Lejos del nido

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09.05.2013 Views

* Lejos del nido —Y, cuando se encuentra conmigo? —....No tanto… pues... si... no de correr… es que me asusto mucho, porque soy muy vergonzosa. —No le inspiro confianza? —Respetico, más bien, señor. —No, Andrea; es necesario que deje la timidez conmigo, que vaya aprendiendo a tratarme así… con familiaridad.... como amigos —¡eh! don Luciano una sirvienta confianzuda? yo conozco mi puesto. —Y si lo conoce, por qué anda retraída? —Pues, por lo mismo, señor. —Nó, quiero decir que si usted se conoce y sabe lo que vale, no debe mostrarse tan humilde. —Bueno fuera el papel que hiciera metida en colada con las niñas, como igual a ellas y tratándolo a usted así poco más o menos. —Y si yo le dijera que usted para mí vale tanto como cualquiera de mis hermanas? —....Para usted... nada le digo, pero vaya sálgale con esas a misiá Maria ignacia o a su papá y lo ahorcan…se lo comen vivo. Haga la gracia... —Digame una cosa, Andrea ¿qué hay de isidoro? —Por qué me lo pregunta, señor? —Pues... como he oído decir que entre usted y él hay no sé qué enredos... Andrea se puso como una grana, se mordió los labios y le dió un halón terrible a un ternero. Luciano al comprender lo que le mortificaba esta conversación, afectuosamente, le dijo: —Perdone la chanza. Parece que le ha molestado esto. —Porqué, don Luciano? si usted quiere le digo lo que hay en este asunto: —entre ño Celedonio y mi padrino, dizque se convino en que isidoro se casara conmigo, así que yo estuviera más crecida. en la casa de él cuentan con que se hará el casamiento. isidoro no desiste de esto y me ha dicho que lo llevará adelante por sobre todo, y hasta me ha amenazado con barbera si me le quito, y a mi hermana Luisa dizque la mata, si se sabe que le hace mal tercio. Y como yo le cogí mucho miedo a ese hombre, y ella, mi hermana, anda siempre en mi defensa por librarme de él, consiguió que me admitieran de sirvienta en su casa, y... aquí tiene usted el cuento. * 144

* Juan José Botero —Bueno, Andrea, oígame otra pregunta, si no se incomoda. —Por qué, ya no le dije? en mi pobre condición, qué derecho tengo a quejarme? Mal le asentó a Luciano esta contestación, pero por seguir un poco más la zumba, le dijo: —Y, porqué no quiere a isidoro? —¡eh!, don Luciano! usted si que me cree… sinembargo, quién dijo que yo no lo quiera? Yo no aborrezco a isidoro, ni aborrezco a nadie, lo que le tengo a ese hombre es miedo, como le dije. Y lo que es para marido… ni riesgo. —Algunos amorcitos que tendrá usted tapaditos. —No lo he pensado. —Quién sabe: no dejará de tener sus… enredos… —Qué enredos, don Luciano! esas son palabras ociosas que mi Dios toma en cuenta. —No, Andrea, ya que llevamos las cosas a este punto, le digo con toda formalidad, que deseo saber como piensa y en quién … a ver… diga. Andrea, toda desconcertada no sabía lo que le estaba pasando. Con nada acertaba. Dejó voltear dos veces la vasija en que ordeñaba y otras tantas derramó la leche.Y atisba que más atisba a ver si venía alguno en su auxilio, sentía llegar la avenida. —Valiente la vaca tan necia!, dijo al fin, hágame favor don Luciano de acabarla de ordeñar, mientras voy por los niños para darles la leche. —Le ayudaré, pero usted no se me va Andrea, porque ya que se presenta la ocasión, quiero que me diga con toda franqueza... —Don Luciano, yo me voy…ya vuelvo... —Nó, nó, le decía éste, atragantado, recibiéndole la vasija, es preciso, es necesario que usted me confiese .... —Ya no le dije, pues, lo de isidoro, exclamó la niña con suma naturalidad, y al mismo tiempo temblorosa y coloradita, por la turbación y por el calor del sol de la mañana que le daba de frente sobre su hermoso rostro. —No es esto de isidoro, sino aquello que le pregunté: si tenía… o no tenía... —Tenía, qué? —Algún amorcito.... * 145

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

—Y, cuando se encuentra conmigo?<br />

—....No tanto… pues... si... no de correr… es que me asusto mucho, porque<br />

soy muy vergonzosa.<br />

—No le inspiro confianza?<br />

—Respetico, más bien, señor.<br />

—No, Andrea; es necesario que deje la timidez conmigo, que vaya aprendiendo<br />

a tratarme así… con familiaridad.... como amigos<br />

—¡eh! don Luciano una sirvienta confianzuda? yo conozco mi puesto.<br />

—Y si lo conoce, por qué anda retraída?<br />

—Pues, por lo mismo, señor.<br />

—Nó, quiero decir que si usted se conoce y sabe lo que vale, no debe mostrarse<br />

tan humilde.<br />

—Bueno fuera el papel que hiciera metida en colada con las niñas, como<br />

igual a ellas y tratándolo a usted así poco más o menos.<br />

—Y si yo le dijera que usted para mí vale tanto como cualquiera de mis<br />

hermanas?<br />

—....Para usted... nada le digo, pero vaya sálgale con esas a misiá Maria<br />

ignacia o a su papá y lo ahorcan…se lo comen vivo. Haga la gracia...<br />

—Digame una cosa, Andrea ¿qué hay de isidoro?<br />

—Por qué me lo pregunta, señor?<br />

—Pues... como he oído decir que entre usted y él hay no sé qué enredos...<br />

Andrea se puso como una grana, se mordió los labios y le dió un halón<br />

terrible a un ternero.<br />

Luciano al comprender lo que le mortificaba esta conversación, afectuosamente,<br />

le dijo:<br />

—Perdone la chanza. Parece que le ha molestado esto.<br />

—Porqué, don Luciano? si usted quiere le digo lo que hay en este asunto:<br />

—entre ño Celedonio y mi padrino, dizque se convino en que isidoro se<br />

casara conmigo, así que yo estuviera más crecida. en la casa de él cuentan con<br />

que se hará el casamiento. isidoro no desiste de esto y me ha dicho que lo llevará<br />

a<strong>del</strong>ante por sobre todo, y hasta me ha amenazado con barbera si me le quito,<br />

y a mi hermana Luisa dizque la mata, si se sabe que le hace mal tercio. Y como<br />

yo le cogí mucho miedo a ese hombre, y ella, mi hermana, anda siempre en mi<br />

defensa por librarme de él, consiguió que me admitieran de sirvienta en su casa,<br />

y... aquí tiene usted el cuento.<br />

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