silla, que ocupaba y con la gravedad de la<br />
sacerdotiza de Apolo, dando los oráculos en Delfos, gravedad que aterraba,<br />
le dijo a aquél:<br />
—filomena volverá a la casa; se sentará a la mesa con nosotros; tendremos<br />
con ella unas veladas encantadoras en “san Pablo”, oyendo a la amada de mi<br />
corazón, contar una historia tan larga… tan larga.... tan triste... tan mise....!<br />
No pudo concluír la exclamación, le flaquearon los pies y se dejó caer en la<br />
silla, aunque por esta vez el malestar fué pasajero. Luégo, como animada por<br />
algún presentimiento, siguió haciendo a su esposo unas preguntas tan atropelladas<br />
que ni tiempo le daba para contestarlas:<br />
—¿Como está la casa de “san Pablo”?... ¿está muy arruinada?... es necesario<br />
arreglarla mucho, pero mucho… Quiero tanto esa casa… La camita de filomena<br />
no la quiten de donde estaba cuando ella se fué... nó, no la quiten... La portada<br />
que da al camino, no la derriben Antonio, deben arreglarla con lujo, quiero<br />
verla... Y hagan asear el patio... Aquel llanito frente a la casa, bien barrido, bien<br />
aseado, porque a filomena le gusta mucho, corretear allí bajó los árboles... el<br />
jardín muy enmalezado? Yo que traje de Bogotá tantas semillas de flores tan<br />
hermosas... le gustaban las flores a filomena?... !pobre hija mía!...<br />
Antonio, alarmado, no sabía qué hacer, creyendo que Matilde iba perdiendo<br />
el juicio y por esto llamó a sus hijos, que acudieron con presteza, pues como<br />
ya otras veces se había visto a la adolorida madre en aquella situación, vivían<br />
sobre aviso:<br />
—¡Mamá!, gritaron Rosa y Jaime, entrando…<br />
—¿Qué tiene mamacita?<br />
—¿Qué sucede, papá?<br />
—Nada, nada hijos, dijo Matilde, sonriendo de la manera más dulcemente<br />
triste, nada me sucede.<br />
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