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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
en sangre, y me ponía a llorar, y me daba una opresión en el pecho, una cosa<br />
que parecía… así, como si me fuera a ahogar... y con unas ganas de gritar bien<br />
recio, muy recio, a ver si me oían ustedes.<br />
—será pecado llorar por un hombre… llorar tanto por un señor que... pues<br />
así de otra casa?... Y ya vé, yo confesada.<br />
—No crea que esto es malo, hijita. Qué pecado va a ser llorar por uno de<br />
nuestros semejantes. Basta saber que todos somos hermanos en la tierra. Y ahora<br />
que por este menos, tan generoso y atento. Ya vé como se expuso por salvarla a<br />
usted... Además, que si ante los hombres nó, ante Dios, puede decirse, que él es<br />
su esposo. Recuerde aquel juramento tan sagrado que hizo antes de emprender<br />
la huída.<br />
La candorosa virgen se encendió, ruborizándose; al decirle esto Luisa y<br />
bajando los ojos y fijando la mirada en el suelo, murmuró, paso y aspirando<br />
la frase:<br />
—Y yo que no le dije esto al señor Cura!<br />
Tan pronto como Andrea tomó algún alimento, siguió para “el Arenal”,<br />
hallando a la vieja mucho peor de lo que la dejara y ardida de fiebre.<br />
sin embargo: la Grisales se recobró un poco, cuando aquel ángel de bondad,<br />
practicando las obras de misericordia, la visitó, dándole de comer y de beber,<br />
tratando de consolarla en su terrible situación, haciéndolo con la dulzura y<br />
<strong>del</strong>icadeza de una verdadera hija.<br />
Los males que la vieja causaba a la niña ésta se los devolvía con bondades.<br />
XXXXIV<br />
Después de ser herido Luciano, en su permanencia en “Chontalito”, ninguna<br />
noticia de Andrea se había procurado y como él sabía que fuera de la viuda de<br />
Villada, la niña no tenía mas doliente, alguna persona capaz de impedir el matrimonio<br />
con el indio, el joven temía, con toda razón, se hubiese realizado éste,<br />
y tal temor, u<strong>nido</strong> al estado de debilidad causada por la herida, le tenían de tal<br />
modo, que estaba a cantos de perder el juicio, la poca razón que le quedaba; si<br />
bien, es cierto, ya fuera <strong>del</strong> riesgo, como lo declaró el médico y lo consideró su<br />
amigo Daniel que no lo abandonó un momento.<br />
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