I already knew that. - Sociedad Asturiana de Filosofía
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Mientras, Manuela seguía, escoba en mano, batiéndose a destajo con ácaros y telarañas, y se les acercaba, así que don Luis tuvo la idea de invitar al otro a comer a casa: - Cocidito tenemos, de lo mejor, que lo hace M a n u e l a . . . Y el recién llegado, con una sonrisa cómplice, “esta Manuela...”, y venga a reírse, los dos, en recuperación de los años jóvenes que se les habían quedado atrás; y sin parar las carcajadas, recorrieron en un momento las manzanas que faltaban hasta la casa, como tratando de marchar, de paso, sobre todo lo que había pasado en los lustros que llevaban sin verse. A las buenas comidas suelen seguirles buenas sobremesas, y la charla se prolongó, en efecto, larg o rato mientras Manuela, en la cocina, fregaba briosa los cacharros. Le faltó al cura tiempo para contarle a Alonso los acontecimientos de la noche a n t e r i o r, la cuestión de la tele y la discusión, lo que provocó de nuevo la hilaridad del otro. Hasta que, con los ánimos ya más calmados, don Luis se dispuso a abordar un tema que lo intrigaba: - Y oye –preguntó–, ¿se puede saber qué hacías tú en la misa hoy? En el pueblo ya sé, por lo de la charla, pero, ¿en la igles i a ? - ¿Y por qué no? –rió– ¡Que me saltara el celibato no quiere decir que dejara de creer, homb r e ! Don Luis se sonrojó, había bromas que no le hacían gracia: - Pero no sé... Si ahora eres filósofo... A Alonso le resultó curiosa la idea. - La verdad –dijo, sonriendo de medio lado– es que me paso de vez en cuando por las iglesias en busca de calma... me reconocerás que no tenéis muchedumbres en las filas hoy día... y para recordar los viejos tiempos, también, y lo que podría haber sido... Pero, ¿por qué lo dices? ¿Por qué ves tan absurdo que vaya a misa? Que me pasé muchos años en el mund i l l o . . . El cura se estaba sintiendo realmente incómodo. Tanta ironía le molestaba, tanta risa con sus creencias. Se sentía inferior. II Olimpiada: primer premio - Pues no sé –escupió, no sin cierto desprecio–; los intelectuales soléis tratar a Dios de invento de la mente, de estorbo para el pleno desarrollo humano, ¿no es eso? ¿No es cierto que para vivir una existencia plena no es necesario acudir a un dios, sino descubrir lo que la mente humana, con su razón, con su cultura, nos propone? El invitado se revolvió en su asiento: - Vaya –dijo-. No lo esperaba de ti. ¿Qué ha sido del abierto Luis de los años mozos, el que se hacía cura para cambiar el mundo? Te me has vuelto dogmático, amigo... ¿Así que la razón es para ti un enemigo, ahora? ¿Un rival? Te recordaré algunas lecciones básicas de filosofía, Luis, te haré ver por qué sí puedo estar en la misa, y no sentirme fuera de l u g a r. . . El aludido abrió la boca, dispuesto a desdecir lo pronunciado para aplacar aquel ofendido torrente, pero era tarde: - La Filosofía, Luis –empezó– y la religión, la nuestra o la de cualquier otro, son en cierto modo ideas hermanas. Hay acontecimientos de la vida, y no hablo sólo de la muerte o el dolor, sino de la esencia misma de la existencia, en los que nacen en el hombre preguntas. Hoy por hoy, vivimos en una sociedad en que la modernidad lleva a que las únicas preguntas creídas importantes son las técnicas, las científicas, las materialistas; en una sociedad tecnócrata. Pero a veces el hombre necesita ir más allá de lo demostrable: trascender. No necesita una respuesta que le solucione una necesidad, sino una respuesta global, que se escape a lo que le rodea y le ofrezca un consuelo suficiente. Para contestarlas, puede seguir diferentes caminos. Puede evadirse de lo tangible, ya que no le aporta nada significativo, y escudarse en una realidad superior que por su distancia e inaccesibilidad llena a la perfección el hueco dejado por la razón en ese tema, dando a la mente un señuelo al que asirse. Podemos estar hablando de un ente que gobierna los destinos de la humanidad pero no establece relación con ella, como si se tratase de un loco escriba invisible que gusta de jugar con nuestras 31
32 BOLETÍN Nº 2 vidas. Estas respuestas, parece, no suscitan para ti otra cosa que la burla. Hablo de las ciencias ocultas, la magia o la superstición. Sin embargo, Luis, tú eres sacerdote. Tu respuesta es sólo ínfimamente diferente de ésta. Tu ente superior diverge del suyo en que puedes vivir con él una relación más personal. Le creas un universo simbólico, del que depende todo, y vives según las reglas que te establece. Todas tus preguntas hallan contestación en su voluntad. - La respuesta que yo encontré, Luis –continuó– tras vagar, eso sí, de un camino a otro, se caracteriza, si trato de oponerla a los otros tipos, porque prescinde de su cara utilitaria. Quiero decir: en las ciencias ocultas, el hombre busca el beneficio de ese algo s u p e r i o r, o el conocimiento egoísta del propio desti- no. Los religiosos, por vuestra parte, buscáis la salvación, por la fe o por vuestros actos. Mientras, los filósofos (porque, sí, hablo de la Filosofía como tercera respuesta) buscamos sólo la respuesta, no su provecho. No la tranquilidad, porque a veces la conclusión es sólo un vacío mayor del que teníamos; sino la verdad. Sin amarrarnos a una realidad superior, buscamos, como antes ironizaste, la solución en nuestra propia mente. “Busco en el camino todas las respuestas”, decía una canción, “y me he dado cuenta de que están en mí”. Es la parte de la Filosofía que llamamos humanismo, en su sentido originario. Una búsqueda del sentido último de la vida, una salvación en vida. Sin hablar de Cielos bíblicos, nuestro modo de alcanzar la trascendencia, la inmortalidad. Por eso, Luis, te digo que tu religión y mi filosofía no están tan distantes. Ni tampoco las creencias de Manuela. Sólo son maneras de enfocar un mismo p r o b l e m a . El cura estaba pensativo. Se diría que abatido, como si una simple explicación hubiera desmontado su mundo: Igualmente –rezongó– no sé qué hacías en mi misa. No es tu respuesta, dices, buscar un dios. - ¡Eso es lo que me crispa! –se exasperó A l o nso–. ¿Sabes cuál debería ser realmente la base de la distinción entre filósofos y resto del mundo? ¡Que nosotros podemos aceptar el punto de vista de los demás, pero vosotros no aceptáis el nuestro! ¿Por qué relacionas filosofía y ateísmo, irremisiblemente? - Te contradices – puntualizó el otro, no sin un punto de orgullo–; habías dicho poder prescindir de todo ser superior. - Y puedo, ahí está el quid. Puedo, pero no necesariamente debo. Mira, Luis, la filosofía puede desenvolverse en un medio de creencias, aunque está, supongo llamada a rebasarlas de un modo u otro. La filosofía teológica es de hecho una alternativa. Eso sí, aunque pueda conducir a Dios, a la idea de Dios, la filosofía no conducirá nunca a una religión, con su ajuar de mitos y ritos. Filosóficamente hablando, hablamos de un Dios lejano, que no incita a la piedad. Es un primer motor, un origen, el punto en que pararse a descansar cuando la mente ya no aguanta más conceptos de eternidad e infinito. No
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vidas. Estas respuestas, parece, no suscitan para ti<br />
otra cosa que la burla. Hablo <strong>de</strong> las ciencias ocultas,<br />
la magia o la superstición. Sin embargo, Luis, tú eres<br />
sacerdote. Tu respuesta es sólo ínfimamente diferente<br />
<strong>de</strong> ésta. Tu ente superior diverge <strong>de</strong>l suyo en que<br />
pue<strong>de</strong>s vivir con él una relación más personal. Le creas<br />
un universo simbólico, <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> todo, y<br />
vives según las reglas que te establece. Todas tus preguntas<br />
hallan contestación en su voluntad.<br />
- La respuesta que yo encontré, Luis –continuó–<br />
tras vagar, eso sí, <strong>de</strong> un camino a otro, se caracteriza,<br />
si trato <strong>de</strong> oponerla a los otros tipos, porque prescin<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> su cara utilitaria. Quiero <strong>de</strong>cir: en las ciencias<br />
ocultas, el hombre busca el beneficio <strong>de</strong> ese algo<br />
s u p e r i o r, o el conocimiento egoísta <strong>de</strong>l propio <strong>de</strong>sti-<br />
no. Los religiosos, por vuestra parte, buscáis la salvación,<br />
por la fe o por vuestros actos. Mientras, los<br />
filósofos (porque, sí, hablo <strong>de</strong> la <strong>Filosofía</strong> como tercera<br />
respuesta) buscamos sólo la respuesta, no su<br />
provecho. No la tranquilidad, porque a veces la conclusión<br />
es sólo un vacío mayor <strong>de</strong>l que teníamos; sino<br />
la verdad. Sin amarrarnos a una realidad superior,<br />
buscamos, como antes ironizaste, la solución en<br />
nuestra propia mente. “Busco en el camino todas las<br />
respuestas”, <strong>de</strong>cía una canción, “y me he dado cuenta<br />
<strong>de</strong> que están en mí”. Es la parte <strong>de</strong> la <strong>Filosofía</strong> que<br />
llamamos humanismo, en su sentido originario. Una<br />
búsqueda <strong>de</strong>l sentido último <strong>de</strong> la vida, una salvación<br />
en vida. Sin hablar <strong>de</strong> Cielos bíblicos, nuestro modo<br />
<strong>de</strong> alcanzar la trascen<strong>de</strong>ncia, la inmortalidad. Por<br />
eso, Luis, te digo que tu religión y mi filosofía no<br />
están tan distantes. Ni tampoco las creencias <strong>de</strong><br />
Manuela. Sólo son maneras <strong>de</strong> enfocar un mismo<br />
p r o b l e m a .<br />
El cura estaba pensativo. Se diría que abatido,<br />
como si una simple explicación hubiera <strong>de</strong>smontado<br />
su mundo:<br />
Igualmente –rezongó– no sé qué hacías en mi<br />
misa. No es tu respuesta, dices, buscar un dios.<br />
- ¡Eso es lo que me crispa! –se exasperó A l o nso–.<br />
¿Sabes cuál <strong>de</strong>bería ser realmente la base <strong>de</strong> la<br />
distinción entre filósofos y resto <strong>de</strong>l mundo? ¡Que<br />
nosotros po<strong>de</strong>mos aceptar el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> los<br />
<strong>de</strong>más, pero vosotros no aceptáis el nuestro! ¿Por qué<br />
relacionas filosofía y ateísmo, irremisiblemente?<br />
- Te contradices – puntualizó el otro, no sin un<br />
punto <strong>de</strong> orgullo–; habías dicho po<strong>de</strong>r prescindir <strong>de</strong><br />
todo ser superior.<br />
- Y puedo, ahí está el quid. Puedo, pero no<br />
necesariamente <strong>de</strong>bo. Mira, Luis, la filosofía pue<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>senvolverse en un medio <strong>de</strong> creencias, aunque<br />
está, supongo llamada a rebasarlas <strong>de</strong> un modo u<br />
otro. La filosofía teológica es <strong>de</strong> hecho una alternativa.<br />
Eso sí, aunque pueda conducir a Dios, a la i<strong>de</strong>a<br />
<strong>de</strong> Dios, la filosofía no conducirá nunca a una religión,<br />
con su ajuar <strong>de</strong> mitos y ritos. Filosóficamente<br />
hablando, hablamos <strong>de</strong> un Dios lejano, que no incita<br />
a la piedad. Es un primer motor, un origen, el punto<br />
en que pararse a <strong>de</strong>scansar cuando la mente ya no<br />
aguanta más conceptos <strong>de</strong> eternidad e infinito. No