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Juan José Botero<br />
XXXXV<br />
Algunos días habían pasado después de aquel en que Andrea volviera a “Los<br />
Alticos’. Ya vimos cómo en esa fecha llegó a “el Arenal” Romana, con dolor de<br />
cabeza y hormigueo en las sienes.<br />
La revolución va tocando a su fin, con esperanza de que pronto vuelva a<br />
Antioquia a la vida de paz y de trabajo.<br />
Daniel, como plenipotenciario de Luciano, ha podido entenderse con Luisa,<br />
sólo de paso ha tratado a Andrea, lo suficiente para darle cuenta <strong>del</strong> estado de<br />
Luciano y llevarle a éste algunas noticias de su novia.<br />
el herido mejoraba notablemente.<br />
en casa de los Quiramas había calmado el rencor para con los vecinos y ya<br />
poco caso hacían de ellos, porque malogrado el matrimonio, no estaba la cosa<br />
para echarse a cuestas a Romana, reducida como estaba a la cama desde el día<br />
<strong>del</strong> desbarajuste en san Antonio; de mal en peor todos los días y viviendo de la<br />
caridad pública particularmente de lo que por conducto de Andrea, le enviaba<br />
Luisa.<br />
en estas y las otras corría el tiempo, cuando llegó el 5 de abril de 1877 y con<br />
esa fecha el témino de la revolución, de modo que cada cual pudo entregarse de<br />
nuevo a sus ocupaciones, para resarcir tantos daños como traen consigo estas<br />
miserables luchas fratricidas, que nos diezman, nos empobrecen y nos llevan<br />
al salvajismo.<br />
La enfermedad de Romana se tornó cosa seria, nada menos que en fiebre<br />
lenta, que de día en día se agravaba dejando comprender que la vida de esta<br />
india sería ya corta.<br />
entre los vecinos se propusieron ver por ella, especialmente Luisa, y luégo<br />
de “Guacimal”, y aunque tan pobres, no se quedaban atrás los Quiramas,<br />
pues cuando menos, le servían, yendo algunos de ellos a hacerle compañía<br />
por la noche, prestándole ayuda a Luisa y a Andrea que se hablan declarado<br />
sus enfermeras.<br />
Y Romana empeorando, y su fin acercándose a cada sol que pasaba.<br />
un día, ya muy postrada, pidió que le llevaran el viático y en seguida el<br />
sacerdote estuvo en “el Arenal”, teniendo la vieja muy larga conferencia con<br />
él. Y sea que la hora era llegada, de pronto y en aquel momento se agravó de<br />
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