Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido salvar a la chica de las variadas acechanzas que le tienden. La chica adquiere fisonomía, personalidad y entereza propia gracias a la vigilancia discreta de Luisa. Botero nos la presenta desde el prólogo como un ser admirable, que irradia calor humano. Y si la importancia principal de este personaje no resalta a primera vista es gracias al arte del autor, que busca con ello mostrar mejor el carácter discreto, la obra silenciosa de esa mujer admirable que atiende solícita a la chicuela en cada paso que va dando hacia la adultez. Conclusión Muchos otros aspectos notables de la obra merecen resaltarse. el lector atento podrá descubrirlos por su cuenta. Lo que aquí interesaba era mostrar que la novela de Juancho Botero no puede reducirse a un novelón romántico e insípido para nosotros tan conocedores. ¡Hay que ver, por ejemplo, los pasajes jocosos, las décimas de Blandón, su manera de leer, la recluta en sanantonio, el valiente garrotazo y la recuperación lánguida y –esa sí– la parodia romántica que vienen a continuación! ¡Hay qué ver la historia, conmovedora hasta las lágrimas, de la niña Olivia! O la descripción de la fiesta de san Antonio. O la preparación de las hojas de tabaco para su posterior venta en los pueblos. etcétera. en resumen, Lejos del nido es una hermosa novela a la que no se ha prestado la atención que merece. en buena hora la Colección Bicentenario de Antioquia la reedita. es la mejor manera de suscitar la atención de historiadores, geógrafos y literatos por igual. * 14 Jorge Alberto Naranjo Mesa Medellín, junio de 2009
Como supe la historia* Había andado ya largo camino, el sol declinaba, y viendo que llevaba buena jornada, resolví buscarme una posada cómoda para pasar la noche que se llegaba a las zancadas. Tenía necesidad de descanso. La mula que montaba casi no daba paso, y a pesar de arrimarle la espuela, sin mucho miramiento, ella no se daba por notificada y continuaba oreji-caída y en su cachazudo paso. A estas, y a un lado del camino, divisé una casa pajiza con corredores de tejas, muy blanqueada, arbolada, y acequia que cruzaba una llanurita tan empastada, que hizo alzar la cabeza a la mula y dar un fingido rebuzno, como quien dice: ¡quién te comiera! No vacilé, zas! empujé la puerta de golpe, (cancilla) que daba entrada a aquella provocativa posada, y dirigiéndome a la casa seguí por el llanito: plan! plan! plan! plan!... Aquí si trotó la mula, ¡ ah perra!... ¡Adiós mi señora!, grité al llegar al patio de la casa. Latió un perro adentro y enseguida asomó a la puerta una muchacha simpática, de color moreno; un tanto aindiada, caricontenta y aseada, la cual, antes de que yo le dirigiera el saludo, me dijo: —Prosiga, señor. —Gracias, niña, le contesté, ¿el dueño de la casa? —es mi madre, me replicó, y mirando atrás gritó: —Madre!, aquí esta un señor... salió la mamá y después del saludo que nos cruzamos, le pregunté si le sería fácil darme posada por aquella noche, a lo cual contestó: * La versión del presente libro Lejos del nido está basada en la edición de Carlos A. Molina, Medellín, tipografía Helios, 1924 (N. de e.). * 15
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Como supe la historia*<br />
Había andado ya largo camino, el sol declinaba, y viendo que llevaba buena<br />
jornada, resolví buscarme una posada cómoda para pasar la noche que se llegaba<br />
a las zancadas. Tenía necesidad de descanso. La mula que montaba casi no daba<br />
paso, y a pesar de arrimarle la espuela, sin mucho miramiento, ella no se daba<br />
por notificada y continuaba oreji-caída y en su cachazudo paso.<br />
A estas, y a un lado <strong>del</strong> camino, divisé una casa pajiza con corredores de tejas,<br />
muy blanqueada, arbolada, y acequia que cruzaba una llanurita tan empastada,<br />
que hizo alzar la cabeza a la mula y dar un fingido rebuzno, como quien dice:<br />
¡quién te comiera!<br />
No vacilé, zas! empujé la puerta de golpe, (cancilla) que daba entrada a<br />
aquella provocativa posada, y dirigiéndome a la casa seguí por el llanito: plan!<br />
plan! plan! plan!... Aquí si trotó la mula, ¡ ah perra!...<br />
¡Adiós mi señora!, grité al llegar al patio de la casa.<br />
Latió un perro adentro y enseguida asomó a la puerta una muchacha simpática,<br />
de color moreno; un tanto aindiada, caricontenta y aseada, la cual, antes<br />
de que yo le dirigiera el saludo, me dijo:<br />
—Prosiga, señor.<br />
—Gracias, niña, le contesté, ¿el dueño de la casa?<br />
—es mi madre, me replicó, y mirando atrás gritó:<br />
—Madre!, aquí esta un señor...<br />
salió la mamá y después <strong>del</strong> saludo que nos cruzamos, le pregunté si le sería<br />
fácil darme posada por aquella noche, a lo cual contestó:<br />
* La versión <strong>del</strong> presente libro <strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong> está basada en la edición de Carlos A. Molina, Me<strong>del</strong>lín,<br />
tipografía Helios, 1924 (N. de e.).<br />
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