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Lejos del nido

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<strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong><br />

La novela de Juan José Botero es uno de los más importantes documentos<br />

que nos quedan de la geografía, las mentalidades y las costumbres <strong>del</strong> oriente<br />

y el sur decimonónicos de Antioquia. Las fiestas populares, las viviendas, las<br />

vestimentas, la alimentación, las diferencias entre grupos sociales, los avatares<br />

de la guerra, fueron todos aspectos bien fusionados por el artista en esa obra<br />

encantadora y poco tomada en serio por los investigadores.<br />

un efecto musical<br />

uno de los más bellos efectos literarios de <strong>Lejos</strong> <strong>del</strong> <strong>nido</strong> es la conversación en<br />

ritornello de la propia expresión. Veámoslo:<br />

Allá:<br />

A donde va toda cosa:<br />

Do van las hojas de rosa,<br />

y las hojas de laurel…<br />

A morir quizás marchita, seca y sin perfume, en suelo extranjero, lejos,<br />

sí, muy lejos <strong>del</strong> <strong>nido</strong>… (capítulo xx, p. 93).<br />

[…]con un poco de malicia se salva filomena, no se va el avecita<br />

tan lejos <strong>del</strong> <strong>nido</strong> (capítulo ii, p. 22).<br />

ella, la cándida avecilla careciendo de las amorosas alas de una<br />

madre, para que le abrigaran, para que le escudaran de la lluvia, para<br />

que la defendieran de la horrible tormenta que bramaba ya, y ¡tan<br />

lejos <strong>del</strong> <strong>nido</strong>! (capítulo xxiv, p. 112).<br />

¿Quién lo impedía?<br />

¿Quién podría salvar a la huérfana avecilla tan lejos de su <strong>nido</strong>?...<br />

(capítulo xxxx, p. 178).<br />

¡Pobre paloma candorosa, adivinando, presintiendo tantas cosas,<br />

y sin saber de donde había llegado ella por aquellos parajes, y de qué<br />

árbol pendía su <strong>nido</strong> (capítulo xxxxv, p. 204).<br />

[…] porque la extraviada viajera, que por una oscura senda caminaba,<br />

no ha tropezado; porque la infortunada avecita que tan lejos<br />

<strong>del</strong> <strong>nido</strong> andaba, aún conserva puros sus amorosos arrullos, ni estas<br />

mejillas han sido encendidas siquiera, una sola vez, por el bochorno<br />

de una mala acción […] (capítulo xxxxvii, p. 211).<br />

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