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nave. Las máquinas, destrozadas y sueltas, volaban hacia popa, llevándose por delante<br />

mamparas y paneles de<br />

separación. La popa se elevó por encima de todos, permaneció unos segundos<br />

inmóvil, como un astil vertical que sobresaliera desde el fondo del océano y luego,<br />

rápidamente, el buque se hundió de proa y las olas se lo tragaron.<br />

En uno de los botes, el intrépido lord Tennington se enjugó una lágrima... No era una<br />

fortuna lo que acababa de ver sumergirse en el océano, sino un magnífico amigo al que<br />

quería enormemente.<br />

Por fin, aquella larga noche dio paso a la aurora y un sol tropical envió sus rayos para<br />

que se batieran con las ondulantes aguas. Jane Porter había conciliado un sueño<br />

inquieto, pero se despertó cuando la brillante claridad del sol le bañó la cara. La<br />

muchacha miró en tomo. En el bote iban con ella tres marineros, Clayton y monsieur<br />

Thuran. Su mirada buscó las otras barcas, pero en todo lo que alcanzaba la vista nada<br />

rompía la pavorosa y monótona uniformidad de aquel desierto de agua salada... Estaban<br />

solos a bordo de un pequeño bote, perdidos en la inmensidad del Atlántico.<br />

XIV Regreso a la vida primitiva<br />

Al llegar al agua, el primer impulso de Tarzán fue alejarse nadando del buque y del<br />

potencial peligro que representaban las hélices. No ignoraba a quién tenía que agradecer<br />

el apuro en que se encontraba y, mientras se mantenía a flote mediante un leve<br />

movimiento de los brazos, lo que más le mortificaba era la facilidad con que Rokoff le<br />

había vencido.<br />

Permaneció algún tiempo así, con la vista en las luces del transatlántico, que se<br />

alejaban y disminuían de tamaño, sin que ni por un momento se le ocurriera gritar<br />

pidiendo ayuda. A lo largo de su vida, ni una sola vez había pedido auxilio, de modo<br />

que nada tiene de extraño que tampoco lo hiciera en aquella ocasión. Siempre dependió<br />

exclusivamente de sus facultades y recursos y, por otra parte, desde los días de Kala no<br />

hubo nadie que hubiera podido acudir en su socorro. Cuando se le ocurrió que podía<br />

pedir ayuda ya era demasiado tarde.<br />

Tarzán calculó que habría una probabilidad entre cien mil de que le recogiese algún<br />

barco que pasara por allí y que incluso todavía eran menores las probabilidades de que<br />

pudiese llegar a tierra, pero, no obstante, decidió nadar sin prisas en dirección a la<br />

costa..., tal vez el transatlántico se encontraba más cerca del litoral de lo que él suponía.<br />

Avanzó a base de brazadas largas y fáciles, transcurrirían muchas horas antes de que<br />

sus colosales<br />

músculos empezaran a dar señales de fatiga. Mientras nadaba hacia el este, guiándose<br />

por las estrellas, notó que los zapatos eran una rémora, de modo que se desprendió de<br />

ellos. A continuación hizo lo propio con los pantalones y se habría quitado la chaqueta<br />

también de no haber sido por los preciosos documentos que guardaba en el bolsillo.<br />

Para tranquilizarse, para cerciorarse que aún estaban allí, se llevó la mano al bolsillo y,<br />

con gran consternación, comprobó que habían desaparecido.<br />

Supo entonces que en el hecho de que Rokoff se apresurara a arrojarle por la borda<br />

hubo algo más que simple venganza: el ruso se las había ingeniado para recuperar<br />

previamente los papeles que Tarzán le arrebatase en Bu Saada. El hombre-mono soltó<br />

una palabrota en voz baja y dejó que su chaqueta y camisa se hundieran en el Atlántico.<br />

No pasaron muchas horas antes de que se hubiese desprendido del resto de las prendas<br />

que vestía, para nadar sin engorros ni entorpecimientos en dirección este.<br />

Los primeros albores del día empezaban a atenuar el fulgor de las estrellas cuando la<br />

tenue silueta de una mole negra se destacó delante de Tarzán, justo en la ruta que<br />

llevaba. Unas cuantas brazadas le pusieron junto a ella: era la parte inferior del casco de<br />

un buque que había naufragado. Tarzán subió a aquel pecio, con la sana idea de

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