La figura histórica de Jesús
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LA FIGURA HISTÓRICA DE JESÚS<br />
Quienes aspiraban a seguirle no <strong>de</strong>bían olvidar que no<br />
tenía dón<strong>de</strong> reclinar la cabeza, Mt 8,19s.<br />
El hombre cuyo padre acababa <strong>de</strong> morir <strong>de</strong>bía "<strong>de</strong>jar<br />
que los muertos entierren a sus muertos" y seguir a <strong>Jesús</strong>,<br />
Mt 8,21s.<br />
Sus seguidores per<strong>de</strong>rían la familia e incluso sus propias<br />
vidas, Mt 10,34-38; cf. Mt 16,24-28.<br />
El joven rico <strong>de</strong>bía ven<strong>de</strong>r todas sus posesiones y seguir a<br />
<strong>Jesús</strong>, Mt 19,16-22.<br />
Vamos a prestar especial atención a Mt 19,27-29: Pedro preguntó qué<br />
recibirían los seguidores <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> que lo habían <strong>de</strong>jado todo. <strong>Jesús</strong> contestó<br />
que recibirían cien veces más, heredarían la vida eterna, y que los doce juzgarían<br />
a las doce tribus <strong>de</strong> Israel. En este pasaje, no sólo pretendía poseer<br />
autoridad en el sentido <strong>de</strong> que conocía la voluntad <strong>de</strong> Dios y estaba capacitado<br />
para llamar a la gente a seguirle sin importar lo que costase, sino<br />
también en un sentido distinto y más común: en el Reino, sus seguidores<br />
serían los jueces. Esto le convierte, presumiblemente, en virrey: a la cabeza<br />
<strong>de</strong> los jueces <strong>de</strong> Israel, subordinado únicamente a Dios mismo.<br />
El segundo aspecto <strong>de</strong> la autoafirmación <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> es la pretensión <strong>de</strong><br />
una relación inmediata con Dios, en el sentido estricto <strong>de</strong> "no mediada".<br />
Consi<strong>de</strong>raba su relación con Dios especialmente íntima. Como ha señalado<br />
Geza Vermes, otros profetas carismáticos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>, creyeron<br />
tener una relación muy íntima con Dios, y no <strong>de</strong>bemos insistir <strong>de</strong>masiado<br />
en la visión que <strong>Jesús</strong> tenía <strong>de</strong> sí mismo a este respecto. Tal vez haya<br />
habido numerosas personas que se sintieron tan cercanas a Dios como<br />
se sintió <strong>Jesús</strong>. Pero po<strong>de</strong>mos estar seguros en lo que a él respecta:<br />
pensaba que se le había encargado especialmente hablar en nombre <strong>de</strong><br />
Dios, y esta convicción se basaba en un sentimiento <strong>de</strong> intimidad personal<br />
con la <strong>de</strong>idad.<br />
Títulos<br />
Sabemos en sustancia lo que <strong>Jesús</strong> pensaba <strong>de</strong> sí mismo. Nos preguntamos<br />
ahora si se dio o no un título a sí mismo. Los autores <strong>de</strong>l Nuevo<br />
Testamento estaban interesados en los títulos, y los cristianos mo<strong>de</strong>rnos<br />
han seguido su ejemplo. Pocos temas <strong>de</strong> investigación han generado tanta<br />
publicación especializada. Todos pensamos que, si conocemos la palabra<br />
apropiada que <strong>de</strong>signa algo, conocemos ese algo mejor, pero en este caso<br />
concreto tal i<strong>de</strong>a probablemente sea incorrecta. <strong>La</strong> búsqueda <strong>de</strong>l título<br />
apropiado —la palabra que encierre la visión que <strong>Jesús</strong> tenía <strong>de</strong> sí mismo,<br />
LA VISIÓN QUE JESÚS TENÍA SOBRE SU PAPEL EN EL PLAN DE DIOS<br />
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así como la visión <strong>de</strong> los primeros discípulos- supone que los títulos<br />
tenían <strong>de</strong>finiciones fijas y que sólo necesitamos <strong>de</strong>scubrir la <strong>de</strong> cada uno.<br />
Si el título a significaba x, y <strong>Jesús</strong> se aplicó a, sabemos que se tenía por x.<br />
A mi modo <strong>de</strong> ver, el presupuesto básico -que los títulos tenían <strong>de</strong>finiciones<br />
estereotipadas- es un error.<br />
Vamos a empezar con el título <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> que más ampliamente se ha<br />
utilizado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su propia época: "Mesías" o "Cristo". Para facilitar las<br />
cosas, voy a repetir la etimología <strong>de</strong> estas palabras. El vocablo "Mesías" es<br />
una transliteración aproximada <strong>de</strong>l hebreo meshiah o <strong>de</strong>l arameo mashiha,<br />
palabras que significan "ungido". En griego, la traducción <strong>de</strong> meshiah es<br />
christos, término <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>riva la palabra "Cristo". Así, "Mesías" y<br />
"Cristo" son lo mismo. <strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> los autores <strong>de</strong>l Nuevo Testamento,<br />
que escribieron en griego, utilizaron christos, pero a veces escribieron messias,<br />
<strong>de</strong>mostrando así conocimiento <strong>de</strong> la palabra semítica subyacente. 1 Allá<br />
por el tiempo en que Pablo escribió sus cartas, si no antes, christos empezó<br />
a utilizarse no como título, sino como parte <strong>de</strong>l nombre <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>: "Jesucristo".<br />
Lo que ahora nos interesa es el título "Mesías" en la propia cultura<br />
<strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>. ¿Qué significaba para los judíos palestinenses <strong>de</strong>l siglo I?<br />
En la Biblia hebrea eran ungidas tres clases <strong>de</strong> personas: los profetas,<br />
los sacerdotes y los reyes. <strong>La</strong> tradición cristiana se centró pronto en el tercer<br />
grupo consi<strong>de</strong>rando que aportaba una pista <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>:<br />
había sido <strong>de</strong>scendiente <strong>de</strong>l rey David y era el Mesías davídico —el <strong>de</strong>scendiente<br />
físico <strong>de</strong> David, elegido por Dios (espiritualmente "ungido") para<br />
llevar a cabo una tarea semejante a la <strong>de</strong> David—. Los estudiosos <strong>de</strong>l Nuevo<br />
Testamento han aceptado la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> "Mesías" como referida al<br />
Mesías regio, un segundo David. Esta <strong>de</strong>finición <strong>de</strong>be conducir a quien la<br />
acepte a pensar que <strong>Jesús</strong> pretendió formar un ejército y expulsar a los<br />
enemigos <strong>de</strong> Israel. Como no hizo nada por el estilo, los estudiosos han <strong>de</strong><br />
tratar <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r, entonces, por qué sus discípulos lo llamaban<br />
"Mesías". Pero ¿es correcta la <strong>de</strong>finición <strong>de</strong>l Mesías davídico como rey guerrero?<br />
Ya hemos visto anteriormente que dos fuentes judías, incuestionablemente<br />
precristianas, son a<strong>de</strong>cuadas para enten<strong>de</strong>r "Mesías", especialmente<br />
"Mesías davídico" (pp. 112s). Voy a repetir brevemente lo esencial.<br />
En Salmos <strong>de</strong> Salomón 17 se presenta a un hijo <strong>de</strong> David que purifica Jerusalén<br />
<strong>de</strong> gentiles y judíos perversos. Monta a caballo y, por tanto, parece<br />
un caudillo militar. Sin embargo, no son sus tropas las que realizan la<br />
tarea, sino Dios mismo. En este caso, tenemos a un hijo <strong>de</strong> David que<br />
actúa, en algunos aspectos, como David. No obstante, el concepto ha<br />
cambiado: no habrá combate real.<br />
<strong>La</strong> segunda fuente que arroja luz sobre el título "Mesías" está en la<br />
Jn 1,41; 4,25.