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Tarzán diáfanamente claro que podía prepararse para abandonar París por tiempo<br />
indefinido, quizás incluso al día siguiente.<br />
Rebosante de euforia, Tarzán se apresuró a volver a casa para dar cuanto antes la<br />
buena nueva a D'Arnot. Al fin iba a ser útil a la sociedad. Iba a ganar dinero y, lo mejor<br />
de todo, iba a viajar y a ver mundo.<br />
Casi no pudo esperar a acomodarse en el salón donde D'Arnot estaba sentado para<br />
soltar la jubilosa noticia. A D'Arnot no le hizo mucha gracia.<br />
-Parece que te encanta la idea de marcharte de París y que, tal vez, transcurran meses<br />
antes de que volvamos a vernos. ¡Eres un bicho desagradecido, Tarzán!<br />
Y D'Arnot se echó a reír.<br />
-No, Paul, estoy como un chiquillo con un juguete nuevo y me muero de entusiasmo.<br />
Y así fue como al día siguiente, Tarzán partió de París, rumbo a Marsella y Orán.<br />
VII<br />
La bailarina de Sidi Aisa<br />
La primera misión asignada a Tarzán no prometía ser ni emocionante ni trascendental.<br />
Existía cierto teniente de espahís de quien el gobierno tenía motivos para sospechar que<br />
estaba desarrollando determinadas relaciones clandestinas con una potencia europea. A<br />
dicho teniente, cuyo apellido era Gernois y que estaba destinado en Sidi-bel-Abbes,<br />
acababan de agregarle al estado mayor, donde las funciones propias de su cargo ponían<br />
en sus manos diariamente numerosos datos e informes de gran valor militar. Era esa<br />
información secreta la que el gobierno se temía que el teniente pudiera estar<br />
transmitiendo a la gran potencia.<br />
Las sospechas recayeron sobre el teniente a causa de una más que ambigua<br />
insinuación que dejó caer cierta conspicua parisiense, impulsada por los celos. Pero los<br />
estados mayores suelen cuidar con extraordinario esmero sus secretos y la traición es un<br />
asunto tan grave que no puede echarse en saco roto ninguna alusión, por leve e inocente<br />
que parezca. Y así fue como Tarzán llegó a Argelia, bajo el disfraz de cazador y<br />
trotamundos estadounidense, con la encomienda de no quitarle ojo al teniente Gernois.<br />
Se había ilusionado enormemente con la sugestiva idea de que iba a ver de nuevo su<br />
querida África, pero aquel paisaje del norte del continente era tan<br />
distinto de la selva tropical que constituía su patria que lo mismo podía haberse<br />
quedado en París, por lo que se refiere a los estremecimientos de placer y a la<br />
aceleración de los latidos del corazón, que supuso iba a experimentar en cuanto pisara<br />
de nuevo su tierra. En Orán se pasó todo un día vagabundeando por las estrechas y<br />
tortuosas callejuelas del barrio árabe, entregado al placer de disfrutar de aquellas<br />
escenas exóticas y nuevas para él. Al día siguiente se llegó a Sidi-bel-Abbes, donde<br />
presentó sus documentos acreditativos a las autoridades civiles y militares...,<br />
documentos que no le daban la menor pista respecto al verdadero significado de su<br />
misión.<br />
Tarzán dominaba el inglés lo suficiente como para pasar por estadounidense entre<br />
árabes y franceses, y eso era todo lo que requería el asunto. Cuando alternaba con un<br />
inglés, se expresaba en francés a fin de no traicionarse, pero, llegado el caso, hablaba en<br />
inglés con los extranjeros que entendían ese idioma, pero que no eran lo bastante duchos<br />
como para percibir las ligeras imperfecciones de acento y pronunciación que Tarzán<br />
pudiese cometer.<br />
Trabó amistad con numerosos oficiales y funcionarios franceses y no tardó en<br />
disfrutar de cierta estimación entre ellos. Conoció a Gernois, que resultó ser un<br />
individuo de unos cuarenta años, taciturno, con cara de enfermo crónico del estómago y<br />
que, socialmente, se relacionaba poco<br />
o nada con sus compañeros.