I already knew that. - Sociedad Asturiana de Filosofía
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30<br />
BOLETÍN Nº 2<br />
- ¡Huy!, señor, lo siento... Pero es que este programa<br />
es bien bueno... si quizá hasta le guste a<br />
u s t e d . . .<br />
Don Luis le echó un vistazo. Era la ca<strong>de</strong>na<br />
local, una cochambrosa emisora cuya programación<br />
distaba mucho <strong>de</strong> ser interesante. En la pantalla vio<br />
una bonita joven, melena rubia, ojos enormes, que<br />
hablaba gesticulando a más no po<strong>de</strong>r con un interlocutor<br />
telefónico.<br />
- ¡Pero dígame, cariño! –vociferaba- ¿esos problemas<br />
ya los arrastra <strong>de</strong> antes o le empezaron ahor<br />
a ?<br />
- Ahora, ahora... <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se fue mi niño...<br />
Y la presentadora barajaba unas cartas enormes<br />
mientras <strong>de</strong>claraba:<br />
- Lo veo, lo veo... a usted lo que le angustia es<br />
la soledad...<br />
El cura puso el grito en el cielo, y nunca mejor<br />
d i c h o :<br />
- ¡Manuela! ¡Pero si esto es un programa <strong>de</strong><br />
t a r o t !<br />
Pero a la señora no pareció que le afectara el<br />
r e p r o c h e :<br />
Pues claro, y qué pasa. ¡Si es que lo adivina<br />
todo! ¿Sabe quién llamó antes? Doña A n a .<br />
Al cura le subieron los calores. Doña Ana era<br />
una viuda <strong>de</strong>vota que no acostumbraba a per<strong>de</strong>rse un<br />
oficio, pero que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía ya unas semanas no asistía,<br />
lo que el padre había achacado a una gripe o simil<br />
a r, y allí que la tenía ahora, cambiando a Dios por<br />
san<strong>de</strong>ces, la <strong>de</strong>sgraciada.<br />
Enfurecido, don Luis apagó el aparato:<br />
- ¿Y se pue<strong>de</strong> saber, Manuela, por qué me dices<br />
que me gustarán a mí estos paganismos?<br />
Cacerola en mano, la aludida se encogió <strong>de</strong><br />
h o m b r o s :<br />
- Ay, y yo qué sé, señor, porque, digo yo, que en<br />
estas cosas algo andarán Dios o Cristo mediante, que<br />
no se le da a uno la adivinación por nada, pero ya le<br />
digo, si sé que se me pone así, me callo.<br />
E insistió el cura en que eso eran todo herejías,<br />
más cercanas a <strong>de</strong>gollar cor<strong>de</strong>ros que a otra cosa, y<br />
que no las consentiría en su casa, y que estaba harto<br />
<strong>de</strong> que confundiera todas las cosas unas con otras,<br />
como cuando veía un gato negro y se persignaba, u<br />
oía <strong>de</strong>l diablo y tocaba ma<strong>de</strong>ra, que hay que aclarar<br />
lo que es Dios y lo que es nada, y esas cosas.<br />
Estaba aún enfadado cuando se sentó a cenar,<br />
molesto por el abandono <strong>de</strong> sus misas para ver cultos<br />
paganos, y empezó, muy serio, a sermonear a Manuel<br />
a :<br />
- Mira Manuela, que el Catecismo mismo lo<br />
dice: la superstición es ni más ni menos que la <strong>de</strong>sviación<br />
<strong>de</strong>l sentimiento religioso y las prácticas que<br />
impone, una tentación constante que la fe <strong>de</strong>be evitar;<br />
y que al divinizar lo que no es Dios, está en contradicción<br />
con el honor y el respeto que le <strong>de</strong>bemos<br />
sólo a Él. ¿Entien<strong>de</strong>s, Manuela, por qué todas las<br />
prácticas <strong>de</strong> magia o hechicería son gravemente contrarias<br />
a la virtud <strong>de</strong> la religión?<br />
Y ella asintió y bajó la cabeza, así que se quedó<br />
más ancho que largo con su discurso, y hundió la<br />
cuchara en la sopa y empezó a comer; pero, <strong>de</strong> repente,<br />
al coger la sal, se le cayó un poco. Entonces vio a<br />
Manuela santiguarse:<br />
Dios nos guar<strong>de</strong> <strong>de</strong> la mala ventura<br />
Y, con un cabreo que se acercaba ya a pecado<br />
capital, se levantó <strong>de</strong> un golpe <strong>de</strong> la mesa, y cerrando<br />
<strong>de</strong> un portazo su habitación, renunció a la cena,<br />
rezongando que por qué las viejas ignorantes no se<br />
quedarían en sus pueblos en vez <strong>de</strong> ir a meterse a<br />
casas <strong>de</strong>centes; y se acostó.<br />
Día 2<br />
“Busco en el camino todas las respuestas<br />
... y me he dado cuenta que están en mí”<br />
Mägo <strong>de</strong> Oz<br />
El día siguiente no fue mucho mejor. Don Luis<br />
bajaba los escalones <strong>de</strong>l altar a la nave, en una especie<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>jà-vu <strong>de</strong> frustración en que casi podía sentir<br />
las risas <strong>de</strong> los ausentes. Domingo por la mañana y<br />
había contado doce a comulgar, doce. Y c o n f e s i o n e s<br />
ni media, claro, adón<strong>de</strong> vamos a parar. . .<br />
Se dirigía ya al pórtico, consolándose al menos<br />
con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un cafecito con churros –lo mejor tras<br />
la misa <strong>de</strong> diez-, periódico en mano, cuando vio acercársele,<br />
sonriente, a un hombre. Nunca lo hubiera<br />
admitido, pero le cayó, literalmente, el alma a los<br />
pies: pensar en ponerse a aten<strong>de</strong>r feligreses se le<br />
hacía un poco cuesta arriba, porque, por más que uno<br />
se queje <strong>de</strong> la falta <strong>de</strong> clientela, lamentarse es siempre<br />
más fácil que trabajar. Pero entonces el hombre<br />
s o n r i ó :<br />
- ¡Luis! –exclamó- ¿No te acuerdas ya <strong>de</strong> mí?<br />
- La madre... ¡Alonso! ¡Pero si es que <strong>de</strong>be<br />
hacer veinte años!<br />
Con esas palmadas en el hombro tan propias <strong>de</strong><br />
los recién reencontrados se pusieron al día en un<br />
momento <strong>de</strong> lo que les había caído <strong>de</strong> bueno y <strong>de</strong><br />
malo en aquellos años, que ya eran más bien treinta<br />
que veinte, y creciendo:<br />
- Pues nada, que seguí la vocación y a intentar<br />
ganarme la vida con lo mío... <strong>de</strong> escritor, mira que<br />
loco... carrera sí, me licencié en <strong>Filosofía</strong>... no te<br />
rías, hombre, que no es para tanto, si en el seminario<br />
también... Anita, bueno, ¡Anita don<strong>de</strong> quedó!...<br />
supongo que fue sólo la excusa que me hacia falta<br />
para salirme... ¿Y tú qué? Bueno, ya veo, aquí <strong>de</strong><br />
párroco, ¿resististe, eh chico? Siempre fuiste <strong>de</strong> los<br />
d u r o s . . .