Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido —Gracias, Daniel, quizás será mejor solo, cuanto menos sea el persona más fácil se mueve la caravana. está tan embochinchado esto. —Como quieras y... de fondos, ¿cómo vas?, esta es la llavecita que todo lo abre. —Los llevo. —Peones, bestias, ropa… en fin, ve en qué te puedo servir. —Nada más que en esto, por ahora; hoy precisamente, suceda lo que suceda, voy a los “Los Alticos” en todo el día de mañana concertaremos el plan de fuga y por la noche nos vendremos. Tú te vas pasado mañana con un caballo ensillado. Hombre!, ¿aquí hay montura? —Todo lo que quieras. —De mujer? —Debe estar el galápago de la señora del mayordomo, y si no está lo consigo prestado, o lo compro, o le robo, o lo hago. —¡Ah! Daniel! siempre tan generoso y bueno. —Vicios que se cogen, dijo riendo. —Pero al asunto, volvió Daniel, quieres tomar algo? —¡Hombre!, con el madrugón y con lo aturdido que estoy, ni recuerdo si desayuné o no. —Preparen desayuno, gritó Daniel, mirando al interior de la casa, y dirigiéndose a Luciano le dijo: —Llevas armas? —¡Armas!, y, para qué? —¡Qué candidez por Dios!, cuando dinero, armas y valor, son las tres cosas ensenciales en estos casos. —Pues, don regaños, todo va, menos las armas. Daniel entró a su pieza y volviendo con un revólver, dijo a Luciano entregándoselo: —es de pelo. Ahora, qué más? —una buena comida o cena para ese día, pues aquí nos vendremos, porque he considerado que la niña quedará bien en compañía de la esposa de tu mayordomo, que es una buena señora…mientras… —entregas esos cinco? —Y lo peor es que no hay de otra. —De suerte que la cosa es seria? * 168
* Juan José Botero —Y muy seria. Conque Daniel, una recepción regia y todo lo más poética posible. —Convenido: aquí tiene el caballero Romeo esta humilde estancia, este desaliñado alcázar, para que se hospede con su linda Julieta. —Y que es linda. —Ya lo creo. —Pero linda por sobre toda ponderación. —¡Mchi!, eso es de todo enamorado: Deja tus chinchadas maula y vamos a corrernos un vidrio a la salud de esa hechicera hada. —Y que lo pide el cuerpo. —A tomar el café, gritaron dela puerta del comedor. —Vámos. Los dos amigos, después de saborearse una totumadita rebosada del buen “prueba al aire”, legítimo cabecero, pasaron al comedor y en acabando el trancado desayuno se despidieron, renovando Daniel la promesa de ir al encuentro de los fugitivos amantes. Luciano, con el alma que le retozaba por todo el cuerpo de alegría, pensando que tan pronto iba a ver Andrea, en parte donde podía hablarle con toda libertad a la adorada de su corazón, caminaba satisfecho, caballero ecuestre, hasta llegar a “Alto Bonito”, punto de donde ya en adelante era peligroso aventurarse a caballo. Allí dejó la bestia al cuidado de un hombre que había sido colono en “Guacimal”, y siguió a pié, extraviando a veces por el monte y un poco tarde de la nóche entró sigilosamente a la casa de “Los Alticos”. —Luisa! —Don Luciano! —¡salud! —¡Qué puntual! —Como siempre. —Resuelto? —A todo, y ella? —Lo mismo. —está aquí? —Vendrá mañana. —Y si me muero de impaciencia? * 169
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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
—Gracias, Daniel, quizás será mejor solo, cuanto menos sea el persona más<br />
fácil se mueve la caravana. está tan embochinchado esto.<br />
—Como quieras y... de fondos, ¿cómo vas?, esta es la llavecita que todo<br />
lo abre.<br />
—Los llevo.<br />
—Peones, bestias, ropa… en fin, ve en qué te puedo servir.<br />
—Nada más que en esto, por ahora; hoy precisamente, suceda lo que suceda,<br />
voy a los “Los Alticos” en todo el día de mañana concertaremos el plan de fuga y<br />
por la noche nos vendremos. Tú te vas pasado mañana con un caballo ensillado.<br />
Hombre!, ¿aquí hay montura?<br />
—Todo lo que quieras.<br />
—De mujer?<br />
—Debe estar el galápago de la señora <strong>del</strong> mayordomo, y si no está lo consigo<br />
prestado, o lo compro, o le robo, o lo hago.<br />
—¡Ah! Daniel! siempre tan generoso y bueno.<br />
—Vicios que se cogen, dijo riendo.<br />
—Pero al asunto, volvió Daniel, quieres tomar algo?<br />
—¡Hombre!, con el madrugón y con lo aturdido que estoy, ni recuerdo si<br />
desayuné o no.<br />
—Preparen desayuno, gritó Daniel, mirando al interior de la casa, y dirigiéndose<br />
a Luciano le dijo:<br />
—Llevas armas?<br />
—¡Armas!, y, para qué?<br />
—¡Qué candidez por Dios!, cuando dinero, armas y valor, son las tres cosas<br />
ensenciales en estos casos.<br />
—Pues, don regaños, todo va, menos las armas.<br />
Daniel entró a su pieza y volviendo con un revólver, dijo a Luciano entregándoselo:<br />
—es de pelo. Ahora, qué más?<br />
—una buena comida o cena para ese día, pues aquí nos vendremos, porque<br />
he considerado que la niña quedará bien en compañía de la esposa de tu mayordomo,<br />
que es una buena señora…mientras…<br />
—entregas esos cinco?<br />
—Y lo peor es que no hay de otra.<br />
—De suerte que la cosa es seria?<br />
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