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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

oscuro; el andar muy echado hacia a<strong>del</strong>ante y como devanando con los pies;<br />

tenía una enorme cicatriz en la cara que le daba aspecto feroz, de matón, como<br />

en realidad lo era...<br />

era haragán para el trabajo, pendenciero, trampista y tan viciado al<br />

licor por lo que, sábado por sábado lo dejaban en Rionegro a todo cepo por<br />

embriaguez.<br />

servíale de complemento un naipe, grasoso y recortado, con el cual, a cada<br />

paso, desafiaba a jugar a quien encontraba, poniendo el monte a ruana tendida,<br />

hasta en medio de los caminos públicos: el cachi-blanco (cuchillo pequeño de<br />

bolsillo); un laboreado yesquero, espejo, una boquilla de cuerno para acomodar<br />

el cigarro... guardado todo esto en un gran guarniel de piel de nutria, con más<br />

fuelles que un acordeón... y en fin, para colmo de lo característico, un tiple en<br />

la mano, instrumento que era su inseparable y que no dejaba de rasguear a<br />

ninguna hora.<br />

Y este perdonavidas, así como se nos ha entrado al escenario; este tal, era<br />

el pretendiente, y no sólo el pretendiente, sino el pretendido de Andrea, una<br />

vez que entre los Quiramas y Blandones, quedó conve<strong>nido</strong>, haciendo el viejo<br />

Mateo solemne promesa a su compadre Celedonio, de que por sobre todos los<br />

imposibles, le daría a Andreita, su muchachita, para sidorito, su ahijado.<br />

!Ah!, viejo bribón!<br />

Pero ya poco le había de durar el gusto, porque, después <strong>del</strong> suceso de la<br />

Alcaldía; aquello de los cincuenta pesos idos en abogados; lo alarmante que<br />

iba siendo la belleza de Andrea, que tanto llamaba la atención; el recuerdo de<br />

las últimas palabras <strong>del</strong> Alcalde, al despedirlo <strong>del</strong> despacho… y sobre todo, el<br />

estado de tan depravada conciencia, Mateo fué enfermando a paso ligero, hasta<br />

que ya, de gravedad, vió llegar la muerte a las zancadas.<br />

Y, como andando el viejo en los últimos trotes, la familia de Quirama lo<br />

acompañara, estando de presente Andrea e isidoro, hizo una nueva promesa,<br />

ante todos, de que Andrea sería la esposa de isidoro, que esta era su última<br />

voluntad y que así tenía que cumplirse...<br />

Y Mateo Blandón, entre revuelcos y gruñidos, sofocos, miradas feroces,<br />

reconvenciones y lucha con algo horroroso, invisible para los acompañantes y<br />

visibles para él; entre los desmuelados lloriqueos de ña Romana; los gritos de<br />

¡Jesús!, ¡Jesús!, ¡Jesús! de Celedonio y dos viejas, y la santa oración de Andrea,<br />

entregó el alma…!<br />

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