Lejos del nido
Lejos del nido Lejos del nido
* Lejos del nido Aquello parece un hormiguero: aquí que trastejan; allí que le dan de blanco a la pared; allá desyerbando solados; más allá aseando los pavimentos de la casa, y sacudiendo a ésta polvo y telaraña; acullá preparando bestias para viaje; y el cuartito que queda a la vuelta del corredor fronterizo, dejándose poner como una plata, con todos esos menesteres propios de una pieza para hombre, y para hombre joven... Qué es? Qué hay? Qué sucede? Pues lo que és, lo que hay, lo que sucede en “Guacimal”, es la cosa más natural del mundo: Luciano, el hijo de Don Nicolás, a quien ya conocemos y que se educa en Medellín, terminó en este año sus estudios, y salió del Colegio, y pidió caballerías y ha de venir a la casa, y como en “Guacimal”, no se pierde el tiempo, en aquello de “si se vá, o no se vá”, pronto sigue el mulato salvador con las caballerías para Medellín a traer al “Niño”, como por antonomasia se le llamaba a Luciano en la casa y sus vecindades. Por supuesto que todos los de la hacienda están de plácemes, porque, “el Niño”, es muy querido, por su especial modo de ser, adornándole muchas prendas morales y físicas, por su buen porte, talento, educación e instrucción. Joven que apenas le apunta el bozo, moreno, alto de cuerpo, bien musculado, de negros ojos, boca burlona, zumboncito, pero no pesado, buen jinete, mejor bailador, y cantor acompañado de la guitarra... en toda la extensión de la palabra, un buen mozo. Pero lo que más le distingue es su modo de ser: lo mismo se está en Medellín sosteniendo plática con un Manuel uribe A., un Mariano Ospina R., o que en el Colegio con un condiscípulo, o en “Guacimal’, con un peón, un arriero. Y lo mismo se vé, como si estuviera en su elemento, en una tertulia departiendo ceremoniosamente con alguna pálida y soñadora belleza medellinense, que en Rionegro, en sabrosa reunión familiar, veladas encantadoras de confianza, chichisveando las espirituales y bellas hijas de la tierra de las flores; o bien con una fresca campesinita, hija de algún colono de la hacienda, que baila guavina con él, coloradita, temblorosa y jadeante, de la pura vergüenza al patroncito... Para Luciano es igual: a todos trata y atiende bien, porque es ingenuo, de talento, y educado... Así, pues; terminados los estudios, volvía al seno de su familia, a poner en práctica todas las teorías que en la hermosa Villa de la Candelaria, se había engullido. * 124
* Juan José Botero Debía llegar viernes, y en ese día, desde las cuatro de la mañana, todo fué movimiento en “Guacimal”. Después del almuerzo, Don Nicolás hizo arreglar caballerías para Camila, Rosario y Carmen, ensillar la mula “manzanilla” para él; y vistiéndose de ruana de paño, (ya no era para pastusas o capizallos), sombrero jipe de anchas alas y angosto zamarro, tomando en la mano como cetro, su grueso manatí, afeitado, por supuesto, al centro y bien arregladas sus respetables patillas, tomó camino, con sus hijas, a encontrar a Luciano. Por la tarde, los niños menores consiguieron permiso de doña ignacia para ir acompañados de Andrea, hasta el “Alto de los Arrayanes”, al tope, quedando en la casa la señora, viendo que nada faltara. Por supuesto que Luciano, con lo puntual que era, y con el deseo de volver a la vída de familia, no se hizo esperar, y como a eso de la media tarde, ya le habían dado el abrazo de bienvenida, su padre y hermanas, y, caballeros en corredores corceles, platicaban en dulce intimidad, camino de “Guacimal”. su padre le hacía algunas preguntas referentes a compartos, expropia ciones, recluta movimiento de tropas, etc., etc., pues a la sazón tronaba ya la revolución que se llamó del 76. Rosario y Carmen, impacientes por llegar delanteras, y en la edad de la locura por corretear, apostando carreras, formaban una vanguardia muy avanzada. Camila, más reposada, y muy en armonía con Luciano, por edad y genio, era la sostenedora de la plática con él. —¿Vienes contento? —¡Ah!, contentísimo! —Te fastidiabas, en la Capital? —No, Mila; por el contrario, me acomodo muy bien en esa tierra, pero con estas cosas de revoluciones está insoportable la Villa. —Y ¿no han tocado con ud. para nada? —¡Diantres! casi que nos llevan. estuvimos a punto, como quien dice en un tris, de ir todos los estudiantes a echarle fruta al prójimo. —Y ¿cómo escaparon? —A fuerza de jugar la caja. sí se fueron algunos, pero por su gusto. —Y, ¿al caballerito no le gusta la guerra? —¡Mila, por Dios! qué poco favor me haces! * 125
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Aquello parece un hormiguero: aquí que trastejan; allí que le dan de blanco<br />
a la pared; allá desyerbando solados; más allá aseando los pavimentos de la casa,<br />
y sacudiendo a ésta polvo y telaraña; acullá preparando bestias para viaje; y el<br />
cuartito que queda a la vuelta <strong>del</strong> corredor fronterizo, dejándose poner como<br />
una plata, con todos esos menesteres propios de una pieza para hombre, y para<br />
hombre joven...<br />
Qué es? Qué hay? Qué sucede?<br />
Pues lo que és, lo que hay, lo que sucede en “Guacimal”, es la cosa más<br />
natural <strong>del</strong> mundo:<br />
Luciano, el hijo de Don Nicolás, a quien ya conocemos y que se educa en<br />
Me<strong>del</strong>lín, terminó en este año sus estudios, y salió <strong>del</strong> Colegio, y pidió caballerías<br />
y ha de venir a la casa, y como en “Guacimal”, no se pierde el tiempo, en aquello<br />
de “si se vá, o no se vá”, pronto sigue el mulato salvador con las caballerías para<br />
Me<strong>del</strong>lín a traer al “Niño”, como por antonomasia se le llamaba a Luciano en<br />
la casa y sus vecindades.<br />
Por supuesto que todos los de la hacienda están de plácemes, porque, “el<br />
Niño”, es muy querido, por su especial modo de ser, adornándole muchas prendas<br />
morales y físicas, por su buen porte, talento, educación e instrucción.<br />
Joven que apenas le apunta el bozo, moreno, alto de cuerpo, bien musculado,<br />
de negros ojos, boca burlona, zumboncito, pero no pesado, buen jinete,<br />
mejor bailador, y cantor acompañado de la guitarra... en toda la extensión de la<br />
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Pero lo que más le distingue es su modo de ser: lo mismo se está en Me<strong>del</strong>lín<br />
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el Colegio con un condiscípulo, o en “Guacimal’, con un peón, un arriero. Y<br />
lo mismo se vé, como si estuviera en su elemento, en una tertulia departiendo<br />
ceremoniosamente con alguna pálida y soñadora belleza me<strong>del</strong>linense, que<br />
en Rionegro, en sabrosa reunión familiar, veladas encantadoras de confianza,<br />
chichisveando las espirituales y bellas hijas de la tierra de las flores; o bien con<br />
una fresca campesinita, hija de algún colono de la hacienda, que baila guavina<br />
con él, coloradita, temblorosa y jadeante, de la pura vergüenza al patroncito...<br />
Para Luciano es igual: a todos trata y atiende bien, porque es ingenuo, de<br />
talento, y educado...<br />
Así, pues; terminados los estudios, volvía al seno de su familia, a poner en<br />
práctica todas las teorías que en la hermosa Villa de la Can<strong>del</strong>aria, se había<br />
engullido.<br />
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