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En el bar hizo un alto Tarzán, tras haber dicho adiós a Kadur ben Saden y su partida.<br />
Era muy temprano, porque Kadur ben Saden quiso emprender la marcha al amanecer,<br />
de modo que cuando Tarzán regresó al hotel los huéspedes aún estaban tomando su<br />
desayuno.<br />
Cuando su indiferente mirada vagó por el comedor de los oficiales, Tarzán captó de<br />
pronto algo que lle-<br />
nó sus ojos de interés. El teniente Gernois estaba sentado a una mesa y, mientras el<br />
hombre mono contemplaba la escena, un árabe de blanca chilaba se acercó al teniente,<br />
se inclinó sobre él y le susurró unas palabras. Luego salió del edificio por otra puerta.<br />
En sí mismo, aquel detalle pudiera carecer de importancia, pero cuando el árabe se<br />
inclinó para hablar al oficial, Tarzán vislumbró algo que fugazmente dejó al descubierto<br />
la chilaba del hombre: llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo.<br />
IX<br />
Numa el ad rea<br />
El mismo día en que Kadur ben Saden emprendió su cabalgada hacia el sur, la<br />
diligencia del norte llevó a Tarzán una carta de D'Arnot reexpedida desde Sidibel-<br />
Abbes. La carta abrió una herida que a Tarzán le hubiera gustado mantener cerrada y<br />
olvidada. Sin embargo, no lamentaba que D'Arnot le hubiese escrito, porque al menos<br />
uno de los asuntos que exponía la misiva no dejaba de interesar al hombre-mono. Decía:<br />
Querido Jean:<br />
Después de mi última carta he tenido que ir a Londres por cuestiones de negocios.<br />
Sólo estuve allí tres días. En el curso del primero me tropecé lo que se dice<br />
inopinadamente- en Henrietta Street con un viejo amigo tuyo. Ni por lo más remoto te<br />
imaginarías quién es. Pues, ni más ni menos que el señor don Samuel T. Philander. Es<br />
cierto. Veo la expresión de incredulidad que ha aparecido en tu cara. Se empeñó en que<br />
le acompañase al hotel donde se hospedaba, y allí encontré a todos los demás: el<br />
profesor Arquímedes Q. Porter, la señorita Porter y aquella gigantesca negra, la doncella<br />
de la señorita Porter, Esmeralda me parece recordar que se llama. Mientras estaba allí,<br />
llegó Clayton. Van a casarse pronto, por no decir ya mismo, y sospecho que recibiremos<br />
la participación de boda cualquier día de<br />
estos. Debido a la muerte del padre de Clayton, va a ser una ceremonia discreta,<br />
íntima, a la que sólo asistirán los familiares directos.<br />
Cuando estaba a solas con el señor Philander, el hombre se puso en plan más bien<br />
confidencial. Me contó que la señorita Philander ya había aplazado la boda en tres<br />
ocasiones distintas. Al señor Philander, según me dio, le parece que la muchacha no<br />
tiene precisamente unas ganas locas de casarse con Clayton, pero todo indica que esta<br />
vez va a llegar hasta el final.<br />
Naturalmente, todos me preguntaron por ti, pero respeté tus deseos en cuanto a tu<br />
verdadero origen y me limité a hablarles de tus presentes actividades.<br />
La señorita Porter se mostró especialmente interesada en cuanto yo pudiera explicarle<br />
sobre tu persona y me formuló una barbaridad de preguntas. Me temo que disfruté lo<br />
mío, lo que no es digno de un caballero, exponiendo con mi más colorista elocuencia tu<br />
deseo y determinación de volver, tarde o temprano, a tujungla natal. Luego me<br />
arrepentí, porque a la muchacha pareció producirle auténtica angustia imaginarse los<br />
espantosos peligros a los que quieres regresar. «Y sin embargo», comentó la señorita<br />
Porter, «no sé... Hay destinos mós infaustos que los que pueda plantear a monsieur<br />
Tarzán la terrible y feroz selva virgen. Al menos, no tendrá remordimientos de<br />
conciencia. Y allí no faltan durante el día momentos de quietud, paz y sosiego, además<br />
de tener unas vistas de belleza sensacional. Es posible que le extrañe que diga cosas así,