Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido Terminado aquel examen, Luisa recomendó a Andrea el cuidado de la túnica, por si en algún tiempo necesitaban de ella, como comprobante. Y desde aquel día, primero de libertad para Andrea, en “Los Alticos” sus moradores, se entregaron a una pobre, pero sosegada vida, de afectos, de contemplaciones y de trabajo, mientras el desterrado a “Chontalito” tornaba, para ponerlo al corriente de lo que pasaba. ¡Qué felicidad para Luisa! ¡Qué dicha para Andrea! Que cuando nó, ayudándole a aquélla en sus tareas, éstas se entregaba a los juegos mas inocentes, corriendo, revoloteando con los niños de su hermana por rastrojos, llanos y huertos, como un pajarito, al cual le abrieran las puertas de la jaula, o bien: Como el corderillo Que en tardes hermosas, Brinca, juega y corre Del monte a la sombra. Pero no se crea que, por lo dicho, Andrea dejaba la formalidad de señora y de “señora grande”, como lo decía Luisa, nó, señor, ella siempre estaba al cuidado de la casa, particularmte en las ausencias de la viuda a sus quehaceres, viendo entonces por ña Tomasa, cuanto se le ocurriera a la vieja, y por los chicos, lidiándolos con el cariño y la solicitud de una madre; pagando así el amor que a aquel ángel de bondad le prodigaban en la apasible vivienda de “Los Alticos”. XXXXVII Cuando el peón llegó a “Chontalito” con la contestación de Luisa; Daniel se encontraba allí con Luciano, y cual fué la curiosidad que les entrara al ver que le decían al niño, que tenían que comunicarle “un mundo de cosas”. ¿Qué podrían ser tales cosas?, se decían. ¿La vuelta de isidoro?, lo dijeran claro. ¿Que Andrea se había arrepentido de la promesa a Luciano?, menos. Y si esto fuera, a qué llamarlo con empeño? * 210
* Juan José Botero ¿Que ya tenían noticia de su verdadera familia?, esto sí era razonable... en fin, es lo cierto, que despejada la situación política y ya el herido mejorado notablemente se resolvió abreviar el viaje, quedando Daniel encargado de ambas fincas. Y Luciano siguió para “Guacimal”. Y como no falta quién sea el portador de malas noticias, en su casa sabían lo de la herida y lo ocurrido entre él y Andrea. Por eso, a su llegada, madre y hermanas le recibieron con aire de suma curiosidad, preguntándole por su salud, aunque un poco rostrituertas por aquello con la zambita Blandón. —No le hace, se decía Luciano para sí, cuando esto notaba, me importa poco que no les guste Andrea, ellos no son los que se van a casar con “mi mona”, sino yó. Le ofrecí mi mano y lo cumplo, aunque se desplome el universo. se la daré por sobre todo el mundo. Algún día se persuadirán de los méritos y cualidades de esta criatura. Don Nicolás, o no sabía lo que pasaba, o no quería ya tomar cartas en el asunto, y esto último sería lo probable, viendo, con lo machucho y práctico que era, que si su hijo insistía, después del extrañamiento a “Chontalito”, era peor contrariarle aquel capricho; más aún, cuando por los runrunes que a él llegaban, según lo confesado por la vieja Romana, la “tal zambita de mal añaje”, como que era blanca y de buena familia.... lo que unido a su crianza en los rústicos oficios del montañés, le hacía propia para acompañar a Luciano en sus rudas tareas... ¿qué sabemos? es lo cierto, que a la mañana siguiente de su vuelta a “Guacimal”, con el pretexto del baño, el niño, en dos por tres se puso en “Los Alticos”. Desde que Andrea divisó a Luciano que se llegaba, el corazón apréciale con sus movimientos que iba a estallar, y así a Luciano. este llegó con su porte caballeroso, saludando afectuosamente a las dos amigas, que contestaron la salutación con el cariño de siempre: pasando Andrea de la palidez del susto, al encendido rojo de la amapola, muda es cierto, pero hablándole con los ojos en ese amoroso lenguaje que más dice con miradas que con palabras; manifestación callada, pero elocuente a la cual Luciano, cohibido, por el respeto que ya le hemos conocido para con Andrea, sólo contestó estrechándole la mano en dulce arrebato de amor. Le hicieron entrar a la sala de la casa y allí, después de mutuas preguntas y repreguntas, sobre tantas cosas que tenían para interrogarse de lo sucedido a * 211
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Juan José Botero<br />
¿Que ya tenían noticia de su verdadera familia?, esto sí era razonable...<br />
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Y como no falta quién sea el portador de malas noticias, en su casa sabían<br />
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—No le hace, se decía Luciano para sí, cuando esto notaba, me importa poco<br />
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Don Nicolás, o no sabía lo que pasaba, o no quería ya tomar cartas en el<br />
asunto, y esto último sería lo probable, viendo, con lo machucho y práctico que<br />
era, que si su hijo insistía, después <strong>del</strong> extrañamiento a “Chontalito”, era peor<br />
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según lo confesado por la vieja Romana, la “tal zambita de mal añaje”, como<br />
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oficios <strong>del</strong> montañés, le hacía propia para acompañar a Luciano en sus rudas<br />
tareas... ¿qué sabemos?<br />
es lo cierto, que a la mañana siguiente de su vuelta a “Guacimal”, con el<br />
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Desde que Andrea divisó a Luciano que se llegaba, el corazón apréciale con<br />
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este llegó con su porte caballeroso, saludando afectuosamente a las dos<br />
amigas, que contestaron la salutación con el cariño de siempre: pasando Andrea<br />
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