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Juan José Botero<br />
que juguetean en el corredor de la casa y a quien la madre les sonríe distraída<br />
pensando quizá en la felicidad que la circunda.<br />
inútil es decir que la mujer es Matilde y los preciosos chismes de gente que<br />
la rodean sus hijos filomena, Rosa y Jaime.<br />
el 24 echaron holgorio allí, hasta que Dios mandó su santa luz el 25; pero<br />
viaje para el pueblo, quién dijo?, cuando en este día se siguió la fiesta, y baile<br />
por aquí, y canto por allá, y juegos de prendas más allá, y algunos durmiendo la<br />
trasnochada más acá, y los dormidos trasudando y mostrando caras pintorreadas<br />
con corcho quemado, y… parranda por todas partes.<br />
el 26 sí era justo que desfilara la comitiva y así sucedió, quedando en “san<br />
Pablo” sólo la reina de la fiesta, Matilde, con sus tres niños, y nada más, pues<br />
hasta Antonio, que no aguardaba otra cosas sino que pasara Noche-buena tuvo<br />
que ausentarse de allí, porque se le ocurría y muy preciso, un viaje al alto Cauca<br />
en arreglo de negocios comerciales.<br />
Ah!, pero con Matilde había para llenarlo y embellecerlo todo.<br />
Miradla allá, en el corredor, recostada al barandal, ¿podrá hallarse otra mujer<br />
más hermosa? su moreno pálido; sus negros ojos; sus tiernas miradas; su tersa<br />
y ancha frente; su boca tan primorosa, donde se muestra en juego a todas horas<br />
la más simpática de las sonrisas; aquella morbidez, blancura y suavidad en toda<br />
ella que parece que si se tocase, se hundiría el dedo; vestida con ligera bata, que<br />
deja dibujar las gratas ondulaciones de sus contornos semejándola todo esto a<br />
la Concepción de Murillo, viniendo a ser mayor el parecido por andar rodeada<br />
de sus niños, tal así como concibió y puso en el lienzo, cercada de ángeles, a<br />
aquella Madona, el gran pintor.<br />
Matilde gozaba desde el corredor de la casa viendo corretear en el llanito a<br />
sus hijos, con un gran perro de lanas, y un taimado gato, traveseando bulliciosos<br />
y alegres.<br />
Y como el llano venía a terminar en el camino real que cerca a la casa pasaba,<br />
donde había una gran portada que servía de entrada a la finca, hasta allí<br />
se aventuraban a llenar algunas veces los niños.<br />
—Jaime! filomena!, gritaba desde el corredor la mamá: ya se los tengo<br />
dicho que no lleguen al camino, no saben que por allí pasa tanta gente, sobre<br />
todo dejan sola a Rosa y ella se desespera.<br />
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