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Juan José Botero<br />
Horrible era el sufrimiento de Luciano.<br />
Por una parte que nadie se atrevía a salir de “Chontalito”, por el miedo de<br />
comisiones reclutadoras y expropiadoras, y de retenes en los caminos y trochas,<br />
y por otra, que él no se atrevía a enviar donde Luisa a averiguar la verdad, temiendo<br />
que al saberla, caso, de que, a Andrea le hubieran obligado a casarse<br />
con isidoro, le costara algo así como la vida, mientras que en aquella engañosa<br />
ignorancia de lo ocurrido, alcanzaba alguna esperanza, para fortalecerse en su<br />
convalecencia y ayudar al estado de alivio de que ya gozaba.<br />
es decir que quería saber y no saber.<br />
Lo peor de todo, para el caso, repetimos, era el recrudecimiento de la guerra,<br />
lo extremado de las persecuciones, que por esto ya nadie se aventuraba a moverse,<br />
no dirémos de la casa, de los escondidos ranchos en montes y rastrojos,<br />
en donde pasaban las gentes días y días huyendo <strong>del</strong> cuartel.<br />
Al fin Luciano, una vez que amaneció en el colmo <strong>del</strong> despecho, por la<br />
incertidumbre en que se hallaba resolvió jugar la partida, y al conferenciar con<br />
Daniel, se convino en que éste tomara a su cargo el arriesgado viaje, en solicitud<br />
de la suerte que hubiera corrido Andrea. Así, que, al siguiente día, cuando ya<br />
comenzaron a alegrar con sus trinos los pájaros a “Chontalito”, despidiéndose<br />
de Luciano, y tomando por su casa en “Los Charcos”, allí se armó de un cuchillo<br />
de monte y dejando la finca atrás, por atajos, unas veces, y otras trochando por<br />
el monte es lo cierto, que a “Los Alticos” fue a dar, a entenderse con Luisa de<br />
lo ocurrido.<br />
entretanto, Luciano, se fastidiaba a más y mejor aunque es cierto que había<br />
dejado la cama y podía dar sus paseos, la impaciencia y el tedio le tuvieron loco<br />
en ausencia de su amigo.<br />
Y así, las horas se le iban asomándose por aquellos puntos de donde se divisaba<br />
el camino por el cual debía tornar el emisario, y enviando vigías a todas<br />
partes, a ver si por alguna se mostraba éste.<br />
en tal espectativa y con las idas y venidas, se agótó de fuerzas y cayó en la<br />
hamaca, fatigado, algo así como fuera de sentido, sin darse cuenta de lo que por<br />
aquellas momentos acontecía.<br />
Ya hemos dicho que Luciano cantaba acompañado de la guitarra; como por<br />
la noche, atacado de aquella displicencia, hallara este instrumento a la mano, lo<br />
tomó inconscientemente dando principio a una nerviosa tocata, que, ni él sabia<br />
lo que era ni nadie que lo oyera pudiera saberlo.<br />
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