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Transcurrió un mes sin que sucediera nada de importancia. Aparentemente, Gernois<br />

no tenía visitas y cuando iba a la ciudad tampoco se ponía en contacto con nadie cuyo<br />

aspecto diera pie a la sospecha -ni aún contando con una imaginación calenturienta<br />

y dada a la fantasía- de que se trataba de un agente secreto al servicio de una potencia<br />

extranjera. Tarzán empezaba a abrigar la esperanza de que, al fin y a la postre, el rumor<br />

había sido una falsa alarma cuando, inopinadamente, destinaron a Gernois a Bu Saada,<br />

en el Sahara, mucho más al sur.<br />

Una compañía de espahís y tres oficiales iban a relevar a otra compañía, ya<br />

estacionada allí de guarnición. Afortunadamente, uno de los oficiales, el capitán Gerard,<br />

había trabado estrecha amistad con Tarzán, de modo que cuando el hombre mono<br />

sugirió que podía aprovechar la ocasión y acompañarle a Bu Saada, donde esperaba<br />

encontrar caza en abundancia, la propuesta no despertó sospecha alguna.<br />

El destacamento se apeó del tren en Buira e hizo el resto del viaje a caballo. Estaba<br />

Tarzán regateando, como es de rigor, el precio de una montura cuando se percató de<br />

que, desde el quicio de la puerta de un cafetín, le observaba un hombre vestido a la<br />

europea. Pero cuando Tarzán le miró, el hombre dio media vuelta y se introdujo en la<br />

choza de barro y techo bajo que era el café. Durante un segundo, Tarzán tuvo la<br />

fugazmente curiosa impresión de que el rostro o la figura de aquel sujeto le resultaba<br />

familiar. Pero no prestó ulterior interés al asunto.<br />

La cabalgada hasta Aumale le resultó agotadora a Tarzán, cuyas experiencias<br />

ecuestres se habían limitado a un cursillo de equitación que siguió en un picadero<br />

parisiense. Así que nada más llegar a su destino se apresuró a buscar la comodidad de<br />

una cama en el Hotel Grossat, mientras los oficiales y la tropa se llegaban a sus<br />

alojamientos en el puesto militar.<br />

Aunque despertaron a Tarzán a primera hora de la mañana siguiente, la compañía de<br />

espahís ya se había<br />

puesto en movimiento antes de que él hubiese terminado de desayunar. Comía a toda<br />

prisa para que los soldados no le sacasen demasiada ventaja cuando se le ocurrió lanzar<br />

un vistazo a través de la puerta que comunicaba el comedor con el bar del hotel.<br />

Con gran sorpresa por su parte, vio allí a Gernois enzarzado en animada conversación<br />

con el individuo al que el día anterior descubrió observándole desde la puerta del<br />

cafetucho. No cabía el error porque aunque el hombre le daba la espalda, Tarzán detectó<br />

en él los mismos ademanes e idéntica figura extrañamente familiar.<br />

Se demoraban sus ojos sobre la pareja cuando Gernois alzó la mirada y sorprendió la<br />

atenta expresión que reflejaba el semblante de Tarzán. En aquel momento, el<br />

desconocido estaba hablando en susurros, pero el oficial francés le interrumpió en seco<br />

y ambos hombres se apartaron y salieron del campo visual del hombre-mono.<br />

Aquel era el primer acto sospechoso que Tarzán había observado en lo que se refería<br />

al proceder de Gernois, pero tuvo la completa seguridad de que los dos hombres se<br />

habían marchado del bar sólo porque Gernois sorprendió a Tarzán mirándolos. Como<br />

además seguía viva la sensación de que el desconocido le resultaba ambiguamente<br />

familiar, en el ánimo del hombre mono cobró aún más fuerza la idea de que allí había<br />

algo que merecía la pena espiar.<br />

Al cabo de un momento, Tarzán pasó al bar, pero la pareja ya se había largado un rato<br />

antes y aunque salió a la calle, no los vio por ninguna parte. Sin embargo eso le sirvió<br />

de pretexto para recorrer varios establecimientos antes de partir en pos de la columna de<br />

espahís, que por entonces le había tomado una<br />

buena delantera. No los alcanzó hasta Sidi Aisa, donde los soldados habían hecho un<br />

alto de una hora, para descansar. Encontró a Gernois con la columna, pero ni rastro del<br />

desconocido.

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