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puesto que he vivido experiencias escalofriantes en aquella floresta aterradora, pero la<br />
verdad es que<br />
hay momentos en que anhelo volver, porque no dejo de tener presente que disfruté allí<br />
de los instantes ~felices de mi vida.»<br />
Mientras hablaba, su rostro tenía una expresión de indescriptible tristeza, lo que me<br />
indujo a pensar que estaba enterada de que yo conocía su secreto y que tal expresión<br />
acongojada era su modo de indicarme que te transmitiera un mensaje de su parte: el de<br />
que tu recuerdo tenía un santuario en su corazón, aunque éste perteneciese a otro.<br />
Cuando tú eras el protagonista de la conversación, Clayton no disimuló la incomodidad<br />
y nerviosismo que sentía. Su rostro denotaba angustiada preocupación. Lo que no fue<br />
óbice para que manifestara un bondadoso interés acerca de cómo te iban las cosas. Me<br />
pregunto si sospechará la verdad acerca de ti.<br />
Tennington entró con Clayton. Son grandes amigos, ya sabes. Tennington se disponía<br />
a zarpar en su yate, con ánimo de llevar a cabo uno de sus interminables cruceros, y<br />
trataba de convencer a los demás para que se enrolaran en la travesía. También trató de<br />
liarme a mí. Estavez tiene intención de circunnavegar el continente de África. Le<br />
contesté que lo más probable es que, como no se le quite de la cabeza la idea de que su<br />
bonito juguete flotante no es ni un acorazado ni un transatlántico, el día menos pensado<br />
le va a llevar, a él y a algunos de sus amigos, al fondo del océano.<br />
Regresé a París anteayer y ayer encontré en las carreras a los condes De Coude. Me<br />
preguntaron por ti, claro. El conde parece tenerte un tremendo afecto. No da la<br />
impresión de guardarte rencor alguno, sino todo lo contrario. Olga está tan radiante de<br />
belle-<br />
za como siempre, aunque parece un poco deprimida. Supongo que sus breves<br />
relaciones contigo le enseñaron una lección que no olvidará mientras viva. Para ella, y<br />
para su esposo, desde luego, fue una suerte que se tratara de ti y no de otro individuo<br />
menos caballeroso.<br />
Me temo que si hubieras galanteado a Olga no habría habido esperanza para ninguno<br />
de los dos.<br />
Me encargó que te diese que Nicolás ha abandonado Francia. Ella le pagó veinte mil<br />
francos para que se fuera y no volviese. Se felicita por haberse desembarazado de él<br />
antes de que Nicolás intentase cumplir la amenaza que le hizo de matarte a la primera<br />
ocasión que se le presentara. Me contó también que le horrorizaba la posibilidad de que<br />
te mancharas las manos con la sangre de Nicolás. Te aprecia mucho y no se recató en<br />
reconocerlo delante del conde. No pareció que se le pudiera pasar por la cabeza la idea<br />
de que existiese probabilidad alguna de que un ulterior encuentro entre Nicolás y tú<br />
pudiese tener otro resultado que la muerte del ruso. En eso, el conde se mostró de<br />
acuerdo con ella. De Coude añadió que para acabar contigo haría falta un regimiento de<br />
Rokoff. Tus cualidades le inspiran un respeto de lo más saludable.<br />
Me han vuelto a destinar a mi antiguo buque. Zarpa de El Havre dentro de dos días,<br />
con órdenes secretas. Si diriges la carta al buque, tarde o temprano me llegará. En<br />
cuanto se me presente otra oportunidad volveré a escribirte.<br />
Tu sincero amigo, Paul D'Arnot<br />
-Me temo -pensó Tarzán a media voz- que Olga ha tirado veinte mil francos por la<br />
ventana.<br />
Releyó varias veces la parte de la misiva que aludía a la conversación de D Arnot con<br />
Jane Porter. De aquellos párrafos dimanaba para él una dicha más bien patética, pero<br />
eso era mejor que no tener dicha de ninguna clase.<br />
Las tres semanas siguientes transcurrieron sin acontecimientos fuera de lo normal.<br />
Tarzán vio varias veces al árabe misterioso, y en una de ellas le observó intercambiando