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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

—¡Qué bello es el heroísmo!, qué grandes los sacrificios que se hacen por<br />

una causa santa.<br />

—Así es, hijo, así es. Y ya que eres tan entusiasta por las glorias patrias y<br />

lo que las conmemora, será de tu gusto conocer en Rionegro el monumento<br />

erigido al héroe de Ayacucho y Tenerife, para guardar sus cenizas.<br />

—¿Muy hermoso, papá?<br />

—soberbio, hijo, soberbio. es de mármol, de gran tamaño, y está colocado<br />

sobre una colina que domina la ciudad. semeja una garza de pié al borde <strong>del</strong><br />

<strong>nido</strong>, abriendo las alas para cobijar y proteger con ellas a sus hijos, cuando ruja<br />

la tormenta!<br />

—Oigan a este viejecito querido echando chorro, dijo Rosa, abrazando a<br />

su padre. —Y... de Rionegro, a dónde seguimos, interrogó Jaime, entusiasmado<br />

con el paseo.<br />

—eso lo veremos allá.<br />

—No, papá, de una vez, hagamos el programa hoy mismo, volvió Jaime<br />

sacando <strong>del</strong> bolsillo una cartera y un lápiz.<br />

—entonces, continuó Antonio, quizás será bueno ir primero a Rionegro<br />

en donde hay hermosas mujeres, lindas flores y una famosa historia marcial.<br />

en seguida a Marinilla donde conservan con orgullo la memoria de sus héroes,<br />

en la Magna guerra, contando entre ellos a la valerosa matrona doña simona<br />

Duque, que presentó sus siete hijos para aquella lucha.<br />

—!Lindo, papacito!, !lindo!, dijo Rosa palmoteando.<br />

—irémos después al santuario, reanudó el padre, y ya que tanto se interesan<br />

por lo tocante a Córdoba, allí podrán llorar, hijos míos, al ver la casa en donde<br />

murió el héroe, la caja de madera sobre la cual se recostó aquel grande hombre<br />

en sus postrimerías.<br />

—Asesinado, dijo Jaime, por un aventurero irlandés llamado... Ruperto<br />

Hand.<br />

Por largo rato siguieron aquella íntima conversación de familia, terminando<br />

por fijar la fecha <strong>del</strong> viaje.<br />

Al fin Rosa y Jaime se retiraron, quedando solos Matilde y Antonio, otra<br />

vez, preocupados con aquella idea que tanto los atormentaba y sin atreverse a<br />

romper el silencio ninguno de los dos.<br />

Aquí se vieron los esposos en una de esas situaciones tirantes y difíciles,<br />

en las cuales algunas veces se encontraban, y las que Antonio trataba de<br />

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