manifiesto del presidente de la república a la nación eloy alfaro

MANIFIESTO
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA A LA NACIÓN
Quito, Octubre 9 de 1907
ELOY ALFARO
COMO Jefe del Estado y como ecuatoriano amante de la Patria, al saludar a mis
conciudadanos en esta solemne fecha, juzgo de mi deber traerles a la memoria los
acontecimientos culminantes de este bienio y manifestarles la apremiante obligación en
que nos hallamos de salvar la República de la ruina, a que parece haberla condenado el
mercantilismo político, con todo su abominable séquito de horrores y traiciones.
LA rapidez y eficacia con que se llevó a cabo la transformación de Enero de 1906,
demostraron tangiblemente que la voluntad popular, cuando obra movida por la justicia
y es la expresión genuina de las conveniencias nacionales, triunfa con facilidad e
inevitablemente de todo obstáculo. Aquel movimiento como lo sabéis, significó la
reivindicación de las tradiciones del cinco de Junio de 1895, o sea la consolidación del
verdadero liberalismo en el Ecuador, algo más que amenazado por una fusión híbrida de
doctrinas y aspiraciones contradictorias. Entrañó además dicho movimiento la primera
protesta enérgica contra el mencionado mercantilismo que, con la corrupción de todo
principio salvador, trae consigo la desolación y la muerte de los pueblos.
EN el Chasqui, lo mismo exactamente que diez años antes en los campos de Gatazo, el
lema de los vencedores no fue sino la confirmación de los más altos sentimientos
humanitarios : perdón y olvido.
MAS esta vez, por desgracia, el espíritu de una reacción imposible y una oposición,
brotada de frustradas aspiraciones personales y de instintos por todo extremo punibles,
no se han presentado con el arrojo e hidalguía que, si bien dieron a la República,
después de la primera victoria a que nos referimos, interminables días de amargo duelo,
se hicieron por lo menos acreedores a la generosidad que inspiran el tesón y el valor
desgraciados. La labor ahora ha sido de zapa y entre tinieblas, y la tenaz campaña de
encrucijadas y de increíble abuso de aquella misma libertad, por cuyo benéfico imperio
no ha conocido treguas nuestro combate.
PARA comenzar su obra de desorganización social y política, valiéronse los vencidos
de la libertad ilimitada de la prensa que ampliamente concedí, porque esperaba que, de
su racional ejercicio, brotaría la elocuente respuesta a los que la condenan como causa
de incesantes revoluciones y de aliento a los perturbadores del orden. La prensa que
sostuvo el régimen caído y en torno de la cual fueron agrupándose los que no ven en
una transformación política sino una mina explotable ; la prensa que destituida de todo
pudor y sin proclamar, siquiera como pretexto, algún nuevo principio, se lanzó
únicamente a la difamación y la calumnia, al escándalo en todas las formas imaginables
y hasta al insulto procaz, fue ella la que principió a extraviar el criterio público, extravío
que dejándose sentir más tarde en el recinto mismo de las leyes, dio por resultado en las
provincias del Sur a aquellas manifestaciones armadas que fueron origen de las más
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absurdas y ridículas acusaciones contra quienes la culpa, única fue siempre su nunca
desmentida generosidad.
ELEGIDO Presidente de la República, en medio de la tempestad revolucionaria,
contrájeme con afán a la parte administrativa, no obstante los gravísimos errores
políticos y más aún los económicos de la última Constituyente, compuesta, es verdad,
en su mayoría de personas bien intencionadas, pero que no alcanzó a dominar el espíritu
tenaz de una reacción imposible que ha sido la fuente inagotable del actual malestar.
LOS contratos celebrados ad referendurn, para la colonización del Oriente, fueron
nuevos pretextos de la oposición para conmover el orden público y extremar el trastorno
hasta del buen sentido en una inmensa mayoría que comenzó a dudar de la rectitud de
mis propósitos. Llamaron enajenación del territorio nacional precisamente lo que es la
consagración de nuestros derechos en aquella zona, mediante lo que más hemos
menester, la posesión efectiva. Calificaron de leonino un contrato precisamente el único
que puede hacer realizable la mencionada consagración, dándonos una vía férrea, para
la cual no son los sueños de delirantes utopistas los que necesitamos, sino medios
eficaces y seguros como la riqueza misma de las regiones que ansiamos vivificar. Os
consta sin embargo, mi oferta formal de desistir de aquellos contratos, rindiendo así una
prueba irrefragable de que, en las aras dela paz, necesidad por ahora la más apremiante.
Del Ecuador, no hay sacrificio superior a mi voluntad. Y notemos de paso que este
frenesí en oponerse ciegamente a las diversas propuestas que tan a menudo y con
grande ventaja para la Nación, han presentado capitalistas extranjeros, en formas más o
menos discutibles, pero tendentes todas al desarrollo de la riqueza pública, ha
contribuido a que asustados los proponentes de la ceguedad voluntaria o ficticia de la
oposición, no sólo retiren dichas propuestas y queden reducidas a sueños obras como el
camino del Pailón, el de Huigra a Cuenca y otras, sino que el buen nombre y el crédito
de la República hayan sufrido tan serios contratiempos.
NO obstante aquella leal y sincera promesa de no someter al Congreso los contratos a
que me refiero, la exaltación oposicionista, con motivo de las elecciones para Senadores.
y Diputados, rompió todo límite, y la prensa, más desenfrenada que nunca, dando por
incuestionable la venta del país al extranjero, lo excitó con furor a la rebelión y hasta al
suicidio. La efervescencia de la República, en aquellos días no pudo ser mayor; y en la
expectativa de que estallase de un momento a otro la revolución esperada, a más de la
consiguiente intranquilidad en todos los ánimos, quedaron paralizadas las fuerzas
productoras de la Nación.
DE situación tan anómala vinieron a dar la nota más culminante los desgraciados
sucesos del 25 de Abril, que tanto conocéis, más por la mala fe con que se los desfiguró,
que por la verdad misma de los hechos que presenciasteis. El Gobierno, tan respetuoso
de la prensa libre como del principio de la libre asociación para objetos no ilícitos,
esperaba sereno la manifestación que varios Clubs de ésta Capital y especialmente el
Universitario habían resuelto elevarle, acerca de las inscripciones electorales. En
pueblos no habituados aún, como los ya maduros, a ciertas prácticas en las luchas de la
democracia, han sido y serán siempre de fatales con secuencias aquellas tumultuosas
reuniones, en donde la voz de la ley es la que menos alcanza a resonar. La mayoría de
los que compusieron aquel meeting habíase presentado armada; y como sus intenciones
verdaderas pronto se manifestaron en su desnudez, no faltó pretexto para que de seguida
aquello se convirtiese en motín. Consta sin embargo, que los primeros disparos salieron
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de los armados de revólver; que las primeras víctimas fueron de las filas defensoras del
Gobierno; que en el lugar de la reunión, en la Plaza de la Independencia, no hubo una
sola gota de sangre, una sola desgracia que justamente pudieran lamentar los
manifestantes; y consta por fin, que la acción de la Policía, endicho lugar, se redujo a
intimidar a los revoltosos con descargas al aire. Si después, entre el tumulto ya causa de
los incesantes disparos de revólver en las calles, hubo desgraciadamente tres o cuatro
muertos más, caiga la culpa sobre quienes tan temerariamente provocaron con su
proceder a los cuarteles que, lejos de la escena, creyeron estallada la rebelión y en
peligro la seguridad pública.
TAL es la historia imparcial y verídica de lo acontecido en la fecha que nos ocupa. Pero
leedla en la prensa sediciosa de todos los puntos de la República; leedla en las protestas
y lamentaciones de diversas clases sociales; leedla en los pasquines y proclamas al
Ejército con los que se le inducía a la traición y felonía, y os pasmaréis de la obra
nefanda de la sugestión, de los asombrosos efectos de la calumnia llevada al delirio. Fue
el Gobierno, decían, el que expresamente sacó el Ejército para asesinar por esas calles y
plazas al pueblo y a la juventud estudiosa; suben a millares las víctimas, son verdaderas
hecatombes las sacrificadas con un salvajismo sin ejemplo en nuestra historia. Y como
con tanta destemplanza la Corte Superior de Justicia uniere su voz a la audacia y
virulencia con que él Cuerpo Universitario desfiguró los acontecimientos, no es para
asombrar ese como frenesí o rematada locura que entonces acometió a los
oposicionistas.
LOS Profesores cerraron de hecho la Universidad Central, como para que la juventud
privada de las fuentes de vida, se lanzase temeraria a los abismos de la muerte; y
Magistrados de las Cortes y Altos Tribunales, así como varios empleados más
desafectos ó tímidos, comenzaron a renunciar sus empleos, a separarse de ellos como
con pánico, porque se imaginaban ver ya en tierra un Gobierno al que otra culpa no
podía imputársele que el no haber podido impedir las cinco desgracias tan lamentadas
por ese Gobierno mismo como por el pueblo.
LA prensa sediciosa, satisfecha de su obra nefanda —porque obra exclusivamente suya
es esta situación anormal de la República— redobló sus ataques contra la
Administración que la toleró hasta el absurdo, y en el desborde de sus iras, fueron la
sedición y el asesinato el objeto preferido de su propaganda. Alguien extrañará quizá la
insistente severidad de mis conceptos, relativamente a la prensa oposicionista de esta
época excepcional. A más del ilustrado parecer de varios escritores y estadistas
extranjeros que han atribuido a la excesiva tolerancia de mi Gobierno el escandaloso
descrédito social y económico del Ecuador, hay un hecho que justifica elocuentemente
la severidad a que me refiero, y es el de que, en alguna de las Repúblicas nuestras-
hermanas, ha sido rechazado el canje con las producciones de esa prensa
desmoralizadora. ¿Y qué otra cosa era de esperarse, si la repetición de una misma nota,
la de odios personales, con variantes cada vez más insustanciales y corruptores,
pobrísima en el fondo y tan poco culta en la forma, ha sido el único síntoma de la vida
intelectual y periodística en los últimos tiempos? La prensa y la dinamita, por lo mismo
que tan eficaces para los resultados benéficos en la marcha del progreso, han menester
reglamentación rigurosa, si no queremos que elementos tan poderosos de vida se
cambien en causa de muerte deplorable,. Poned dichos explosivos en manos de gentes
que no sepan usarlos y la desolación y la ruina serán el fruto que recogeréis de
semejante imprudencia.
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ATENDIDAS la vehemencia y constancia de esta labor criminal, no era para sorprender
que los pescadores a río revuelto creyesen inminente e instantáneo el desquiciamiento
social y político en que soñaban, y se apresurasen a empujar a los campamentos a gente
irreflexible y vilmente engañada, a militares sedientos de trastorno y aun a personas que
en algo debían tener la gratitud y los principios del honor.
CON la misma serenidad con que el Gobierno vio fraguarse en torno suyo la tormenta,
contempló también la llegada de la apetecida calma. Los pretendidos revoltosos
comenzaron a regresar de los campamentos, en donde sin hallar ni medios para la guerra,
no tuvieron la satisfacción de ver siquiera de lejos el semblante de quienes los
empujaron al sacrificio. El dinero que, también para la corrupción de la tropa, comenzó
entonces a prodigarse, tampoco les produjo a los enemigos de la libertad y el progreso,
el apetecido resultado, porque la honradez de nuestros valerosos y abnegados soldados,
fue obstáculo insuperable para los descabellados planes de la coalición.
A pesar de tan continuados fracasos, no cejaban, sin embargo, quienes en la
conservación de la paz ven la muerte de sus aspiraciones financistas y de sus deslayadas
ambiciones y recrudecieron por la prensa la propaganda contra el Gobierno, con motivo
de que a la Empresa del Ferrocarril no le fue posible terminar la obra el 14 de Junio,
según lo estipulado en el contrato.
LAS suposiciones antojadizas, los propósitos absurdos, las calumnias sin cuento que el
periodismo subversivo registraba a diario, mantenían el país, a este respecto, en un
estado de continua zozobra; y aunque bien se comprendía que no era una idea patriótica
la perseguida por la oposición, no obstante para que se palparan las sanas intenciones
del Gobierno, ordené por un Decreto que, para la solución del problema ferrocarrilero,
se organizara una Junta compuesta de ciudadanos en absoluto independientes, incapaces
de infundir la menor sospecha y aun de algunos escogidos entre las filas mismas de
dicha oposición.
COMO varios de estos conspicuos ciudadanos, rehusaran tamaño honor, no llegó a
funcionar la Junta; y asumiendo la administración las consiguientes responsabilidades,
espera que, mediante el arbitramiento designado por la ley misma, los intereses de la
Nación serán debidamente protegidos en su obra más grandiosa, en aquella que está ya
al unirla Capital con su más rico y hermoso puerto.
PERO los conspiradores que tienen demostrado, por demás, lo poco que les interesa la
suerte de la Patria, no pudieron quedar satisfechos con lo razonable y lo exigido por la
escrupulosa susceptibilidad de la opinión pública; y palpando estáis la oposición
sistemática que todavía se hace, con el objeto de entorpecer la conclusión de la obra.
LAS necesidades del servicio administrativo reclamaron mi presencia en Guayaquil,
donde tuve la satisfacción de presenciar ese entusiasmo espontáneo y sincero de los
pueblos libres y de veras patriotas. Nadie pudo figurarse que el oro corruptor que venía
minando la sociedad llegase al extremo de fraguar la conjuración más abominable, y
precisamente en el pueblo más persuadido de que el calificativo tirano es un imposible
al tratarse de quien siempre lo ha conducido a las luchas por la libertad y el honor
nacional. Unos cuantos descarriados que simbolizaban la amalgama de las tendencias
diametralmente opuestas de nuestros partidos históricos, habían llegado al límite de la,
propaganda del crimen. De tan inicua coalición brotó el horrible atentado del 19 de Julio,
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el alevoso asesinato de algunos Jefes del cuartel de Policía, en donde esperaron ultimar
al objetivo principal de sus maquinaciones. Frustró la Providencia en gran parte los
planes liberticidas de esos desgraciados, protegiendo a la vez la vida de muchos otros
Jefes, condenados en ese día a igual victimación, Guayaquil y la República toda
libráronse de inmensa catástrofe, supuesto que la anarquía, con su formidable séquito,
es la plaga más abominable de los pueblos.
ANTE estos hechos que a grandes rasgos vengo recordándoos, puesto que testigos
habéis sido de ellos, juzgo de mi deber manifestaros que no es la defensa del orden
público para el exclusivo sostenimiento del Gobierno la principal de mis
preocupaciones; no es tampoco la vida que, como bien lo sabéis, estoy: dispuesto a
sacrificar mil veces por la felicidad de la Patria y su engrandecimiento, así como por la
consolidación de los principios que por tantos años han sido el objetivo de nuestros
ensueños. Lo que me preocupa, lo que me desazona, sobre toda ponderación, es la
defensa de la República, amenazada en sus futuros destinos, por el oro corruptor que, de
dentro y fuera del país, han prodigado la demencia y la perfidia, para mantenernos en
esta interminable y cruenta lucha de hermanos que, agotando las energías de la Nación,
nos condena a una postración indefinida, precisamente cuando más necesitamos el
desarrollo de todas nuestras facultades para llegar a la altura a que nos llama la voz dela
Justicia y de la Civilización.
NI elevación de miras, ni honradez y rectitud en los propósitos, ni ese, noble y
abnegado sentimiento que nos lleva hasta el sacrificio con tal de conquistar para
nuestros semejantes el mayor bien posible y que, a veces, aun justifica a la misma
temeridad; nada, en fin, ,de lo que constituye el patriotismo genuino ha figurado ni
corno pretexto en las últimas campañas de la oposición. Odios y aspiraciones del todo
personales y ciegos en sus causas y efectos, desfiguración sistemática de los hechos, sin
otro propósito que el amontonar, combustible a la hoguera, para hacer en lo futuro de la
política ecuatoriana algo como un juego de azar o de Bolsa, he ahí las nuevas tendencias
de ciertos políticos; he ahí la nueva gangrena que va invadiendo el organismo de la
sociedad; y ¡ay de los pueblos donde tan grave mal prevalece!
ESTE crimen execrable fue resultado natural y lógico tanto de las tendencias que vengo
de señalar como de la propaganda sediciosa y corruptora, eco dignísimo de aquellas
tendencias y que en todos, los tonos ha pregonado el asesinato y la traición. Esta
profunda inmoralidad de la política en todas sus manifestaciones y la indescriptible
anarquía que sería su legítima consecuencia, frutos son ineludibles de aquella fusión o
coalición absurda e imposible, compuesta de doctrinas y personalidades anónimas.
EL buen juicio de la inmensa y honrada mayoría del pueblo ecuatoriano y la lealtad
inquebrantable de nuestro valeroso Ejército han sido, hasta hoy, los colaboradores
eficaces que el Gobierno ha tenido para dominar la conspiración más inicua y
permanente que mancha los anales de la República. Comprendiendo el país que se le
quiere arrastrar a irremediable mirra, y que la lenidad y la tolerancia no han contribuido
sino a arreciar el incendio y dar más osadía a los criminales, resuelto está defenderse a
todo trance, porque para ello cuenta con un Gobierno y un Ejército, que comprenden,
que el primordial de sus deberes es la salvación pública.
LAS conveniencias del Estado, su situación financiera y los intereses vitales de la
Nación, exigen del Gobierno la paz. Asegurémosla, y con ella de suyo vendrá la
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fecundidad del trabajo, único verdadero dignificador del individuo y de las
colectividades. De conformidad con mis más sagrados e ineludibles deberes y por más
que para ello tenga que violentar mi carácter, decidido estoy firmemente a proporcionar,
a toda costa, aquella tranquilidad tan apetecida por el país y muy particularmente por el
comercio, la agricultura y la industria que son la vida de la Nación y que no deben estar
á merced de aquellos que defienden la impunidad de los asesinatos perpetrados en la
madrugada del 19 de Julio, defensa muy propia en quienes se imaginan sin duda todavía
que el oro puede extraviar hasta el sagrado sentimiento de justicia. Mas, ante la Nación
y la posteridad, protesto que los asesinos de mis Camaradas no quedarán jamás sin
ejemplar castigo.
HORA es ya, Conciudadanos, de que olvidando pasadas disidencias y poniendo la mira
únicamente en el deber que nos es común, la salvación mutua —que no otra cosa
significa toda tendencia por el bienestar general— hora es, digo, de que convergiendo
todos los hombres de buena voluntad a un mismo punto, emprendamos la grande obra,
la obra de la reconstrucción nacional, a fin de que, consolidando las instituciones
vigentes y ampliándolas en todo su innato vigor, pueda el país reponerse de sus
quebrantos y resurgir, mediante los elementos vitales que le sobran, más próspero y
fuerte que en lo pasado.
VOSOTROS, Señores Jefes, Oficiales y Soldados del Ejército Nacional; vosotros
camaradas, sois los defensores del orden interior y de la honra e integridad de la Patria.
Con vosotros he librado las grandes batallas por el derecho y la libertad del pueblo
ecuatoriano; vosotros habéis escrito las más brillantes páginas de la historia nacional
republicana; y en el deber estáis, por lo mismo, de conservarla sin mancilla. Como hijos
del pueblo, sois el pueblo mismo; atended, por tanto, al más preciado de sus bienes,
vigilad por su seguridad y ventura. Los enemigos de la civilización que, con tal de
medrar personalmente, gustosos nos harían retroceder a la barbarie, hanse figurado que,
como cosas, pueden comprar al soldado abnegado y heroico que tantas pruebas ha
rendido de que, sólo por sus nobles y sinceras convicciones se precipitó a demoler el
carcomido edificio de las añejas instituciones. Vuestra incorruptible lealtad es el timbre
más valioso que enorgullece a la República; y a fe que la conserváis ilesa, porque sois
dignos de la gloria que os habéis conquistado. La Nación está satisfecha de vosotros y
ella recompensará vuestros sacrificios, porque no puede menos de reconocer que sois
vosotros los verdaderos patriotas, los que de veras sabéis defenderla consolidando con
vuestra abnegación la tranquilidad que para sus labores han menester vuestros hermanos.
POR lo demás, Conciudadanos, si hubiese de consultar mis conveniencias personales y
sobre todo el descanso a que tengo derecho, después de los largos años consagrados al
servicio de la República, nada más grato que la renuncia del puesto que ocupo, sin otro
halago para mí que el cumplimiento del deber, en la realización de mis patrióticas
aspiraciones. Mas como la Nación continúa amenazada y el sacrificio de mi vida es el
ansia suprema de los enemigos de la libertad, no puedo ni debo, por ahora, abandonar el
puesto de combate, porque los soldados ecuatorianos cuando se trata de la defensa de la
Patria, sabernos vencer o morir envueltos en nuestra bandera.
SI lo pasado, por otra parte, es una garantía más o menos fundada para lo presente y lo
porvenir, la multitud de acontecimientos que constituyen el tejido de mi existencia,
hablan más alto que mis palabras y rinden pleno testimonio a la rectitud de mis
procedimientos. Con frecuencia la calumnia ha clavado sus garras en mi nombre; pero
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como debía suceder nunca ha sido suya la victoria. Pasiones bastardas no han sido
jamás mi guía; errores puedo haber cometido y quizá no pocos; pero mi norma es la
justicia y mi más vivo anhelo la felicidad de la Patria, como lo he probado siempre. Para
mí no hay vencedores ni vencidos, y el abrazo sincero de todos mis conciudadanos, en
una aspiración común, el bienestar público, sería la mayor ventura en el ocaso de mi
carrera como obrero en la Regeneración del Ecuador.
Eloy Alfaro
Palacio Nacional. Quito a 9 de Octubre de 1907.
Imprenta Nacional, Quito Ecuador, 1907
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