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Lejos del nido

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*<br />

Juan José Botero<br />

—si, señora, llegó y al tomó y está lo más enferma.<br />

—Vamos, vamos hijita, a ver qué le doy a usted primero, y luégo veremos<br />

que le lleva o le llevamos a mi comadre.<br />

—Como le digo: por mí no se afane, pues... si yo le contara: estoy más bien<br />

alimentada.<br />

—¿Cómo así?<br />

—Comulgadita! comulgadita!<br />

—¡Ah! cosa querida, esa es mucha dicha.<br />

—Tanta, señora, que me siento livianita... casi vuelo... Vea: con tanto retoñito<br />

que tuviera así de alas, era capaz de encumbrase ahora mismo y caer en…<br />

“Chontalito”, o por allá bien lejos.<br />

Luisa se rió de aquella sencilla e inocente salida y en seguida siguieron<br />

para la cocina, donde fueron los cariñosos saludos de Andrea a ña Tomasa y los<br />

abrazos y los besos a los niños.<br />

Y ahora, para dar cuenta a Luciano.<br />

¿De quién se valían?<br />

—¡Qué cosas!, decía Luisa; ¡cómo se ha puesto este mundo! No podernos<br />

comunicar con don Luciano. Y como las noticias, cuando son malas vuelan<br />

quién sabe si ha sabido su viaje a “san Antonio”, y la cree a usted ya, en poder<br />

<strong>del</strong> indio, lo que u<strong>nido</strong> a la herida puede serle fatal.<br />

—¡Cómo sufrirá!, dijo Andrea.<br />

—Más de lo que usted ha debido sufrir?, exclamó Luisa, a ver, de veras,<br />

cuénteme sus tragedias con esa gente. si no he hecho otra cosa que pensarla.<br />

Quién sabe cuántas canas me han salido, conque...¿muy mala vida?...<br />

—señora ¡tanto!, como usted no puede figurárselo. supóngase, yo en poder<br />

de ellos, sin saber de usted ni de don Luciano, después que lo vi caer como<br />

muerto... Y mire, como me llevaba de la mano, casi me tumba cuando cayó...<br />

¡Y el grito que dio!... ¡Ave María! señora! yo me vine en la persuasión de que<br />

lo habían matado y... he llorado tanto por él!<br />

—¡Pobre niño! tan generoso, dijo Luisa.<br />

—¿usted lloró mucho por su marido cuando murió?, le pregunto Andrea.<br />

—Mucho, y grité, y me desesperé... yo no sé cómo no perdí el juicio.<br />

—Así me sucedió a mí... y ya vé, sin ser don Luciano nada conmigo.<br />

—Yo, continuó Adrea, cuando me dejaban solas esas gentes, vea, mana<br />

Luisa me parecía que estaba viendo a … pues... a él... así tan patente y bañado<br />

*<br />

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