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llegar a un acuerdo con el comandante del puesto militar para que le proporcione los<br />

medios precisos que le permitan cubrir el resto del camino.<br />

-¡Oh, m'sieur! -se exaltó la joven- ¿cómo podré pagárselo? No es posible que esté<br />

usted dispuesto a hacer todo eso por una pobre ulednail. Pero mi padre le recompensará,<br />

desde luego, porque ¿no es un gran jeque? Se llama Kadur ben Saden.<br />

-¡Kadur ben Saden! -exclamó Tarzán-. ¡Pero si Kadur ben Saden está en Sidi Aisa esta<br />

misma noche! Precisamente cenó conmigo hace pocas horas.<br />

¿Mi padre en Sidi Aisa? -gritó la asombrada danzarina-. ¡Alabado sea Alá! ¡Ahora sí<br />

que estoy salvada!<br />

-¡Chissst! -avisó Abdul-. Escuchen.<br />

Llegaba de abajo ruido de voces que, en el tranquilo aire de la noche, eran claramente<br />

audibles. Tarzán no entendía las palabras, pero Abdul y la muchacha se las fueron<br />

traduciendo.<br />

-Ya se han ido -comentó la bailarina-. Es a usted a quien quieren, m'sieur. Uno de<br />

ellos dijo que el extranjero que les ofreció dinero para que le mataran a usted se<br />

encuentra ahora en casa de Akmed din Sulef, con una muñeca rota, pero que ahora ha<br />

ofrecido una recompensa todavía más sustanciosa a quien se embosque en la carretera<br />

de Bu Saada, al acecho, y le asesine a usted cuando pase por allí.<br />

-Es el que estuvo siguiendo a m'sieur hoy en el mercado -exclamó Abdul-. Y he vuelto<br />

a verle dentro del café... A él y a otro. Y los dos salieron al patio interior después de<br />

hablar con la chica aquí presente. Son los que le atacaron y dispararon contra usted<br />

cuando salió del local. ¿Por qué querrán matarle, m'sieur?<br />

-No lo sé -contestó Tarzán. Luego, tras una pausa, añadió-: A menos que...<br />

Pero se interrumpió, porque la idea que había acudido a su cerebro, con todo y<br />

representar la explicación razonable del misterio, parecía al mismo tiempo carente de<br />

toda probabilidad.<br />

Los hombres que habían permanecido en la calle acabaron por marcharse. El patio y el<br />

café estaban ya desiertos. Cautelosamente, Tarzán descendió hasta el alféizar de la<br />

ventana de la joven. El cuarto estaba vacío. Regresó al tejado, ayudó a Abdul a bajar y<br />

luego descolgó a la muchacha hasta dejarla en brazos del árabe.<br />

Desde la ventana, Abdul cubrió de un salto la escasa altura que le separaba del suelo,<br />

mientras Tarzán cogía en brazos a la bailarina y saltaba también, como tantas veces<br />

hiciera en la selva cuando iba cargado. A la muchacha se le escapó un leve grito, pero<br />

Tarzán aterrizó en la calle con una sacu-<br />

dida imperceptible y la depositó sana y salva en el suelo.<br />

Ella se le aferró durante unos segundos.<br />

-¡Qué fuerte es usted, m'sieur! ¡Y qué ágil! -se admiró-. El adrea, el león negro, no es<br />

tan fuerte y ágil como usted.<br />

-Me gustaría conocer a ese adrea suyo -manifestó Tarzán-. He oído hablar mucho de<br />

él.<br />

-Pues si va al aduar de mi padre, lo verá -repuso la muchacha-. Vive en las<br />

estribaciones de las montañas situadas al norte de nuestro poblado y por las noches baja<br />

de su cubil para pillar lo que puede en el aduar de mi padre. Es capaz de aplastar con un<br />

solo zarpazo la testuz de un toro y ¡pobre del viajero que se tropiece con el adrea por la<br />

noche!<br />

Llegaron al hotel sin ningún contratiempo. El adormilado hotelero se negó en redondo<br />

a enviar a alguien en busca de Kadur ben Saden, por lo menos hasta la mañana<br />

siguiente, pero una moneda de oro dio un aspecto radicalmente distinto a la cuestión y,<br />

momentos después, un botones del establecimiento iniciaba el recorrido de las hosterías<br />

y posadas de la ciudad que contaban con más probabilidades de ofrecer compañía

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