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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
esto que te dicen y... pies, para que os quiero.<br />
Nunca había ido Andrea en tan corto espacio de tiempo, de “el Arenal” a<br />
“Los Alticos”, como aquella vez, y si Luisa no se fué a tierra cuando vió llegar<br />
a “su muchachita”, no debemos volver a creer en desmayos de nadie.<br />
Pintar la sorpresa, la conmoción nerviosa que le produjo a Luisa aquella<br />
llegada, es difícil.<br />
Pero lo que más cuesta arriba se le hacía, era el ver como se le presentaba<br />
Andrea radiante de alegría y de hermosura: en el colmo de la felicidad.<br />
¡Qué saludo!, ¡qué abrazo aquél!<br />
Luisa se devanaba las entendederas por adivinar la causa de la aparición de<br />
Andrea, y hubo un momento en que tuvo miedo, creyendo asunto de magia lo<br />
que veía; pero estos pensares se sucedieron muy de prisa, pues pronto se enteró<br />
de todo dando ellas por evidente que aquello era un milagro de la Reina de los<br />
Cielos, de aquella inmaculada Concepción <strong>del</strong> pequeño cuadro, que siempre<br />
llevaba consigo y tanto veneraba Andrea.<br />
Lo primero que hizo ésta, después <strong>del</strong> saludo fué preguntar por Luciano, a<br />
lo cual contestó Luisa:<br />
—Bendito sea Dios!, hijita. Parece que todo se reune para volver la<br />
alegría a esta casa. Hoy supe <strong>del</strong> niño. Me dijeron que aunque la herida fué<br />
grave, sigue mejor. Que lo cuida Don Daniel, un joven amigo y vecino, y<br />
que allá están a oscuras de lo que aquí pasa. esta averiguación la hice con<br />
más trabajo que... no diga. usted no puede figurarse cómo dizque está de<br />
enredado ese mundo.<br />
—Mejor señora, que él nada sepa de estas cosas, para qué? no le parece?<br />
—Así es mi hija. Ahora: antes de seguir a<strong>del</strong>ante, vamos a dar gracias a Dios<br />
por tantos beneficios recibidos.<br />
Y tomando de la mano a Andrea, juntas entraron a la sala y arrodilladas allí,<br />
elevaron una plegaria al Cielo en acción de gracias.<br />
Después de orar se alzaron, y sentándose en una banca, quedaron pensativas<br />
y así como que no pudieran darse cuenta de lo que les pasaba.<br />
—¡Andrea!; exclamó de pronto Luisa, llevándose las manos a la cabeza,<br />
ustedes nada habrán comido hoy, pues dónde?<br />
—Verdad, mana Luisa, y qué le parece que no me había acordado, por mí<br />
no tanto, por aquella pobre viejita que la dejé en cama.<br />
—en cama?<br />
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