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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />
Y si había momentos en que trataba de revelarse su limpia procedencia,<br />
con esa fuerza de voluntad adquirida en tan larga escuela de infortunios,<br />
volvía sobre su corazón y lo refrenaba, mostrándose en seguida resignada<br />
ante la suerte.<br />
¡Qué luchas, Dios santo!<br />
Y eso que Andrea se andaba, como ya dijimos, en el amanecer de una castísima<br />
adolescencia.<br />
Para ella apenas alumbraba la luz sonrosada que precede la salida de un<br />
hermoso sol.<br />
¡Ay!, cuando ese sol llegue al cenit!<br />
Luciano que no las tenía todas consigo, desde la escena de la víspera en<br />
“el Alto de los Arrayanes”, cada vez que por casualidad hacía encuentro<br />
con la dentroderita se turbaba, dándose luego a admirar aquel porte, aquella<br />
hermosura, extrañando, eso sí, que más se turbara ella, cosa que se le iba haciendo<br />
muy notable, pues no encontraba causa para tanto miedo, o repulsión,<br />
o vergüenza, máxime cuando él procuraba hacerse el desentendido con ella<br />
y casi ni aun la miraba.<br />
Y la curiosidad de Luciano crecía y tomaba cuerpo, de tal suerte que, estando<br />
por la tarde en su cuarto, al entrar Camila a darle conversación, aquél se<br />
a<strong>del</strong>antó, y sin más preámbulos le dijo:<br />
—Mila, me crees que me tiene impresionado la tal niña que tienen aquí<br />
de sirvienta.<br />
—Ahora, sí!, exclamó Camila riendo: amores tenemos con la nieta de ño<br />
Mateo Blandón...<br />
—¡Amores!, qué amores ni qué niño muerto!, no es eso, Mila, no es eso; lo<br />
que me preocupa es otra cosa.<br />
—Pues hombre de Dios, qué cosa puede ser?<br />
—Yo no lo sé; pero desde ayer, cuando llegamos a “Los Arrayanes”, que le<br />
eché aquel tan comentado saludo, y que luégo me referiste lo que sabías de su<br />
historia, y aun más, después que al descuido me he fijado en ella, he comprendido<br />
que la tál sirvienta no es tál sirvienta.<br />
—Y qué es, pues?, bobito.<br />
—esa niña, Camila... esa niña es... yo no sé pero es...<br />
—Naturalmente que algo tiene que ser...<br />
—Pues, sí... pero... ¡yo no sé!<br />
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