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I already knew that. - Sociedad Asturiana de Filosofía

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“Símbolo,<br />

oscuro disfraz <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino.<br />

Ocho quiere <strong>de</strong>cir: amor.<br />

Nueve, ¡quién sabe!<br />

Sería preciso <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser<br />

hombre. Pero<br />

es sabido<br />

-y a todo el mundo constaque<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l color amarillo<br />

se oculta una traición:<br />

la más frecuente. ¡Cuidado!<br />

Engañan las palabras,<br />

las cifras, los sonidos.<br />

Nada es lo que parece.<br />

El peligro<br />

está <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todo.<br />

Hará falta moverse<br />

Día 1<br />

“Si no es por superstición<br />

pue<strong>de</strong> ser por pre c a u c i ó n ,<br />

p e ro <strong>de</strong> todas maneras... tocar ma<strong>de</strong>ra.”<br />

M. Te n a<br />

La luz se colaba por las grietas casi tanto como<br />

por las vidrieras, dibujando, reverente, sobre las<br />

tablas sueltas, visos <strong>de</strong> oro que teñían el silencio <strong>de</strong><br />

la tar<strong>de</strong>.<br />

Con un par <strong>de</strong> zancadas bajó, taciturno, los largos<br />

y estrechos escalones que <strong>de</strong>bían haberle separado<br />

<strong>de</strong>l vulgo. Levantó la cabeza hacia la imagen, y,<br />

con más rutina que fe, se santiguó. Miró luego alre<strong>de</strong>dor<br />

y esbozó una sonrisa sarcástica. A la <strong>de</strong>recha,<br />

bajo el púlpito, una pequeña puerta comunicaba con<br />

la sacristía. Don Luis la abrió, acostumbrado ya al<br />

chirriar <strong>de</strong> los goznes, y entró. Subiendo los brazos,<br />

pasó la casulla hacia más atrás <strong>de</strong> los estrechos hombros,<br />

y la posó en un perchero cercano. Se miró al<br />

espejo, escudriñando sus propios ojos en una velada<br />

queja <strong>de</strong> vejez. Luego, apagó la luz y salió.<br />

Casi al fondo <strong>de</strong> la nave, con la regor<strong>de</strong>ta silueta<br />

marcada por los rayos rojizos que entraban por el<br />

portalón, la señora Manuela empezaba a barrer. Lo<br />

saludó con la mano, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> mover la escoba, y<br />

se acercó.<br />

Cada vez menos, ¿eh, don Luis?<br />

Cada vez menos, Manuela, tienes toda la<br />

razón... si <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nada van a <strong>de</strong>jarnos solos...<br />

Sólo un par <strong>de</strong> beatas se habían presentado<br />

« S í m b o l o »<br />

con mucho sigilo<br />

para no tropezar<br />

con el hierro<br />

que nos <strong>de</strong>sgarraría el alma fatalmente.<br />

El secreto es sencillo:<br />

confianza y <strong>de</strong>sconfianza, olvidar<br />

lo aprendido,<br />

cerrar los ojos si<br />

lo evi<strong>de</strong>nte se ensaña<br />

con nosotros, pronunciar las palabras<br />

elementales, llorar<br />

<strong>de</strong> cuando en cuando, vivir como si nada<br />

hubiese sucedido.<br />

El agua clara significa: espera.<br />

Restos <strong>de</strong> luz en el atar<strong>de</strong>cer: olvido.”<br />

Ángel González<br />

II Olimpiada: primer premio<br />

aquella tar<strong>de</strong>, y estaban aún en la puerta, cuchicheando<br />

<strong>de</strong> unos y otros en bien poco cristiana actitud.<br />

Ni te molestes en barrer tanto... mejor vamos ya<br />

a casa, y me haces la cena pronto, que me apetece<br />

irme a dormir.<br />

A Manuela, que era mujer <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as fijas, no le<br />

gustaba <strong>de</strong>jar a medias las cosas, pero don<strong>de</strong> hay<br />

patrón no manda marinero, ya se sabe, y la sacristana<br />

obe<strong>de</strong>ció.<br />

- Espéreme fuera, dos minutos y nos vamos,<br />

sólo acabo con el pasillo central.<br />

Y escoba en mano atacó por un rato aún el polvo,<br />

mientras el cura, sentado en el banco <strong>de</strong> atrás,<br />

hablaba con Dios o el diablo <strong>de</strong> quién sabe qué cosas.<br />

Anochecía ya, y tiraba un aire fresco <strong>de</strong> otoño,<br />

cuando caminaban hacia casa. Don Luis iba enfrascado<br />

en sus cuestiones, y Manuela hablaba y hablaba<br />

como <strong>de</strong> costumbre, sin preocuparse <strong>de</strong> lo sagrado<br />

<strong>de</strong>l silencio. Fue en verdad una liberación para el<br />

padre cuando llegaron a casa y pudo, con la excusa<br />

<strong>de</strong> una ducha, alejarse un poco <strong>de</strong> la cháchara insulsa<br />

<strong>de</strong> la asistenta. No más <strong>de</strong> un cuarto <strong>de</strong> hora más<br />

tar<strong>de</strong> apareció, eso sí, <strong>de</strong> vuelta en la cocina, a ver qué<br />

pinta tenía el guiso cuyo olor ya llenaba <strong>de</strong> hambre<br />

los pasillos. Era casi tradición <strong>de</strong> aquella casa que se<br />

sentara a preparar el sermón <strong>de</strong> la mañana por las<br />

noches entre los efluvios <strong>de</strong> potajes, comentándole a<br />

Manuela el discurso preparado para que le dijera si<br />

se entendía o no y qué sobraba y faltaba; por eso,<br />

cuando llegó y vio que el ruido <strong>de</strong>l trajín <strong>de</strong> platos lo<br />

sobrepasaba la voz que salía <strong>de</strong> la tele, se dispuso a<br />

recriminarla.<br />

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