Lejos del nido

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09.05.2013 Views

* Lejos del nido segura de que al trascender en su casa lo que usted me revela ni un día más la dejarán allá. —Por eso me he anticipado, dijo Luciano, a eso vengo precisamente, a ver cómo ayudo a usted en la obra santa que se ha impuesto de salvar a esta criatura. Luisa, cuente usted conmigo, disponga usted la batalla como jefe, que yo entraré a la pelea como soldado raso. Andrea se salvará y Andrea será… Luciano no se atrevió a terminar la frase, pero Luisa la acabó así: —Mía, iba a decir, cuénta por Dios! cuénta con esa niña. Que ella no trascienda su pasión. Ojalá que ese corazoncito de oro no despierte todavía al amor y mucho menos en el presente caso, para después tener quizás que llorar su desamparo, sufriendo quien sabe que clase de humillaciones. —Luisa, creía que usted me tenía en mejor concepto; dijo Luciano; resentido. —A usted sí que le tengo. Lo creo muy caballeroso, de sentimientos nobles, capaz de un sacrificio superior... pero... hay tanta distancia de su familia... a una sirvienta... a una nieta de... —No siga por Dios, Luisa!... lo sé todo... sobre el origen que le atribuyen a Andrea; sé cuál es la intransigencia de mi familia, en este caso... pero... también sé... Yo no sé nada, Luisa, yo soy un loco... No me doy cuenta de lo que digo, de lo que hago y mucho menos de lo que pueda hacer. —Pero, siguió Luciano, en todo caso, ya estoy notificado por mi padre que debo seguir a “Chontalito”. Con seguridad que Andrea será despedida por mi madre. Donde la vieja Romana no podrá vivir, usted será su madre, su apoyo, su consuelo, su ángel guardián... —Luisa, continuó Luciano, yo amo a Andrea con locura, con frenesí, con idolatría... ella… aunque algo me ha dado a comprender, no sé si me amará lo mismo, con amor de sacrificio. Muy poco hemos tratado este asunto, y siempre permanece callada, cuando de esto le hablo. Pero, bien sea que se decida del todo por mí, o bien que no lo haga al fin, cuente con mi apoyo, con lo que valgo, para que la salvemos, Luisa: en cualquier caso, en cualquier situación difícil que se vean, acudan donde mí, y... ¡Adiós!... —Don Luciano, volvió Luisa, cuánto le agradezco la visita, y sobre todo, el aviso que me da de lo que pasa en su casa, y el ofrecimiento que me hace, o nos hace, porque Andrea vivirá conmigo... * 154

* Juan José Botero Aquí estuvo Luisa un momento pensativa y luégo siguió, así: —Algún día, niño, le retornaré esta visita, cuando sea muy feliz y esté más sereno de alma que lo que está ahora. Respecto al aviso, de él me aprovecho, y hoy o mañana iré a su casa, en son de paseo, para anticipármele a misiá ignacia, pues yo presumo que pronto seré llamada por ella, para devolverme el tesorito que le entregué. —en cuanto al ofrecimiento, lo recojo y lo guardo, pues yo sé que de él me serviré muy pronto, quizás mucho antes de lo que usted pueda imiginarse... Hasta entonces, que mi noble soldado descanse con arma al brazo y morral terciado, para que no demore la marcha al toque de llamada… Cuando Luisa decía esto, Luciano se preparaba para irse, y tornando la mano de la viuda, entre las suyas, le dijo: —¡Adiós!, salvaremos a Andrea. —La salvaremos, contestó Luisa, irguiéndose. —Y será mía, agregó Luciano, riendo. —O mía, exclamó ella en el mismo tono. ¡Ay!, aquellas dos nobles almas se entendían, se daban la mano como símbolo de promesa para aprestarse a la lucha, pareciendo también como que quisieran disputarse, de antemano, lo mismo que querían o pretendían disputarse otros. esta es la vida. Lucha, siempre lucha! XXXVII Luciano, al separarse de Luisa, siguió para los potreros, y después de darse un baño en la quebrada de “Guacimalito”, se reunió a los peones para ayudar a la recogida de ganados y todo lo que pudieron atrapar, yegua motilona y matalón viejo, con lo que volvieron, por la tarde, a los corrales de la hacienda. “el niño”, por esta vez, llegó placentero y complaciente a la casa. estuvo “delicioso” en el comedor, (frase favorita de Camila). Terminada la comida, invitó a los casi olvidados discípulos a una conferencia en la sala principal, pues quería ver, antes de su viaje, sí habían olvidado las lecciones. * 155

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Juan José Botero<br />

Aquí estuvo Luisa un momento pensativa y luégo siguió, así:<br />

—Algún día, niño, le retornaré esta visita, cuando sea muy feliz y esté más<br />

sereno de alma que lo que está ahora. Respecto al aviso, de él me aprovecho, y<br />

hoy o mañana iré a su casa, en son de paseo, para anticipármele a misiá ignacia,<br />

pues yo presumo que pronto seré llamada por ella, para devolverme el tesorito<br />

que le entregué.<br />

—en cuanto al ofrecimiento, lo recojo y lo guardo, pues yo sé que de él me<br />

serviré muy pronto, quizás mucho antes de lo que usted pueda imiginarse... Hasta<br />

entonces, que mi noble soldado descanse con arma al brazo y morral terciado,<br />

para que no demore la marcha al toque de llamada…<br />

Cuando Luisa decía esto, Luciano se preparaba para irse, y tornando la<br />

mano de la viuda, entre las suyas, le dijo:<br />

—¡Adiós!, salvaremos a Andrea.<br />

—La salvaremos, contestó Luisa, irguiéndose.<br />

—Y será mía, agregó Luciano, riendo.<br />

—O mía, exclamó ella en el mismo tono.<br />

¡Ay!, aquellas dos nobles almas se entendían, se daban la mano como<br />

símbolo de promesa para aprestarse a la lucha, pareciendo también como<br />

que quisieran disputarse, de antemano, lo mismo que querían o pretendían<br />

disputarse otros.<br />

esta es la vida.<br />

Lucha, siempre lucha!<br />

XXXVII<br />

Luciano, al separarse de Luisa, siguió para los potreros, y después de darse<br />

un baño en la quebrada de “Guacimalito”, se reunió a los peones para ayudar a<br />

la recogida de ganados y todo lo que pudieron atrapar, yegua motilona y matalón<br />

viejo, con lo que volvieron, por la tarde, a los corrales de la hacienda.<br />

“el niño”, por esta vez, llegó placentero y complaciente a la casa. estuvo<br />

“<strong>del</strong>icioso” en el comedor, (frase favorita de Camila).<br />

Terminada la comida, invitó a los casi olvidados discípulos a una conferencia<br />

en la sala principal, pues quería ver, antes de su viaje, sí habían olvidado las<br />

lecciones.<br />

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