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prendas inmaculadas de hilo al nudismo de la jungla. Desde luego, eso era difícil de<br />

comprender; sin embargo, se trataba de una realidad clara y evidente.<br />

Acababan de rodear un alto peñasco que sobresalía en el camino cuando tuvieron que<br />

detenerse en seco. Allí, ante ellos, en mitad de la senda, estaba Numo, el adrea, el león<br />

negro. Los verdes ojos del felino clavaron toda la perversidad de su mirada en los dos<br />

caminantes. El animal les enseñó los dientes y su cola, como un azote colérico, se<br />

fustigó los costados negro-amarillentos. Luego emitió un rugido... el rugido<br />

espeluznante del león hambriento y furioso.<br />

-Su cuchillo -pidió Tarzán a la joven, al tiempo que extendía el brazo. Ella deslizó la<br />

empuñadura del arma en la palma de la mano del hombre mono. Cuando los dedos de<br />

éste se cerraron en tomo al mango, hizo retroceder a la muchacha y se situó delante de<br />

ella-. Vuelva al desierto con toda la rapidez que pueda. Si me oye llamarla, será señal de<br />

que todo va bien y puede regresar.<br />

-Es inútil -repuso la uled-nail con aire resignado-. Esto es el fin.<br />

-¡Obedezca! -le ordenó Tarzán- ¡Rápido! ¡Está a punto de saltar sobre nosotros!<br />

La muchacha retrocedió unos pasos y se quedó contemplando aquel escalofriante<br />

espectáculo de cuyo desenlace pronto iba a ser aterrado testigo.<br />

El león avanzaba despacio hacia Tarzán, con el hocico pegado al suelo, como un toro<br />

desafiante, y la cola extendida, trémula, como si se estremeciera de pura e intensa<br />

emoción.<br />

El hombre-mono aguantó a pie firme, medio encorvado. Empuñaba el largo cuchillo<br />

árabe cuya hoja relucía a la luz de la luna. A su espalda, la tensa figura de la muchacha<br />

permanecía inmóvil como una estatua. La joven se inclinaba levemente hacia adelante,<br />

entreabiertos los labios, desorbitados los ojos. Su único pensamiento consciente era el<br />

de la admiración que despertaba en su cerebro el intrépido arrojo de aquel hombre que<br />

con un simple cuchillo se atrevía a plantar cara al señor de la gran cabeza. La joven<br />

pensó que un hombre de su propia raza y sangre se habría arrodillado a rezar y habría<br />

caído bajo aquellos terribles colmillos sin ofrecer resistencia. De cualquier modo, tanto<br />

en un caso como en otro, el resultado sería el mismo... era inevitable. Sin embargo, la<br />

joven no pudo reprimir un escalofrío de maravilla mientras sus ojos seguían fijos en la<br />

heroica figura que tenía ante sí. Ni el más leve temblor en aquella gigantesca persona.<br />

Su aspecto era tan amenazador y desafiante como el del propio adrea.<br />

El león se encontraba ya muy cerca del hombre-mono, sólo les separaban unos pasos.<br />

El felino encogió el cuerpo y luego, con un ensordecedor rugido, saltó...<br />

John Caldwell, de Londres<br />

Cuando Nurna el ad rea se lanzó con las garras extendidas y los colmillos prestos a la<br />

dentellada tenía el convencimiento de que aquel individuo de tres al cuarto iba a ser<br />

presa fácil, como lo fueron la veintena de hombres que habían caído ya bajo sus zarpas.<br />

Para Numa, el hombre era una criatura torpe, desvalida, lenta de movimientos... Le<br />

inspiraba poco respeto.<br />

Pero esta vez se encontró con un ser tan ágil y rápido como él. Cuando el vigoroso<br />

cuerpo del león aterrizó en el punto que segundos antes ocupaba la presunta víctima,<br />

ésta había volado de allí.<br />

La muchacha se quedó paralizada por el asombro al ver la serena facilidad con que el<br />

hombre encogido sobre sí mismo eludió las enormes y mortíferas uñas de la fiera. Y<br />

ahora, ¡oh, Alá!, se había abalanzado sobre el lomo del adrea, antes de que el animal<br />

tuviera tiempo de revolverse. Situado tras el cuello de la fiera, se agarró a la melena<br />

para sujetarse. El león se encabritó como un caballo, pero Tarzán sabía que iba a hacer<br />

precisamente eso y había tomado sus medidas. Un brazo gigantesco rodeó la garganta<br />

del felino por debajo de la negra melena y una, dos, tres veces la afilada hoja del

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