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Juan José Botero<br />
Aquí iban de tan embrollada conversación, sin poderse zafar de ella Lu ciano,<br />
cuando, entrando en una honda estrechura <strong>del</strong> camino, toldada por el rastrojo,<br />
llamada “el canalón <strong>del</strong> drago”, se oyó a un tiempo esto:<br />
un garrotazo, la voz de un hombre que colérico gritaba: ¡Ah! pícaro, la de<br />
otro que decía ¡me han matado! y la de una mujer que exclamaba ¡Virgen santa!<br />
Volviendo a quedar todo en silencio.<br />
Adivinado estará que el garrotazo fué descargado por isidoro Quirama sobre<br />
la cabeza de Luciano, con aquel apóstrofe insultante, la queja dada por éste y<br />
la exclamación por Andrea.<br />
Jacinta y Basilio que iban a retaguardia, viéndose perdidos volvieron grupas<br />
poniendo pies en polvorosa y a su casa tornaron a eso de la media noche.<br />
Andrea fué rodeada por tres hombres: isidoro y dos matones sus amigos,<br />
cogiendo cada uno de estos a la niña por un brazo, como con tenazas mientras<br />
isidoro, abriendo una navaja de barba, la blandía cerca de su angelical<br />
semblante, diciéndole:<br />
—Ah! perra guyidora!, no intentés movete gu gritar, porque te chambéo ese<br />
rostro hipócrito de güestra cara.<br />
Y sin preocuparse por el hombre que dejaban en “el Arenal”, a donde llegaron<br />
con ella cerca <strong>del</strong> amanecer, casi desmayada, sin oírsele en todo aquel<br />
amargo camino más expresión que ésta:<br />
—¡Por Dios señores!, no me aprieten tan duro que me quiebran los<br />
brazos!<br />
A la hora de la llegada hicieron levantar a la vieja Romana, quien despertó<br />
furiosa, con Andrea y su comadre Luisa, por la que le habían jugado.<br />
el indio isidoro, llegó mal de la cabeza por los tragos, armándola con la<br />
Grisáles y ordenándole que recogiera cuanto chisme se encontrara, para seguir<br />
todos a la casa de los Quiramas, de donde no pudiera salir Andrea y menos<br />
verse con Luisa, antes <strong>del</strong> casamiento.<br />
Y así sucedió que allá fueron a dar.<br />
Y aquí tenemos a la niña viviendo con los Quiramas, mal mirada por aquellos<br />
indios; con centinela de vista a toda hora; mal alimentada y habitando, en un<br />
desmantelado y desaseado cuchitril…<br />
Por esta vez el hado adverso de Andrea iba encadenando los acontecimientos,<br />
de tal manera, que ya se veía venir irremediablemente, sin estorbo alguno, el<br />
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