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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

Llegada la noche se reunió el cuerpo de estudiantes con el preceptor a la<br />

cabeza, dando principio al acto de una manera formal, asistiendo a la sesión<br />

aun la misma “zambita Blandón”, pesadilla de la señora, asustadita, retraída y<br />

avergonzada.<br />

Pasado el examen el maestro quedó satisfecho, al ver que no había perdido<br />

el tiempo. Luégo, se fue animando la tertulia, como en la noche de la<br />

llegada de Luciano y se gozó en “Guacimal”, por aquella vez, de una velada<br />

primorosa, con tal parrandón que hasta “vueltas”, (baile popular de Antioquia)<br />

les hicieron bailar a los gravísimos, estacadísimos, malencarados señores de<br />

aquel cacicazgo.<br />

sólo Andrea permanecía aparte de todo bullicio, animación y contento.<br />

“Que en el cordial festín de la familia<br />

No alcanzaba cubierto para ella”.<br />

Luciano se devanaba los sesos buscando una coyuntura para hablar a solas<br />

a Andrea, pero no la hallaba.<br />

Así, que por aquella noche se fué a la cama satisfecho por haber dado<br />

con Luisa para lo que más tarde ocurriera; pero desazonado por no haberse<br />

podido comunicar con la amada de su corazón, acortándose, como se acortaba,<br />

el tiempo para el viaje, y sin saber a punto fijo qué pensaba y a qué estaba<br />

resuelta ella.<br />

Durmió poco, ¡qué iba a dormir!, y cuando ya la luz <strong>del</strong> día se le venía<br />

entrando por todo agujero que topaba, acordándose de aquellas mañanas en<br />

el ordeñadero, por sí, o por nó, saltó ligero de la cama, se vistió y abriendo un<br />

postigo de la ventana, cuál fue la sacudida que dió, al ver que la sirvienta se le<br />

había a<strong>del</strong>antado, y allá estaba en el corral, sola y en ejercicio de sus funciones.<br />

Andrea, en aquella noche, tampoco pudo dormir.<br />

¡Quién dijo!<br />

Y como la niña pensara que se iba muy pronto el señor, y tal vez no le<br />

repetiría aquello que le dijo una hermosa mañana, en el ordeñadero, por eso<br />

madrugó más que el señor, y también por sí o por nó. Y allí se veía en el mismo<br />

puesto al pié de la “Cachi-panda”.<br />

Luciano a tal vista palideció y tembló, como si se preparara para cometer<br />

un <strong>del</strong>ito, mas vencido ese primer susto, se dirigió al ordeñadero a jugar el todo<br />

por el todo.<br />

—Buenos días, señori… Andrea... dijo al llegar Luciano, atragantado.<br />

—Buenos días, don... dí, don Luciano, contestó Andrea más turbada<br />

que él.<br />

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