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Lejos del nido

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Juan José Botero<br />

Debía llegar viernes, y en ese día, desde las cuatro de la mañana, todo fué<br />

movimiento en “Guacimal”.<br />

Después <strong>del</strong> almuerzo, Don Nicolás hizo arreglar caballerías para Camila,<br />

Rosario y Carmen, ensillar la mula “manzanilla” para él; y vistiéndose de ruana<br />

de paño, (ya no era para pastusas o capizallos), sombrero jipe de anchas alas y<br />

angosto zamarro, tomando en la mano como cetro, su grueso manatí, afeitado,<br />

por supuesto, al centro y bien arregladas sus respetables patillas, tomó camino,<br />

con sus hijas, a encontrar a Luciano.<br />

Por la tarde, los niños menores consiguieron permiso de doña ignacia para<br />

ir acompañados de Andrea, hasta el “Alto de los Arrayanes”, al tope, quedando<br />

en la casa la señora, viendo que nada faltara.<br />

Por supuesto que Luciano, con lo puntual que era, y con el deseo de volver a<br />

la vída de familia, no se hizo esperar, y como a eso de la media tarde, ya le habían<br />

dado el abrazo de bienvenida, su padre y hermanas, y, caballeros en corredores<br />

corceles, platicaban en dulce intimidad, camino de “Guacimal”.<br />

su padre le hacía algunas preguntas referentes a compartos, expropia ciones,<br />

recluta movimiento de tropas, etc., etc., pues a la sazón tronaba ya la revolución<br />

que se llamó <strong>del</strong> 76.<br />

Rosario y Carmen, impacientes por llegar <strong>del</strong>anteras, y en la edad de<br />

la locura por corretear, apostando carreras, formaban una vanguardia muy<br />

avanzada.<br />

Camila, más reposada, y muy en armonía con Luciano, por edad y genio,<br />

era la sostenedora de la plática con él.<br />

—¿Vienes contento?<br />

—¡Ah!, contentísimo!<br />

—Te fastidiabas, en la Capital?<br />

—No, Mila; por el contrario, me acomodo muy bien en esa tierra, pero con<br />

estas cosas de revoluciones está insoportable la Villa.<br />

—Y ¿no han tocado con ud. para nada?<br />

—¡Diantres! casi que nos llevan. estuvimos a punto, como quien dice en<br />

un tris, de ir todos los estudiantes a echarle fruta al prójimo.<br />

—Y ¿cómo escaparon?<br />

—A fuerza de jugar la caja. sí se fueron algunos, pero por su gusto.<br />

—Y, ¿al caballerito no le gusta la guerra?<br />

—¡Mila, por Dios! qué poco favor me haces!<br />

*<br />

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