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la rama alta en que estaba el hombre-mono, éste señaló con el índice hacia el sur y allí, a<br />

un centenar de metros de distancia, el negro vio cierto número de enormes lomos que<br />

sobresalían por encima de las altas hierbas de una pradera. Tarzán indicó esa misma<br />

dirección a los observadores que aguardaban en el suelo y les transmitió, con los dedos,<br />

el número de animales que podía contar.<br />

Los cazadores salieron de inmediato en pos de los elefantes. El negro del árbol se<br />

apresuró a bajar, pero Tarzán les siguió a su modo, o sea desplazándose de rama en<br />

rama.<br />

Cazar elefantes con las toscas armas del hombre primitivo no es precisamente un<br />

juego de niños. Tarzán sabía que son pocas las tribus indígenas que lo practican y el<br />

hecho de que aquella lo hiciese le hacía sentir no poco orgullo... Empezaba ya a pensar<br />

en sí mismo como miembro de aquella pequeña comunidad.<br />

Mientras se movía silenciosamente a través de los árboles, Tarzán vio a los guerreros<br />

desplegarse para formar un semicírculo en torno a los elefantes, que estaban<br />

completamente ajenos a lo que se les venía encima. Por último, los indígenas tuvieron a<br />

la vista a los gigantescos animales. Seleccionaron dos ejemplares adultos, de grandes<br />

colmillos y, a una señal, los cincuenta guerreros se levantaron como un solo hombre en<br />

el lugar donde se ocultaban y lanzaron sus venablos de guerra sobre los dos elefantes<br />

elegidos. Ni una sola de aquellas lanzas erró el tiro; cada uno de los dos gigantescos<br />

animales recibió en el costado su correspondiente cuota de veinticinco venablos. Uno de<br />

ellos ni siquiera pudo moverse del lugar donde se encontraba cuando el alud de lanzas<br />

cayó sobre él; dos de aquellas lanzas, certeramente dirigidas, se le clavaron en el<br />

corazón y el elefante dobló las rodillas y se desplomó sin ofrecer la menor resistencia,<br />

sin un estertor.<br />

Aunque situado cerca de su compañero, al encontrarse de cara a los cazadores el otro<br />

elefante no había ofrecido un blanco tan perfecto y ningún venablo alcanzó su corazón.<br />

Permaneció inmóvil unos segun<br />

dos, barritando de rabia y dolor mientras buscaba con la vista al causante de sus<br />

heridas. Los negros habían desaparecido en la espesura de la jungla antes de que los<br />

débiles ojos del monstruo cayesen sobre alguno, pero el animal oyó el ruido que<br />

producían al huir y, con aterrador estruendo de arbustos y matorrales aplastados, se<br />

precipitó hacia los indígenas en retirada.<br />

El azar quiso que avanzara en dirección a Busuli, a quien ganaba terreno con tal<br />

rapidez que se hubiese dicho que el negro estaba quieto, cuando lo que hacía era correr<br />

con toda su alma para escapar a la inevitable muerte que estaba a punto de alcanzarle.<br />

Tarzán había presenciado todo el desarrollo de la operación desde la enramada de un<br />

árbol cercano y, al ver el peligro en que se encontraba su amigo, salió disparado hacia la<br />

enfurecida bestia y trató de llamar su atención a base de gritos, con la esperanza de<br />

distraerla.<br />

Pero igual podía ahorrarse el aliento, porque el elefante estaba sordo y ciego para todo<br />

lo que no fuese el objetivo de su cólera, que inútilmente corría por delante de él. Tarzán<br />

comprendió entonces que sólo un milagro podía salvar a Busuli y con la misma<br />

despreocupación con que en otro momento había perseguido a aquel hombre se aprestó<br />

ahora a colocarse en el camino del elefante e intentar salvar la vida del guerrero negro.<br />

Aún empuñaba el venablo y cuando Tantor se hallaba aún a unos siete u ocho pasos<br />

de su presa, un vigoroso guerrero blanco aterrizó casi delante de él, como caído del<br />

cielo. Con las peores intenciones del mundo, el elefante se desvió a la derecha para aca<br />

bar con aquel temerario enemigo que osaba inter-<br />

ponerse entre él y su presunta víctima. Pero Tantor no contaba con la celérica rapidez<br />

de aquel hombre, capaz de electrizar sus músculos de acero y dotarlos de tan

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