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Lejos del nido

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*<br />

Juan José Botero<br />

en esa noche, la niña estuvo complaciente con la vieja, y la vieja condescendiente<br />

con la niña...<br />

Y vino el día, y comenzaron los aprestos de viaje.<br />

Andrea, un tanto turbada, al pensar que iba a entrar en una nueva vida,<br />

afanaba la salida, sintiendo sólo, al alejarse de aquella desapacible habitación,<br />

el dejar una pequeña gallina, regalo de Luisa, un rosal, que ella había sembrado<br />

y cuidaba con esmero, y aquella túnica que quedaba en el fondo <strong>del</strong> misterioso<br />

baúl, y que tántas lágrimas le hiciera derramar, sin saber por qué, la tarde víspera<br />

<strong>del</strong> viaje para “el Caney de Los Limones”.<br />

Por lo demás, para ella, le era indiferente, como lo tenía por costumbre,<br />

quedarse allí, o irse más allá, y si no fuera por el miedo que le inspiraba isidoro,<br />

maldita la gracia que le hacía el viaje para “Guacimal”.<br />

Pero en fin, dándole una expresiva mirada al baúl; un triste adiós al<br />

rosa lito, y un cútu, cútu, cútu... a su gallina, para regalarle la última ración,<br />

se despidió de su madrina y poniéndose debajo <strong>del</strong> brazo el atado de ropa,<br />

tomó el rumbo de “Los Alticos”, esta vez con miedo, y temiendo algo que<br />

ella no sabía qué.<br />

el corazón le avisaba, porque andando y en una hondonada <strong>del</strong> camino,<br />

de pronto y manos a boca, se encontró con el indio isidoro que bajaba por un<br />

atajo, machete al cinto, de guarniel terciado, hecho un parque, ruana doblada<br />

sobre el hombro, tiple en mano con su eterno rasguear, y, en fin, con esa estampa<br />

de matón de que tanto alardeaba sin soltar de la lengua, el vosotros güestros,<br />

busted, tud y veí, por hacerse el fino en el hablar.<br />

Andrea, al verlo, se paró y quedó de una pieza, por lo cual el indio con risa<br />

de macanero o guapetón, le dijo:<br />

—¡eh! y por qué os asustais Andreíta?, buenos días!<br />

—Buenos días... ño… mano... isidoro, contestó ella temblando.<br />

—Hastonde os vais vos, pues?<br />

Andrea, que no sabía mentir, le refirió lo <strong>del</strong> viaje para “Guacimal” y a medida<br />

que lo enteraba de él, isidoro, dejando de rasguear el tiple y arrugando la<br />

frente, se iba tornando sañudo, y cuando la niña, sudando, concluyó, el indio le<br />

dijo, en tono agrio, y de superioridad:<br />

—A mid no me gusta ese viaje.<br />

—¡Ah!, y por qué?<br />

—Yo no sé... busté qué obligación tiéneis de servile a naides?<br />

*<br />

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