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Juan José Botero<br />
y abriendo la puerta, después de ponerse en pie, de allí pudo contemplar el<br />
conjunto que dejamos dicho; aspirar el aire fresco de la mañana, y en medio de<br />
tanto ruido, oír el canto que sobresalía y que tenían en el corral de la ordeñada,<br />
Carmen y Rosario, con la desconocida rubia; precioso trino de aquellas pizpiretas<br />
y lindas chicas que con tal tesón ayudaban a las obscuras sirvientas en el<br />
ordeñadero.<br />
Luciano pidió agua, se bañó, y salió en dirección a las acuciosas ordeñadoras<br />
en solicitud de un vaso de leche.<br />
¡Pobre Andrea!<br />
Terrible fue el susto que se dio cuando en ejercicio de sus funciones, inclinada<br />
al pie de una vaca, oyó a la espalda la voz de Luciano, dando los buenos días.<br />
Casi se le cae la totuma de las manos. Allí se acabó para ella la tarea, dando<br />
pifia a la ordeñada y con disimulo mal disimulado, tomó a un niño que estaba<br />
por ahí, y fingiendo cualquier pretexto se alejó <strong>del</strong> ordeñadero.<br />
Luciano comprendió, al momento, lo apenada de la criadita y el miedo<br />
de verse cerca de él y esto le llamó la atención, pero la impresión pasó pronto,<br />
pensando que nacía tal pena o turbación, <strong>del</strong> malhadado saludo <strong>del</strong> día anterior<br />
y de las bromas de las muchachas por él.<br />
A poco volvió con sus hermanas al interior de la casa a seguir como unas<br />
pascuas, pues aquel sábado fué día de holgorio en “Guacimal”, sin que a nadie<br />
se le viera en oficio, habiendo subido muchos puntos la parranda casera.<br />
A todas estas que don Nicolás, a quien se respetaba, por su natural serio, se<br />
madrugó para el mercado de Rionegro y aquí que no pecan los Ruicitos.<br />
La señora, doña María ignacia, “con la cabeza así”, decía ella, señalando<br />
como una gran tinaja, pero feliz envanecida con su doctorcito....<br />
Todo era pues cantos, risas, gritos, y chascarrillos, y juegos, y... regocijo.<br />
La única perona que en la casa de “Guacimal”, aquel día, después de la escena<br />
<strong>del</strong> ordeñadero, se encontraba callada; y más que triste, pensativa, retraída, y<br />
lacrimosa, era Andrea, la huérfana desheredada allí de todo afecto de familia.<br />
Olvidada de todos, y separada de la fiesta, porque comprendía que no tenía<br />
derecho a tomar parte en las alegrías de un hogar prestado…<br />
Y, cuánto sería el sufrimiento de la pobre huérfana!<br />
Porque ella con instinto de señora, con su larga penetración y talento, se<br />
daba cuenta muy bien de su situación.<br />
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