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Juan José Botero<br />
Y sin embargo, Andrea radiante de felicidad y de hermosura; Andrea en el<br />
colmo de la dicha!<br />
La vieja Romana que bufaba de coraje, quejándose de dolor en la cabeza, y<br />
de hormigueo en las sienes, llegó directamente a la cama, convirtiéndosele tal<br />
zozobra en fiebre gravísima, que no le dejó ya levantar el ánimo.<br />
Andrea, sola, abandonada, y más que huérfana, se sentó en el banco de la<br />
cocina a pensar, ¡pobrecita!, en lo que había sucedido, sacando esto en limpio:<br />
Que había estado al borde de un precipicio, es decir, al ser la esposa de<br />
isidoro.<br />
Que no había caído en el abismo, por un milagro de su virgencita.<br />
Que a isidoro se lo habían llevado para el cuartel, reclutado, y que como<br />
estaba de apurada la guerra, y por consiguiente la necesidad de soldados que<br />
había, a un hombre de las condiciones de isidoro, no lo soltarían así poco más<br />
o menos, considerándose por entonces libre de aquel hombre.<br />
A estas y en su terrible abandono y soledad, le asaltó con más vehemencia<br />
el recuerdo de Luciano, <strong>del</strong> hombre a quien ella había dado su amor y<br />
prometido la mano de esposa; <strong>del</strong> hombre que tan generosamente se había<br />
sacrificado por ella, por salvarla, y así a oscuras de lo que pudiera haber<br />
sucedido a su amado, acongojada por la incertidumbre, rompió a llorar con<br />
toda la fuerza de su alma...<br />
Y cuando ya se desahogara, después de enjugar el llanto con aquel pañuelo<br />
histórico que tántas lágrimas guardara en sus pliegues, se dirigió al interior de<br />
la casa y presentándosele a Romana:<br />
—¿Cómo sigue, señora, le dijo.<br />
—Yo, muy enferma, hijita.<br />
—Y, ¿qué hacemos sin nadita que darle de comer?<br />
—Yo no lo sé, ya no veo forma de nada.<br />
—Pues si a usted le parece voy a prestar algo a la vecindad, cómo le dejo<br />
morir de ham...<br />
un sollozo no dejó acabar la frase a la abandonada flor de “san Pablo”.<br />
—Haga lo que quiera, peso que ya se llevó el enemigo malo esta casa.<br />
—Pues... yo fuera a “Los Alticos”, pero… como usted ha estado tan brava<br />
con mana Luisa… , ella que ha sido tan buena con nosotros...<br />
—Yo, con mi comadre? ¡Dios me libre!, yo no tengo nada que sentir de la<br />
pobre mi comadre. Antes ajualá me la salude si va allá.<br />
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