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Ciudad de El Cabo, donde decidió de pronto que tenía urgentes compromisos que<br />
acaso le retuvieran allí algún tiempo.<br />
La señorita Strong le había dicho que ella y su madre iban a visitar al hermano de esta<br />
última... No habían determinado cuánto tiempo iba a durar su estancia, aunque era<br />
probable que se prolongara unos meses.<br />
La señorita Strong se alegró mucho cuando supo que monsieur Thuran también iba a<br />
Ciudad de El Cabo.<br />
-Confio en que nos sea posible continuar esta relación amistosa -dijo la muchacha-.<br />
En cuanto nos hayamos instalado debe usted visitarnos a mi madre y a mí.<br />
A monsieur Thuran le hizo feliz tal perspectiva y no perdió tiempo en manifestarlo<br />
así. La señora Strong no se sentía tan favorablemente impresionada como su hija.<br />
-No sé por qué no acaba de gustarme ese hombre -confesó a Hazel un día en que salió<br />
a relucir el asunto-. Parece un perfecto caballero en todos los aspectos, pero a veces...<br />
hay algo en sus ojos..., una expresión huidiza que no puedo describir, pero que cuando<br />
la veo me produce una sensación extraña.<br />
La hija se echó a reír.<br />
-¡Qué tonta eres, mamá!<br />
-Supongo que sí, pero no sabes lo que lamento que no sea el señor Caldwell quien nos<br />
acompañe, en vez de este otro individuo.<br />
-Yo también lo lamento -replicó Hazel.<br />
Monsieur Thuran se convirtió en asiduo visitante del domicilio del tío de Hazel Strong<br />
en Ciudad de El Cabo. Se hizo notar en seguida con su exagerado despliegue de<br />
atenciones, pero mostraba tan entusiasta<br />
vocación por adelantarse a todos los deseos de la joven que ésta empezó a contar con<br />
él cada vez más. ¿Necesitaba ella, su madre o una prima suya un acompañante que la<br />
escoltara o era preciso hacerles algún recado? Pues allí estaba siempre el ubicuo<br />
monsieur Thuran dispuesto a realizar el favor que fuera menester. Con su indefectible<br />
cortesía y su inagotable afán de ser útil se ganó el aprecio del tío de Hazel y de todos<br />
sus familiares. Monsieur Thuran alcanzó la condición de indispensable. Al final, cuando<br />
creyó llegado el momento propicio, se declaró. La señorita Strong se quedó estupefacta.<br />
No supo qué decir.<br />
-Ni por asomo podía imaginarme que le interesase a usted en ese sentido -acabó por<br />
reconocer-. Siempre le he considerado un buen amigo. No puedo contestarle ahora.<br />
Olvide que me ha pedido que sea su esposa. Continuemos como hasta ahora... es posible<br />
que más adelante pueda hacerme a la idea. Deje que, durante un tiempo, piense en usted<br />
observándole desde un ángulo distinto. Cabe la posibilidad de que descubra que mis<br />
sentimientos hacia usted van más allá de la amistad. Desde luego, ni por un segundo se<br />
me ha ocurrido nunca que le quisiera.<br />
Monsieur se dio por satisfecho con aquel acuerdo. Lamentaba en lo más hondo de su<br />
ser haberse precipitado, pero llevaba tanto tiempo enamorado de ella, tan perdida y<br />
fervorosamente prendado de la señorita Strong, que daba por supuesto que todo el<br />
mundo estaba enterado de sus sentimientos.<br />
-La quiero desde la primera vez que la vi, Hazel -confesó-. No tengo inconveniente en<br />
esperar, porque sé que un amor tan puro y tan inmenso como<br />
el mío tendrá su recompensa. Lo único que deseo es saber que usted no quiere a otro.<br />
¿Me lo asegura?<br />
-En la vida estuve enamorada de nadie -repuso la joven, lo cual tranquilizó a monsieur<br />
Thuran.<br />
Durante su vuelta a casa, aquella noche, entretuvo la imaginación comprando un yate<br />
de vapor y adquiriendo una villa de un millón de dólares en el mar Negro.