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Se alejó a la carrera y, cosa de un par de manzanas más allá, entró en un cafetín de los<br />
que estaban abiertos toda la noche, en cuyos servicios se quitó de encima todas las<br />
huellas de su paseo por los tejados, laván<br />
dose a conciencia las manos y eliminando con idéntico esmero las manchas de la ropa.<br />
Momentos después salía del local con toda la calma del mundo, para dirigirse sin prisas<br />
a su domicilio.<br />
Para llegar al piso que habitaba, Tarzán tenía que cruzar un amplio y bien iluminado<br />
bulevar, situado no lejos de la casa. Aguardaba en la acera, bajo la brillantez luminosa<br />
de una farola, a que pasara una limusina, cuando oyó una suave voz femenina que<br />
pronunciaba su nombre. Al levantar la cabeza, su vista tropezó con los ojos sonrientes<br />
de Olga de Coude, que se asomaba por la ventanilla del asiento posterior del automóvil.<br />
Tartán correspondió con una reverencia al afectuoso saludo de la condesa. Cuando<br />
enderezó el cuerpo, el vehículo que transportaba a la mujer ya había desaparecido.<br />
-¡Ver a Rokoff y a la condesa De Coude la misma noche! -monologó Tarzán-. ¡París<br />
no es tan grande, después de todo!<br />
IV La condesa se explica<br />
-Tu París es más peligroso que mi jungla, Paul -llegó Tarzán a la conclusión, tras<br />
referir a la mañana siguiente a su amigo el enfrentamiento que había tenido en la rue<br />
Maule con los apaches y los policías-. ¿Por qué me atraerían allí con aquel señuelo?<br />
¿Tendrían hambre?<br />
D'Arnot simuló un escalofrío de horror, pero soltó la carcajada al oír la estrambótica<br />
sugerencia.<br />
-Es difícil remontarse por encima de los niveles propios de la selva y razonar a la luz<br />
de las normas y costumbres civilizadas, ¿verdad, amigo mío? -dijo en tono burlón.<br />
-¡Normas y costumbres civilizadas! -La ironía matizó su exclamación-. En las normas<br />
de la selva no figuran semejantes atrocidades. Se mata para conseguir alimento o para<br />
defenderse... O para conquistar una compañera y para defender a los hijos. Como ves,<br />
siempre conforme a los dictados de una ley natural que lo rige todo. Pero aquí, ¡ufffl, tu<br />
hombre civilizado es mucho más bestial que las fieras salvajes. Mata sin más ni más,<br />
para entretenerse y, lo que es peor, se vale arteramente de un sentimiento noble, como la<br />
solidaridad humana, y lo utiliza como cebo para atraer a la incauta víctima hacia la<br />
muerte. Atender la llamada de un semejante que pedía auxilio fue lo que me impulsó a<br />
llegarme a toda prisa a la habitación donde me esperaban los asesinos.<br />
»No comprendí, no pude comprender, hasta bastante después de que hubiera pasado<br />
todo, que una mujer fuese capaz de caer tan bajo, hundirse hasta tal punto en la<br />
depravación moral como para atraer a la muerte a una persona que acudía a salvarla de<br />
un peligro. Pero no cabe duda de que así fue, la presencia de Rokoff en aquel lugar y la<br />
versión de los hechos que la mujer dio a los policías imposibilitan otra interpretación de<br />
los hechos. Rokoff debía saber que yo pasaba frecuentemente por la rue Maule.<br />
Esperaba la ocasión de cazarme, todo su plan se desarrolló hasta el último detalle de<br />
acuerdo con sus previsiones, incluso tenía preparada la historia de la mujer por si acaso<br />
algo se torcía y pasaba lo que pasó. Ahora lo veo todo meridianamente claro.<br />
-Bueno dijo D'Arnot . Al menos este. asunto te ha enseñado, entre otras cosas, algo<br />
que me ha sido imposible meterte en la cabeza: la realidad de que la rue Maule es un<br />
lugar estupendo para eludirlo una vez ha caído la noche.<br />
-Pues, por el contrario -sonrió Tarzán-, me ha convencido de que es la única calle en<br />
todo París por la que merece la pena pasar. No volveré a desaprovechar nunca más la<br />
ocasión de atravesarla, ya que me ha proporcionado la primera auténtica oportunidad de<br />
divertirme a modo,como no me había divertido desde que abandoné África.